Ir al contenido principal

Venezuela: retomar la ruta de la modernidad



La crisis venezolana no se limita únicamente a la lucha política derivada del intento de implantación de un proyecto de hegemonía totalitaria, sino que se enmarca dentro del agotamiento de un modelo de desarrollo y la incapacidad de la sociedad para generar nuevos factores que hagan viable el mismo proyecto nacional venezolano.

La historia económica de Venezuela puede escribirse, fundamentalmente, en torno a tres grandes productos: el cacao, el café y el petróleo. Entre la tercera década del siglo XVII y principios del siglo XIX la comercialización del cacao contribuyó a la aparición de una élite criolla, los mantuanos, y a la densificación de la ocupación poblacional sobre el territorio.

Desde fines del siglo XVIII el paisaje del café, progresivamente, fue sustituyendo a la economía cacaotera, este proceso fue acelerado por la destrucción generada por la guerra de independencia. Coincidiendo con el tránsito del paisaje del cacao al del café también se destruiría el orden colonial que sostenía el poder del mantuanaje.

Así, el proyecto nacional venezolano, de carácter republicano y liberal, se sostendría durante el siglo XIX sobre la base de una economía agroexportadora cafetalera. Si bien la hacienda cafetalera fue el eje económico fundamental alrededor del cual se estructuró la República decimonónica -tanto la conservadora como la liberal federal, marcada por el caudillismo y el latifundio- ya para 1885 parecían extinguirse las condiciones que hacían viable el proyecto nacional.


La decadencia del liberalismo amarillo, del proyecto nacional liberal federal, coincidió con la decadencia, tanto de una incipiente modernización política e institucional, como de la economía agroexportadora que le daba viabilidad. Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX Venezuela vive una nueva transición entre la culminación y cierre del proyecto liberal y la emergencia del proyecto democrático.

La emergencia de las ideas democráticas, el inicio del camino de construcción de la República Liberal Democrática, coincidió con el tránsito hacia una Venezuela petrolera. De la mano del recurso petrolero, el Estado fue protagonista de un profundo proceso de modernización, el tránsito de un país pobre, rural, hacia otro de fisonomía urbana.

El proyecto democrático no contenía únicamente una agenda política, la ampliación de la ciudadanía, sino que también incorporaba dentro de su concepción una idea de modernización económica y social, que se realizaba a partir de la acción de un Estado democrático rico en recursos petroleros, con el fin de acelerar el tránsito de la sociedad venezolana al pleno disfrute de la modernidad económica, tecnológica, política y social.

Entre 1936 y 1983 Venezuela vivió la más profunda modernización de su historia. En sus distintas etapas, la liberal autoritaria heredada de los patrones gomecistas, el ensayo democrático durante el trienio octubrista, la tecnocracia militar de la mano de la institución armada entre 1948 y 1958, y, a partir de 1958, la modernidad democrática que implicó no sólo la ampliación total de la ciudadanía plena, sino también la masificación de servicios públicos, la electrificación, el desarrollo económico de nuevos sectores, hasta lograr que, para fines de los años setenta, Venezuela se convirtiera en un país moderno, urbano, democrático, con los problemas típicos de las sociedades contemporáneas.

En los ochenta el proceso de modernización se estancó, América Latina entró en una profunda crisis a lo largo de la década, la cual adquirió en Venezuela un carácter específico: los primeros signos del agotamiento de un modelo de modernización centrado en el recurso petrolero y en la labor estatal. Los trabajos de la COPRE, el proceso de Reforma del Estado, la descentralización, la apertura económica, etc., constituyeron esfuerzos por generar factores dinámicos que volvieran a hacer operativo el proyecto nacional democrático venezolano.

Durante los años noventa las reformas se truncaron en diversas ocasiones. El consenso en torno al diagnóstico del agotamiento del modelo, no se trasladó en la construcción de un consenso equivalente en la necesidad de una alternativa para seguir profundizando la modernización democrática de la sociedad venezolana. Las mismas reformas quebraron internamente a las élites, tanto políticas como económicas y sociales, y se redujo la capacidad de respuesta del sistema político.

Varias fechas marcan este período, el 18 de febrero de 1983: la caída del modelo económico; el 27 de febrero de 1989: la evidencia de que la crisis se trasladaba a la ruptura del pacto social; y el 4 de febrero de 1992: la ruptura dentro del sector militar. El sistema se resquebrajaba progresivamente. Al estancarse la modernización emergía el antiguo fantasma autoritario, que se expresaría a plenitud en diciembre de 1998, cuando una parte de la sociedad apostaría al personalismo militarista y a la promesa de redención milagrosa.

Se hacía imperioso superar el estancamiento del proceso de modernización democrática de la sociedad venezolana, porque cada día de estancamiento representaba un repliegue institucional y, sin saberlo, incorporaba combustible para la reaparición de la reacción autoritaria y caudillista.

El chavismo aglutinó restos de una diversidad de naufragios ideológicos y políticos en una amalgama unida por el rechazo a la institucionalidad liberal y por diversas formas de nostalgia autoritaria, que giraba en torno a la retórica personalista de un nuevo militarismo mesiánico.

