Hace 23 años el sistema expulsó a CAP de la Presidencia |
Carlos Andrés Pérez, El Gocho, político de Acción Democrática, con una dilatada
trayectoria, que gobernó Venezuela entre 1974 y 1979, había sido electo en
diciembre de 1988 con mayoría absoluta de votos, 3.879.024 sufragios,
derrotando a Eduardo Fernández, El Tigre,
de COPEI, a Teodoro Petkoff, del MAS, y a otros candidatos. El 2 de febrero de
1989 había asumido por segunda vez en su vida la Presidencia de Venezuela.
Desde que el Viernes
Negro, el 18 de febrero de 1983, se inició la devaluación del bolívar y se
estableció un régimen de cambio diferencial, los venezolanos se habían venido
empobreciendo, la crisis se había expresado en pérdida del poder adquisitivo de
los salarios, inflación, fuga de capitales y endeudamiento.
Esta crisis no era exclusiva de Venezuela, la
mayoría de los países latinoamericanos estaban pasando por crisis similares, y
se estaban iniciando reformas institucionales para responder a esta situación.
El programa modernizador
El 2 de febrero de 1989 asumió la Presidencia |
Al llegar al Palacio de Miraflores, el Presidente Carlos
Andrés Pérez impulsó un amplio proceso de transformación política y económica,
conocido como el Gran Viraje. Al reformarse en plena crisis, el sistema
empezaría a crujir.
Se combinaban dos grandes líneas de política en el
programa de reformas. Primero, avanzar en el proceso de descentralización, como
respuesta a la detectada crisis de credibilidad del sistema democrático. Pretendiendo
acercar la democracia a los ciudadanos. Permitiendo la elección de los
gobernadores por voto directo, restableciendo la figura del alcalde, también
electo por el voto de los ciudadanos del municipio. Impulsando también la
democratización de los partidos políticos, tradicionalmente centralizados y
verticales, estimulando procesos más transparentes a los ciudadanos.
Una parte importante de lo discutido en la Comisión
Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE) desde 1984 se pondría en
práctica luego de 1989, con el impulso voluntarista del presidencialismo
venezolano.
Segundo, al mismo tiempo impulsó Carlos Andrés Pérez
un programa de reformas económicas, conocido como el Gran Viraje, que se
centraba en la apertura y liberalización de la economía venezolana, eliminación
del control de cambio, reformas legales para facilitar el ingreso de las
inversiones extranjeras, procesos de privatización de empresas públicas
deficitarias, avanzar en la incorporación de Venezuela a la Organización
Mundial de Comercio, reducción de aranceles y de subsidios para generar un
mercado más competitivo.
Para el desarrollo de su Gran Viraje construyó un
gabinete joven, con varios tecnócratas y expertos. Alejandro Izaguirre en
Interiores. Enrique Tejera París en Exteriores, quien luego sería sustituido
por Reinaldo Figueredo. Eglée Iturbe de Blanco en Hacienda. Italo del Valle
Alliegro en Defensa. Moisés Naím en Fomento. Gustavo Roosen en Educación.
Felipe Bello en Sanidad. Fanny Bello en Agricultura. Marisela Padrón en
Trabajo, luego Germán Lairet. Gustavo Rada en Transporte, luego Roberto Smith.
Luis Beltrán Guerra en Justicia. Celestino Armas en Energía y Petróleo. Enrique
Colmenares Finol en Ambiente. Luis Penzini Fleury en Desarrollo Urbano. Sonia
Essenfelf en Familia. En la Secretaría Reinaldo Figueredo, luego Jesús Ramón
Carmona. En CORDIPLAN se destacaría Miguel Rodríguez. En el Fondo de Inversiones
de Venezuela primero Eduardo Quintero, y luego Gerver Torres. En Cultura, José
Antonio Abreu. En Ciencia Dulce Arnao de Uzcátegui. Como Ministro de Estado
para la Descentralización, fue escogido Carlos Blanco, quien había sido
Secretario de la COPRE.
La terapia de shock desarrollada tuvo un primer
impacto negativo durante 1989, el PIB cayó más de ocho puntos, mientras que la
inflación se elevó a 84,5% y la pobreza se incrementó. La economía volvió a
crecer en 1990, en más de cinco por ciento, elevándose luego a 9,2% en 1991. En
1992 la economía seguía creciendo. Pero, tras un proceso de antejuicio por
corrupción, en mayo de 1993, a menos de un año de entregar la Presidencia,
Carlos Andrés Pérez se ve obligado a renunciar. A Pérez no lo tumbó Chávez. Carlos
Andrés Pérez derrotó a Chávez y sostuvo a la democracia. Al Presidente lo
derribó el sistema que quiso reformar.
La coalición conservadora, entonces y ahora
El 27F El Caracazo ¿cambió todo? |
Prácticamente desde el inicio el gobierno de Pérez
tuvo que enfrentar importantes resistencias. Soportó una ola de protestas y
saqueos en Caracas y otras ciudades entre el 27 de febrero y el 1º de marzo de
1989, huelgas de varios gremios entre 1990 y 1991, así como dos intentos de
golpe de Estado protagonizados por militares, el 4 de febrero y el 27 de
noviembre de 1992.
