El futuro de España se decide a cuatro voces |
Siendo venezolano
tengo un especial cariño por España, por su pueblo, por su proceso histórico y
por su democracia. Ese afecto no es nuevo. Los lejanos orígenes canarios de mi
familia no pesaron mucho en mi crianza pero el impacto de la cultura española
no me fue ajeno. En mi casa se hablaba con simpatía de la recientemente
estrenada democracia española y de su Presidente Felipe González.
Al entrar en mi
adolescencia compartí con hijos y nietos de migrantes españoles, quienes con
sus gustos contribuyeron a moldear los míos. Al estudiar historia en la
Universidad desarrollé gran interés por la experiencia de la Segunda República
Española y la tragedia de la Guerra Civil. Con mis compañeros, futuros
historiadores, tuve abundantes discusiones sobre el proceso histórico español.
Leíamos con fruición obras clave sobre su historia, con la convicción de que no
se puede comprender por completo el devenir de América Latina y de Venezuela
sin entender el proceso de construcción de los pueblos ibéricos.
Venezuela en España, España en Venezuela
Tengo la certeza de
que este afecto entrañable no me es exclusivo. Venezuela recibió una gran
cantidad de exiliados españoles desde el estallido de la Guerra Civil en 1936. Estos
inmigrantes enriquecieron y fortalecieron la cultura venezolana, como lo
hicieron portugueses e italianos, quienes llenaron nuestras vidas con su comida
y sus tradiciones, que se hicieron nuestras progresivamente. Nombres como los de
Manuel García Pelayo, Juan David García Bacca y Juan Nuño forman parte integral
del pensamiento venezolano. Nuestras universidades, públicas y privadas, no
serían las mismas sin el aporte de su pensamiento.
Los estudiantes del 28 apoyaron a la República española |
Los venezolanos hemos
estado atentos al devenir histórico de España. El estallido de la Guerra Civil
española en 1936 dividió el movimiento estudiantil venezolano. La Federación de
Estudiantes de Venezuela (FEV) decidió apoyar a la República, provocando la
escisión de estudiantes provenientes de colegios católicos, quienes crearon la
Unión Nacional Estudiantil (UNE), simpatizando con Franco y los “nacionales”. Venezolanos
fueron a pelear en las Brigadas Internacionales para defender a la República en
España. Posteriormente, republicanos exiliados participaron junto con los demócratas
venezolanos en las luchas por construir una Venezuela libre y justa.
Durante el trienio
octubrista (1945-1948) la Junta Revolucionaria de Gobierno, presidida por
Rómulo Betancourt, rompió relaciones con el dictador Francisco Franco y
procedió a reconocer el gobierno de la República en el exilio. Un gesto
romántico que se cimentaba sobre valores sólidamente establecidos, la naciente
democracia venezolana reconocía en la República española un proyecto político hermano.
El proyecto liberal y la democracia española
El proyecto liberal
español, que podemos rastrear hasta la Constitución de Cádiz de 1812, tuvo en
la experiencia democrática de la Segunda República (1931-1936) un momento
estelar, seguido por una tragedia fratricida (1936-1939) y cuarenta años de una
dictadura oscurantista que se extendió hasta 1975.
En Venezuela la
transición a la democracia en España fue vista con júbilo y esperanza. Hacía
apenas diecisiete años habíamos tenido los venezolanos nuestro amanecer
libertario. La solidaridad venezolana se expresó tras la muerte de Franco. La
amistad entre el Presidente Carlos Andrés Pérez y el líder socialista Felipe
González fue un factor puente entre ambos países. Felipe llegó a España en un
vuelo presidencial venezolano.
Las últimas cuatro
décadas de la historia española constituyen su verdadero período dorado.
Económica, social y políticamente el balance de la transición a la democracia
en España es positivo. Democracia, sanidad pública, educación pública,
bienestar social, libertades públicas, son logros históricos de la sociedad
española durante estos cuarenta años. Nunca vivieron mejor los españoles que
bajo el régimen democrático.
