En los años cincuenta Mariano Picón Salas y Mario Briceño Iragorry escribieron alarmados sobre una transformación que se estaba dando en nuestra ciudad. En medio del primer boom petrolero desaparecía la villa de techos rojos para ser progresivamente sustituida por la urbe de concreto armado, pequeñas calles daban paso a grandes autopistas.
Picón denunciaba críticamente que la ciudad iba asumiendo una fisonomía similar a las grandes urbes del centro de Estados Unidos. Aunque esta transformación trajo consigo ventajas evidentes para una urbe en rápido crecimiento, que recibía población del campo y emigrantes de allende los mares, también perjudicó el disfrute del paisaje urbano, a partir de los años cincuenta la ciudad fue concebida para el automóvil, como parecía corresponder a un país petrolero.
Esa decisión afectó el vivir caraqueño, Caracas no es hoy ciudad hospitalaria, a veces se constituye en ciudad hostil, que ataca fundamentalmente al transeúnte. Hoy la inseguridad se suma a este drama, llevando a los caraqueños a vivir encerrados en cajas, del pequeño apartamento al carro, cuando lo tienen, de allí al Centro Comercial y viceversa. La vivencia y la construcción de lo público, de la ciudad, se ha perdido en medio del miedo cotidiano.
Necesitamos recuperar una ciudad para los peatones, mayoría de caraqueños, construyendo una gran red peatonal de bulevares y plazas vivas que nos permita caminar de Petare a Catia, de Caricuao a La Urbina , de La Pastora al sureste. Grandes tareas se deben acometer para hacer esto posible, desde la creación de un transporte público eficiente, que permita a los caraqueños dejar sus carros en casa, hasta políticas de seguridad que devuelvan al ciudadano a la calle, para que podamos construir una ciudad hospitalaria, y volver a ser “sucursal del cielo”.
[Artículo publicado en el tercer número de "Caracas es el reto" que puedes bajar en http://www.stalingonzalez.com/]
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