Desde 1999 los venezolanos hemos venido sufriendo un regular cercenamiento de los espacios para el ejercicio de la autonomía de la mano de un impulso desinstitucionalizador y de personalización del poder, esta convergencia no es casual. El personalismo político se consolida donde las instituciones se debilitan o desaparecen.
A la destrucción institucional de la primera etapa del “proceso” siguió el nacimiento de un cuerpo de instituciones tuteladas, con patas cortas, incapaces de colocarle ningún tipo de límite al ejercicio del Poder Ejecutivo, un poder cada vez más personal y personalista, cada vez menos institucional. Las instituciones que crecieron a la luz de la Constitución de 1999 nacieron débiles, marcadas todas por la voluntad personal de un líder único.
Esta hegemonía personal no se limita a las instituciones del Estado sino que se extiende a las nuevas redes sociales, determinando de lleno a un movimiento “chavista” con escaso o nulo desarrollo institucional. La extensión de acciones cada día más arbitrarias, la burla regular del poder del marco institucional que debía encauzar su acción, el desprecio por las normas, el cambio continuo de las reglas de juego, el doble rasero que se impone por el país, son signos preocupantes del nuevo talante del poder.
Entre 1999 y 2007 hemos tenido cada vez menos instituciones, cada vez menos autonomía de la sociedad frente al poder, mientras se ha acrecentado la figura personal de Chávez, no del Presidente, no de la cabeza del Ejecutivo, sino la hipersubjetividad convertida en hegemonía cultural. Esta subjetividad dominante y total es la que se eleva como amenaza plena con este proyecto de “Reforma Constitucional”.
Por eso es que el rechazo a la actual propuesta de “reforma” no es algo que deba comprometer únicamente a una parcialidad de los venezolanos, es un tema transversal que nos vulnera a todos, chavistas, antichavistas o neutrales, porque le otorga rango constitucional a la arbitrariedad y al despotismo generalizado, sellando el fin de los últimos restos de instituciones políticas y sociales. La actitud humillante con la que el actual régimen trata a los disidentes se extiende cada día en contra de su propia gente. La seguridad que sienten frente a lo ilimitado de su propio poder, conforme más cerca se encuentren al círculo íntimo, solo es proporcional al miedo que pueden llegar a tener de perder “la gracia” del poder. De donde proviene toda luz también proviene la oscuridad total. Esa es la tragedia en la que se encuentra inmerso el chavismo, la única manera en que los chavistas pueden evitar seguir sumergiéndose en su dependencia y sumisión es deteniendo la hipertrofia de la subjetividad única. Los primeros interesados en detener la Reforma son los mismos cuadros medios y dirigentes de base del chavismo, sólo así preservarán algún margen de autonomía.
Es en esta defensa de la autonomía en la que hemos de encontrarnos juntos, en defensa de aquello que nos es valiosamente común, nuestras libertades. Una vez detenido el proyecto de Reforma la hipertrofia del poder debe ser revertida, y la institucionalidad democrática debe iniciar su camino de construcción. Caminando hacia la construcción de instituciones fuertes, democráticas, justas, equitativas, que se encuentren al servicio de todos los venezolanos, con poderes limitados, ese será el momento y el camino de la nueva democracia social venezolana.
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