Una coalición social modernizadora y democrática
La Transición española
se convirtió en un modelo para estudiar, y su ejemplo influyó en procesos de
democratización posteriores en otras latitudes. Pero quiero hacer énfasis en un
actor en especial de este proceso de transformación: el Partido Socialista
Obrero Español (PSOE), liderado por el grupo sevillano y por Felipe González,
quien fue jefe de gobierno entre 1982 y 1996. El PSOE se convirtió en el
partido por excelencia que consolidó al régimen político democrático que se
inició en 1978.
Una generación de
españoles estuvo marcada por la dinámica de la transición a la democracia y la
modernización de la economía y de la sociedad. Fenómenos como la movida madrileña y el destape, la explosión de creación
cultural y artística, transformaron la cotidianidad desde Sevilla hasta
Barcelona, y de Valencia hasta Santiago de Compostela. Nuevas luchas,
movilizaciones, determinaron la construcción histórica de los derechos de la
democracia, incluyendo la sanidad pública, las pensiones no contributivas, el
acercamiento a un Estado de Bienestar como nunca lo habían disfrutados los
españoles.
Alrededor del PSOE y
del liderazgo de Felipe González se aglutinó entonces una inmensa coalición
social modernizadora y democrática, comprometida con convertir a la España
arcaica del franquismo en un país libre, democrático y moderno. Sus fronteras
estaban mucho más allá del “electorado” socialista, incorporando simpatizantes
de otros sectores de izquierda y de centro, la progresía madrileña, los sectores medios de las urbes españolas
apoyaron a los socialistas en este proceso.
El PSOE se proyectó en
repetidas ocasiones como la izquierda posible, como el voto útil, moderado pero
reformista, frente al romanticismo del PCE y de IU. De esta manera
hegemonizaron los socialistas el espectro político de la izquierda sociológica.
Esta coalición urbana, modernizadora y democrática, joven, renovadora, plena de
artistas, hombres de la cultura, intelectuales, cuadros medios, funcionarios,
brindó repetidos triunfos electorales al PSOE y a Felipe González entre 1982 y
1993.
Había regiones determinantes
en esta coalición. Debemos empezar con Andalucía, empobrecida, marcada por el
latifundio, con una larga tradición de luchas. De Sevilla procedía el nuevo
liderazgo sociata. En segundo lugar
es necesario mencionar a Extremadura. En tercer lugar debemos referirnos al
peso específico, cualitativo, de los cuadros urbanos de la progresía madrileña.
El otro gran pivote de
esta coalición era el Partido de los Socialistas Catalanes (PSC). El socialismo
había encontrado un particular equilibrio entre el centralismo franquista y las
reivindicaciones de los nacionalismos periféricos. Era el mismo PSC de hecho
una coalición progresista con un proyecto modernizador que equilibraba un
catalanismo moderado con un socialismo democrático. El PSC se convirtió también
en un eje vertebrador del sistema político catalán, en su particular vínculo
con el régimen constitucional español de 1978.
¿La agonía?
Aznar gobernó con los nacionalistas en 1996 |
Esta coalición social
empezó a debilitarse a partir de 1993. Durante los últimos tres años del
gobierno de Felipe se elevó la tensión y se resquebrajó la base social que el
PSOE había construido desde los años ochenta.
Es en ese contexto que
llega el gobierno de José María Aznar (1996-2004) con otro programa de
reformas, de liberalización económica, de recuperación del empleo, pero también
con el quiebre de grandes consensos sociales y políticos que se habían generado
desde los Pactos de La Moncloa.
El Partido Popular
(PP) había tenido también su particular evolución. Como artefacto político
funcionó para integrar a diversos cuadros del franquismo en el sistema
democrático y para reconciliar a las bases sociales conservadoras que habían
apoyado a Franco con el régimen de 1978. Democratizar a la derecha española, al
franquismo, fue un gran mérito del PP en el sistema político. Con Aznar emerge
también una nueva generación conservadora, más tecnocrática y con un programa
económico liberal, que desarrollaron en sus ocho años de gobierno. El resultado
de las elecciones de 1996 obligó al PP a gobernar en coalición con nacionalistas
catalanes (CiU), vascos (PNV) y canarios (CC) pero cuatro años después el
resultado de una nuevas elecciones permitió un gobierno monocolor negado a
dialogar.
