La mayor parte de la sociedad es reacia al contenido de la “Reforma”, incluso quienes han acompañado al Presidente Chávez desde hace una década toman conciencia de que es hora de limitar al poder, de colocarle límites reales a la acción de la subjetividad reinante. Este es el terreno fértil para el encuentro entre los venezolanos, votar NO el 2 de diciembre es la oportunidad histórica para reconstruir la convivencia civilizada, constructiva, para crear un espacio en que la disidencia pueda encontrarse en el marco de la deliberación, excluyendo la violencia de la política.
¿Por qué encontramos este terreno fértil luego de ocho años en escalada de crispación y polarización? Porque la aprobación de la denominada Reforma el 2 de diciembre le daría rango constitucional al abuso de poder, a la arbitrariedad, al personalismo político, a la intolerancia, le abriría la puerta a la consolidación del totalitarismo en Venezuela, daría facilidades al Presidente de la República para destruir a su antojo el pacto federal, para experimentar con la vida de los venezolanos, como conejillos de indias, estableciendo una “economía socialista” y un “Estado socialista” que nos conduciría a mayores relaciones de dependencia dentro de la sociedad. La conciencia del peligro común que envuelve la propuesta ha creado un nuevo campo para cultivar la convivencia democrática.
Pero no basta con encontrar un terreno fértil, hay que sembrar en él, hay que trabajarlo, hay que hacer crecer la semilla democrática. Trabajar sobre este terreno fértil es reconocernos, construir sobre lo que es capaz de unirnos, aquello que nos es común, una vocación por la paz, una percepción de la importancia de la autonomía humana, de que el ejercicio de la ciudadanía solo es real desde la libertad, y que libertad es autonomía, que la solidaridad parte de reconocernos distintos pero prójimos, y que esta solidaridad solo es real cuando se construye desde la libertad. Trabajar sobre el terreno fértil es emprender la construcción de lo común para poder ser igualmente distintos, para disentir dentro de un pacto social. El terreno sólo es fértil si nos podemos encontrar en él.
A partir de la reflexión previa nos podemos acercar con otra perspectiva al problema de la abstención. Podemos llegar a comprender a quienes pretenden hacer de la abstención su forma particular de respuesta al abuso de poder y al ventajismo que caracterizan al presente régimen. Pero comprender no es justificar y, a efectos prácticos, el juego de la abstención contribuye a fortalecer los proyectos autoritarios y totalitarios del gobierno. La abstención, como abdicación cívica, no solo es un ejercicio inútil, sino que además contribuye a la destrucción de lo que nos puede quedar de pacto social, de convivencia, de coexistencia ciudadana. La política abstencionista ahonda la crispación, consolida la polarización, permite la entronización del totalitarismo, al abandonar el terreno fértil para el encuentro de los venezolanos. Quien se abstiene, incluso teniendo razones, deja el terreno libre para la entronización de un totalitarismo de nuevo cuño en Venezuela.
Si queremos construir sobre el terreno fértil de la convivencia democrática posible, plural y libre, hay que ampliarlo hasta convertirlo en el espacio político por excelencia. Solo así podremos detener el proyecto autoritario y totalitario. Si queremos reconocernos prójimos y recorrer la senda progresista que nos puede llevar a una Venezuela libre y próspera, la que los venezolanos nos merecemos, hay que votar NO el 2 de diciembre de 2007.
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