Fui testigo, siendo niño, de un evento trascendental en la vida del caraqueño. En 1983 se inauguró el Metro de Caracas, “la gran solución”, un sistema público de transporte subterráneo que uniría la ciudad a nuestros pies, generando una nueva cultura cívica reflejada en un servicio público de calidad.
Con los años el sistema Metro densificó sus líneas, amplió la extensión de sus estaciones, vinculando estaciones subterráneas con líneas superficiales de Metrobus. Fue un gran logro para Caracas, una red de transporte público eficiente, regular, planificada para desarrollarse y crecer a la par de la ciudad.
Pero durante la última década la inversión en el transporte público se ha hecho no solo progresivamente escasa, en proporción al crecimiento del parque automotor, sino absurdamente más ineficiente. Por ejemplo, las nuevas estaciones de Metro tardan años en construirse, mientras la calidad de su servicio se derrumba.
Los paisajes de recorrido del caraqueño, de su casa al trabajo, a la escuela, etc., y de allí nuevamente al hogar, se han venido degradando, mientras el tiempo del recorrido se dilata, se alarga hasta tornarse interminable.
Uno de los síntomas de la enfermedad del tránsito es el auge de la radio durante las “horas pico”, en Caracas uno de los programas más populares simplemente reporta el estado de las colas que abarrotan nuestras calles, donde el caraqueño deja horas del día, días de su mes, meses de su año, años de su vida.
Esto implica retroceso en la calidad de vida, sobretodo de quienes tienen que sufrir el mal estado de los carritos, bajar de un jeep a un autobús, del bus al Metro, del Metro al otro carrito, hasta finalmente llegar a su destino agotado…, simplemente de transitar.
El Buscaracas es un nuevo fracaso de la gestión del tránsito: allí están todos los vicios, la ineficiencia, la pérdida y despilfarro de recursos públicos, la improvisación y la falta de continuidad administrativa.
Sueño con una ciudad peatonal, para que esto sea posible se debe crear una red de transporte público masivo, que nos permita reducir el volumen automotor y los tiempos de recorrido, mejorando nuestra calidad de vida. Mientras, ¿quién responde por nuestro tiempo perdido?
[Publicado originalmente en "Caracas es el reto"]
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