La emergencia de
nuevas conflictos sociales y políticos durante el gobierno de José María Aznar
había contribuido a conformar entonces nuevas coaliciones en la sociedad
española. Los nacionalismos periféricos (vasco, catalán, gallego, canario,
etc.), que habían gobernado con socialistas y populares en legislaturas previas
van a resentirse bajo la mayoría absoluta que Aznar gana en 2000. En esos
últimos cuatro años el PP intenta imponer su programa completo, incrementando
la conflictividad social y la resistencia de los partidos y movimientos
nacionalistas.
El precoz ascenso de ZP
La salida de Felipe
González derivó en un difícil proceso de sucesión, incluso generacional, dentro
del PSOE. De Josep Borrell a Joaquín Almunia se fue perdiendo la fortaleza de
la coalición social modernizadora y democratizadora. El triunfo de José Luis
Rodríguez Zapatero parecía ser parte de esta transición dentro del liderazgo
socialista, lo que implicaba la superación de la generación de la transición
democrática, y el ascenso de una nueva generación, con otros temas y
perspectivas que vinculaban la consolidación de la democracia con la emergencia
de códigos de cambio sociocultural, de políticas de igualdad que fueran más
allá del discurso económico, integrando temas de género, de minorías excluidas,
etc.
Pero lo que parecía
ser un paso más en una transición interna alcanzó precozmente la jefatura de
gobierno. Tras la torpeza del gobierno de Aznar antes los atentados del 11 de
marzo de 20o4 el triunfo del PSOE en las elecciones generales fue un cambio
inesperado. Rodríguez Zapatero llega a La Moncloa sin que se hubiera
consolidado la renovación del proyecto político del PSOE.
El gobierno de ZP
estuvo lleno de luces y sombras, con el ascenso de jóvenes socialistas a los
altos cuadros del gobierno de España, con políticas de ruptura frente a lo
concebido como tradicional, se profundizaron políticas de igualdad, de
inserción de la mujer, de reconocimiento a la comunidad LGBTI, de integración
de los migrantes, etc. Hubo una renovación rápida en el discurso y en las
políticas públicas españolas.
Primer gabinete de ZP |
Pero la falta de experiencia
pasó factura en algunos temas tradicionales, como la política y la economía. El
pase a retiro de la generación de la transición fue demasiado precoz. Con
políticos de alto perfil retirándose antes de los sesenta años de edad, se
despreciaron una experiencia y un conocimiento muy útiles para la democracia
española en momentos de crisis. Bajo ZP no se construyó una nueva coalición
sino un conglomerado tenso de políticas y de agendas progresistas dentro de una
plataforma diversa que aún no había cuajado por completo.
Estas limitaciones
cobraron su factura cuando llegó a España el impacto de la crisis económica
mundial de 2008, que se expresó en la crisis del ladrillo, y el derrumbe del
sector de la construcción. Los orígenes de la crisis española son previos al
gobierno de ZP, y deriva de decisiones tomadas por Aznar para liberalizar las
tierras, pero la evasión de la profundidad de la crisis durante la gestión de
Rodríguez Zapatero contribuyó a la derrota socialista en 2012 y al ascenso de
los populares con Mariano Rajoy.
Por otro lado, es
clave mencionar el nuevo papel que los nacionalismos periféricos, frente las
limitaciones del nacionalismo español, han jugado en este proceso. Durante la
gestión de ZP pareció dejarse atrás la violencia política en el País Vasco, lo
que representa un gran avance de la democracia española. Pero las dificultades
de los socialistas en Cataluña apenas habían comenzado, pronto el PSC iniciaría
su derrumbe al perder su capacidad de manejo del equilibrio entre la política catalana,
que viraba hacia el independentismo, y política que se dirigía desde Madrid.
Los indignados y la crisis del proyecto democrático
Indignados en Madrid, 2011 |
Para el año 2011 ya
era imposible eludir que la crisis económica había llegado a España,
convirtiéndose en una profunda crisis hipotecaria, la “crisis del ladrillo”.