En la construcción de un proyecto que nos ayude a superar el agotado modelo de desarrollo, y reencaminarnos a la modernidad, el balance de la década que corre entre 1999 y 2009 ha sido de un profundo fracaso. Hoy somos más dependientes del petróleo y más importadores que nunca antes, la política sistemática desarrollada por el gobierno para destruir cualquier rasgo de autonomía social ha significado un retroceso en la infraestructura de servicios del país, así como la desaparición del sector exportador privado y la merma brutal de cualquier sector productivo privado. La inseguridad jurídica ha hecho a Venezuela incapaz de recibir capital privado externo de manera significativa.


De esta manera, uno de los aspectos más preocupantes de la crisis venezolana es que llevamos tres décadas perdidas. Las reformas postergadas en los ochenta, las reformas truncadas en los noventa, y la primera década del siglo XXI marcada por la reacción autoritaria y la amenaza totalitaria.

Para hacer nuevamente operativo el proyecto nacional venezolano es imperativo otorgarle un nuevo dinamismo a la economía, para lo cual hemos de liberar a las fuerzas productivas, lo que requiere construir una nueva articulación con el mundo, así como construir un Estado modernizador democrático, cuya institucionalidad requiere de nuevos recursos, modificaciones en el sistema tributario para generar políticas públicas efectivamente progresistas y liberadoras.

El establecimiento de una alianza entre un sector público institucionalmente sólido, inversor en el desarrollo pleno de las capacidades de los venezolanos, educación, salud, infraestructura de servicios, seguridad, etc., con un sector privado activo con capacidad y facilidades para invertir en el desarrollo productivo que genere empleo, y una sociedad igualmente activa en la reivindicación y profundización de su propia autonomía frente al poder, y en la construcción de su propio futuro, son sólo elementos que podrían permitirle a Venezuela reiniciar el camino de modernidad que hemos perdido. No está fácil.

[Artículo Publicado originalmente en "Guayoyo en Letras"]

Comentarios

alfredomeyer2009 ha dicho que…
Por supuesto que no está fácil el camino a recorrer, sobretodo porque no hay suficiente cultura política en amplios sectores que están abiertos a mensajes mesiánicos y facilistas,aunque fracasados. Hay necesidad de nuevos liderazgos que tengan poder de convencimiento que con su verbo y ejemplo lleven a esos sectores cansados e impacientes con razón, por los caminos de la justicia social en libertad. En nuestro medio, para bien y para mal,cada época ha requerido líderes que no sólo indican el camino si no que empujan a recorrerlo con su ejemplo.

Entradas populares de este blog

Rómulo Gallegos, Presidente por voto popular

Gallegos, de novelista a Presidente, por voluntad popular La candidatura de Rómulo Gallegos, por Acción Democrática, para las primeras elecciones presidenciales plenamente democráticas de Venezuela no resultó una sorpresa. Gallegos ya había sido postulado como candidato simbólico en el proceso electoral de 1941, contribuyendo con su prestigio de intelectual insigne a propagar las ideas democráticas en un contexto de liberalización de la vida política venezolana. Pero las circunstancias habían cambiado sustancialmente para el momento de su nueva postulación, realizada en el Nuevo Circo de Caracas el 12 de septiembre de 1947. Acción Democrática, partido que preside, se encuentra ahora ejerciendo el poder a través de una Junta Revolucionaria de Gobierno, acometiendo la construcción de la democracia en Venezuela. La campaña electoral por la Asamblea Nacional Constituyente Las elecciones del 14 de diciembre de ese año representaban la culminación política del proceso rev

Rómulo Betancourt: una vida dedicada a la lucha democrática en Venezuela

Rómulo Betancourt nació en el pueblo de Guatire el 22 de febrero de 1908. Perteneció a la famosa Generación del 28, iniciando a los veinte años una dilatada lucha por la democracia en Venezuela. Peleó desde joven contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, contra el caudillismo y el personalismo político. En 1931 es uno de los redactores y firmantes del Plan de Barranquilla, fundando la Agrupación Revolucionaria de Izquierda. En 1936, luego de retornar del exilio tras morir Gómez, dirige la Organización Venezolana (ORVE). Es uno de los fundadores del Partido Democrático Nacional, como partido de las izquierdas. En 1941 forma parte del núcleo fundador de Acción Democrática. El 18 de octubre de 1945 Isaías Medina Angarita es derrocado, Rómulo Betancourt encabezará la Junta Revolucionaria de Gobierno, bajo su gestión se abrirá paso la democracia en Venezuela. Una Constituyente redactará una Constitución progresista y democrática. En 1947 se realizarán las primeras elecciones

Reflexionando 23 años después

Hace 23 años el sistema expulsó a CAP de la Presidencia El 21 de mayo de 1993 Carlos Andrés Pérez renuncia a la Presidencia de la República de Venezuela. Esta fecha no solo representó el cierre de un mandato accidentado sino también el fin de un experimento de reformas institucionales de amplio alcance que quedó truncado a la mitad de su desarrollo. Carlos Andrés Pérez, El Gocho , político de Acción Democrática, con una dilatada trayectoria, que gobernó Venezuela entre 1974 y 1979, había sido electo en diciembre de 1988 con mayoría absoluta de votos, 3.879.024 sufragios, derrotando a Eduardo Fernández, El Tigre , de COPEI, a Teodoro Petkoff, del MAS, y a otros candidatos. El 2 de febrero de 1989 había asumido por segunda vez en su vida la Presidencia de Venezuela. Desde que el Viernes Negro, el 18 de febrero de 1983, se inició la devaluación del bolívar y se estableció un régimen de cambio diferencial, los venezolanos se habían venido empobreciendo, la crisis se había