Las presiones de la Unión Europea sobre España se incrementaron, las exigencias
de austeridad presupuestaria, lo que implicaba importantes recortes en materia
de gasto social del Estado, se convirtieron en temas de debate público
cotidiano. Los desahucios contra la población vulnerable, el aumento del
desempleo, con más énfasis en el juvenil, incrementaron la conflictividad
social y política.
El 15 de mayo de 2011
una plataforma diversa de movimientos sociales y organizaciones inició un
conjunto de movilizaciones en varias ciudades españolas, trayendo consigo la
aparición de nuevas reivindicaciones sociales con un discurso contra el status
quo de la política y de la economía española, una retórica antiestablishment
que caló profundamente en varias capas de la sociedad española, con mayor
énfasis en quienes habían sufrido lo peor de la crisis, jóvenes, pensionados,
articulado rápidamente por las redes sociales, con conexiones con el mundo
académico. Acá se estaba armando una nueva coalición social crítica frente a
las elites tradicionales, también frente a la institucionalidad democrática
española y europea. El Movimiento 15M nace de las entrañas de esta propuesta,
aquí están los antecedentes de Podemos.
Reforma pactada de 2011 |
La presión de la
famosa troika sobre el gobierno español arreció. El 23 de agosto de 2011, el
Jefe de Gobierno promueve la realización de una reforma constitucional para
incluir en la Carta Magna española el tema de los equilibrios presupuestarios y
la limitación a los déficits públicos. Fue votada esta reforma tanto por el PP
como por el PSOE, contando además con el apoyo de la Unión del Pueblo Navarro
(UPN). Al contar con un apoyo abrumador en la cámara no necesitó llevarse a
referéndum la reforma.
Este es el ambiente
con el que me encontré en España entre 2011 y 2012. Un descrédito profundo
contra la elite política tradicional por parte de los más jóvenes, un desprecio
también contra la Transición española y contra la institucionalidad democrática
que se había logrado construir desde 1978. El discurso del regeneracionismo
antipolítico y antipartido crecía como la verdolaga entre los jóvenes que no
conseguían una perspectiva de futuro. Como venezolano no pude dejar de percibir
en ese discurso analogías con el que existió en la Venezuela de los años 80 y
90. Más de tres décadas después de su transición a la democracia se estaba
viviendo un proceso de crisis de legitimidad del sistema democrático español.
Rubalcaba, control de daños |
El gobierno de ZP
estaba en una prolongada agonía. La campaña de Alfredo Pérez Rubalcaba, de los
mejores representantes de la vieja guardia del PSOE, cargaba con un fardo muy
pesado. Quedaba fundamentalmente por hacer una política de control de daños
para evitar que la crisis arrastrara a todo el PSOE hacia el desastre. Luego
tendría que venir la renovación.
Las elecciones de 2012
le dieron una holgada victoria a Mariano Rajoy y al Partido Popular, pero
detrás de las urnas electorales se venía conformando un amplio movimiento
social que tensaría los límites de la democracia española. El gobierno de Rajoy
puso en ejecución todo el proyecto de austeridad fiscal impulsado por la troika
de la Unión Europea. La reducción del gasto público, los recortes afectaron a
toda la sociedad española. A pesar de la recuperación económica, e incluso de
la recuperación de la capacidad de la economía española para generar empleo, el
daño social parecía profundizarse en determinados grupos vulnerables, lo que
rápidamente pasó a trasladarse a la emergencia de una nueva política. La crisis
tuvo una capitalización política y social, un conjunto de plataformas
ciudadanas empezó a abrirse paso entre los partidos políticos, frenando
desahucios, construyendo nuevas redes.
Sin “café para todos”
Mas y el giro independentista |
En Cataluña se vivía
un drama muy específico. Los nacionalismos periféricos tenían un lugar
privilegiado en el entramado constitucional español. El “café para todos” del
Estado de la Autonomías pretendía distribuir los beneficios entre todas las
comunidades autónomas, el sistema electoral favorecía la representación de los
partidos nacionalistas periféricos (como Coalición Canaria, el Partido
Nacionalista Vasco, Convergencia i Unió, ERC, etc.), por encima de partidos con
más votación pero repartidos en todo el territorio español (como el PCE y luego
IU). Tanto PSOE como PP pactaron en repetidas ocasiones con los nacionalistas
para fortalecer su gobernabilidad.
Pero la crisis también
rompería este equilibrio, fortaleciendo una nueva emergencia del catalanismo
independentista. Una vez que la política catalana gira hacia el independentismo
las tensiones empezaron a corroer al Partido de los Socialistas Catalanes
(PSC). Incapaz su dirigencia de manejar la tensión entre Madrid y Barcelona
empieza a perder su influencia regional, perjudicando fuertemente a todo el
PSOE, quien perdería su baza catalana. De ser el principal partido termina
descendiendo al quinto lugar. Esta misma deriva llevaría a la ruptura de
Convergencia i Unió (CiU) y a un fortalecimiento de la ERC y de la CUP. Pero, a
efectos del presente análisis, el impacto central deriva del derrumbe del PSC.
Los actores de la ruptura
Podemos apareció en
escena en las elecciones europeas del 25 de mayo de 2014, colándose con 5
escaños. Manejando un discurso contra el establishment político español, una dicotomía
que oponía a los de abajo contra los de arriba, los excluidos contra los
incluidos, los de fuera contra los de dentro, que contribuyó a capitalizar el
descontento con una estrategia de marketing muy efectiva y una organización
creciente.
Sostiene un discurso
de ruptura con el régimen político democrático que se inició en 1978,
insistiendo en repetidas ocasiones en una lectura negativa del proceso de
Transición, de los pactos y acuerdos que dieron paso a la democracia en España.
Ese rechazo a los acuerdos políticos se corresponde también a una actitud
crítica contra la institucionalidad política liberal y la deliberación plural,
más allá de la teatralidad de la tertulia televisiva.
Con cuadros
provenientes, en primera línea y en un primer momento, del mundo académico, con
amplia presencia de profesores de la Universidad Complutense de Madrid,
supieron aglutinar la base sociológica de los indignados, y del Movimiento 15M,
que se había lanzado a las calles tres años antes.
Ha sido un movimiento
pragmático en sus alianzas, tanto para financiarse como para proyectarse, sin
tener escrúpulos de buscar recursos del régimen autoritario venezolano como
para conseguir un canal en alianza con el régimen islámico de Irán.
Asimismo, ha
construido redes de alianzas locales y regionales, manejando un discurso
ambiguo frente a temas complejos, mientras se conecta con coaliciones de
ciudadanos que manejan dicotomías similares. Así, a pesar de no participar
directamente en las Elecciones Municipales de 2015, supieron cosechar
resonantes éxitos de sus “aliados” o compañeros de ruta en Barcelona, con Ada
Colau, y en Madrid, con Manuela Carmena, entre algunas otras importantes.
En algún momento quiso
evadir la dicotomía izquierda-derecha para consolidarse como fuerza anti status
quo en la más fructífera de abajo-arriba, pero decidió emplear una identidad
“socialdemócrata” para absorber el espectro sociológico de la izquierda. La
alianza con Izquierda Unida termina con configurar este perfil.
El otro nuevo actor es
el movimiento Ciudadanos. Tuve oportunidad de conocerlos como partido político
catalán en 2011 y 2012. En Cataluña el movimiento Ciutadans (C’s) asumía una
posición de centro, moderado, que defendía que la identidad catalana existía
dentro de la identidad española, y no en oposición a ella. Defendía la
educación en castellano al mismo nivel que la que se realizaba en catalán.
Estas políticas eran calificadas de “derecha” por una parte importante de la
opinión pública catalana.
Ciudadanos estuvo
cerca de construir una alianza con la Unión, Pueblo y Democracia (UPyD) de Rosa
Díez en elecciones previas, en un intento de crear un nuevo centro político que
rompiera la polarización española entre el PP y el PSOE. La incapacidad de
construir esa alianza y la proyección de Ciudadanos hacia toda España terminó
de sentenciar la decadencia de UPyD.
Con Albert Rivera a la
cabeza Ciudadanos ha tratado de configurarse como una fuerza del centro
político, abierta a alianzas tanto con el PP como con el PSOE. Su resultado
electoral estuvo muy por debajo de lo que las encuestas proyectaban. Al parecer
el electorado popular, del que parecía alimentarse, se nuclea en las coyunturas
electorales, más allá de los escándalos de corrupción.
Más allá del sorpasso
El PSOE se juega el futuro |
Las elecciones de diciembre
de 2015 dejaron abierto un escenario inédito en la democracia española. De un
sistema bipartidista sui generis, por la presencia de los partidos
nacionalistas como recurrentes aliados, se pasó a un escenario con cuatro
partidos fuertes, pero con grandes dificultades para constituir gobierno.
El Partido Popular, a
pesar de haber perdido muchos escaños y votos, parece encontrarse en relativa
comodidad como primera fuerza, aunque no pueda formar gobierno. Lo más probable
es que el 26 de junio sea la fuerza más votada, contando con un electorado más
leal, teniendo el control de su espectro político y de su base sociológica.
Lo que hay que tener
claro es que la pelea del domingo es por el electorado progresista español, por
la base sociológica de la izquierda, es allí donde las mutaciones están
ocurriendo con rapidez. Los cambios en ese espectro pueden tener un impacto
decisivo en el sistema democrático español.
Parece ser Podemos,
ahora en alianza con Izquierda Unida, la más importante amenaza para el sistema,
justamente amenazando con desplazar al PSOE del segundo lugar. En las
elecciones de diciembre el avance de Podemos se realizó a expensas del
electorado tradicional del PSOE. Los socialistas quedaron desplazados por
Podemos entre el electorado urbano de las principales ciudades, así como entre
los sectores más jóvenes, de donde se reclutan los principales cuadros de los
partidos progresistas.
Pedro Sánchez (PSOE)
se encontró en un difícil predicamento luego de las elecciones de diciembre.
Podemos se estaba comiendo su electorado desde abajo. Eso determinaba el margen
de maniobra de Pedro Sánchez. Si apoyaba en Rajoy en una gran coalición como la
alemana, podía terminar como el PASOK griego, perdiendo toda su base electoral
a manos de su competidor de izquierda. Pero lo mismo podía ocurrir si se aliaba
con Podemos contra Rajoy. Intentó Sánchez infructuosamente construir alianzas a
tres a su alrededor, incorporando a Ciudadanos. Pero fue infructuoso. Se hizo
inevitable una nueva elección.
Claramente el objetivo
a corto plazo de Podemos no es derrotar al PP ni sustituir a Mariano Rajoy en
La Moncloa, sino desplazar al PSOE en el electorado de la izquierda española.
La alianza con Izquierda Unida apunta en esa dirección. De lograr el sorpasso solo sería cuestión de tiempo
para que Pablo Iglesias gobierne España desde La Moncloa.
El ascenso de Podemos
puede convertirse en el inicio del fin del régimen democrático derivado de la
Transición. A pesar de que ha insistido últimamente en mostrar un perfil socialdemócrata
su programa económico no es claro, aunque parecen reivindicar las reformas
iniciales de los griegos de Syriza, así como muestra admiración por el régimen
venezolano.
En manos del Partido
Socialista Obrero Español (PSOE) se encuentra la defensa de la democracia
española, de los avances que se han venido construyendo social, política y
económicamente, y también la posibilidad de avanzar en una reforma sustancial,
progresista, modernizadora, del pacto constitucional que une a los españoles.
En materia de la reforma del Estado de las Autonomías ha propuesto el PSOE la
creación de un Estado Federal. La apuesta por una izquierda responsable ha sido
siempre la baza central del PSOE de la democracia. Esta es la encrucijada en
que se encuentra España. En pocas horas veremos hacia donde se dirige la
voluntad de los españoles.
Palacio de La Moncloa |
Sobre España escribo desde
el afecto, desde la cercanía, por las relaciones históricas que nos vinculan de
ambos lados del Atlántico. Quienes luchamos por la democracia somos compañeros
donde quiere que estemos. Permaneceremos pendientes.
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