Contra las reformas modernizadoras impulsadas por
Pérez se construyó una inmensa coalición sociopolítica, que incluía a sectores
conservadores de derecha y sectores de izquierda. Tanto la descentralización
como la apertura y liberalización económica generaban perdedores dentro del
sistema.
El golpismo militar |
La resistencia a la descentralización formaba parte
de una corriente más ortodoxa de la mentalidad en partidos y en la
intelectualidad. El miedo a la creación de caudillos locales, a la dispersión
de la nación, a la disgregación y la anarquía en el Estado. Gonzalo Barrios en
AD, Rafael Caldera en COPEI, Arturo Uslar Pietri entre los intelectuales,
presentaron sus duras críticas a la descentralización, advirtiendo, cada uno
por su lado, sobre los peligros de debilitamiento del Estado.
Frente a la reforma económica la coalición era mucho
más dispersa, encontrándose presentes desde empresarios que habían sido protegidos
por políticas de subsidios y altos aranceles, hasta sectores sociales que se
empobrecían por el aumento de los precios de productos y servicios públicos.
La movilización social contra las reformas marcó todo
el período, la emergencia de La Causa Radical, como actor político de primer
orden, capitalizaba políticamente esta efervescencia en la protesta. Desde el
sindicalismo hasta el magisterio, desde Guayana hasta Caracas, las protestas se
hacían recurrentes. El 27 de febrero, El
Caracazo, había creado un quiebre en la protesta social, iniciando un vasto
movimiento contra El paquete y contra
Pérez.
Uslar Pietri, el intelectual, el Notable |
Es importante recordar la aparición del grupo de Los Notables, formado por intelectuales conservadores
de diversos orígenes, por empresarios e influenciadores importantes de la
opinión pública. Personajes como Luis Vallenilla, Miguel Ángel Burelli Rivas,
Arturo Uslar Pietri, etc., hicieron una poderosa campaña atacando la moralidad
del Presidente y rechazando todo el paquete de medidas.
Esa coalición conservadora bloqueó las reformas, contribuyó
a la salida de Carlos Andrés Pérez del poder. Apoyaron en las elecciones de
1993, divididos, a La Causa R y a Rafael Caldera. Acompañaron al gobierno de
éste último hasta 1997, por lo menos. Una parte importante de estos grupos
auparon a Chávez en 1998. Bajo el signo de esa coalición conservadora todavía
vivimos.
Aprendizaje: el imperativo de las reformas y la certeza de la resistencia
Caldera, el antipaquete |
Desde 1993 hasta la actualidad hemos vivido marcados
bajo las líneas definidas por la coalición conservadora, por el bloque
antipaquete, por los conceptos deificados y maldecidos durante ese lustro. El
chavismo se formó en medio de ese clima de opinión, antipartido, antipolítico,
antipaquete, inventándose un monstruo neoliberal y construyendo una épica en su
contra.
Es acá donde quiere dirigir la reflexión. Las
sociedades latinoamericanas vivieron en los ochenta la crisis de la deuda, una
crisis económica que obligó a un proceso de reformas del Estado en los años 90.
El tema de la estabilidad macroeconómica se convirtió en un mantra
imprescindible para sanear las economías de la región. Se cometieron diversos
errores, fue un proceso conflictivo y los resultados estuvieron por debajo de
las expectativas. Economistas y políticos mucho aprendieron de los errores de
los años ochenta y noventa. A estas alturas del siglo XXI difícilmente las
reformas se plantearían de la misma manera, a la misma velocidad.
Venezuela no superó esa crisis. De hecho no cerramos
ese ciclo, un segundo programa de reformas, la Agenda Venezuela, se desarrolló entre 1996 y 1998, pero también
quedó truncado por la caída de los precios del petróleo y las elecciones
presidenciales de 1998.
Todos sabemos la profundidad de la crisis que
vivimos en Venezuela en 2016. Padecemos la escasez de comida, de medicinas, la
inseguridad, la delincuencia impune.
La agenda que empezó a debatirse en Venezuela en
1984 aún está sobre la mesa. La integración económica con el resto del mundo,
la necesidad de inversiones privadas extranjeras, la recuperación de la
productividad y las reformas a los mercados internos para convertirlos en
oportunidades de inversión.
Palabras que se han convertido en maldiciones para
el chavismo tendrán que volver a discutirse con seriedad en nuestro país:
apertura, liberalización económica, privatizaciones, sustitución de subsidios
universales por directos, reformas en el mercado laboral. En materia política existe
hoy un consenso más amplio: la descentralización tiene hoy un amplio apoyo.
Las condiciones institucionales hoy son mucho peores
que las que Venezuela tenía en 1989.
Nada debió salir mal entonces, todo puede salir
mal hoy. El margen de maniobra de la elite política modernizadora hoy es mucho más
estrecho que en ese momento. La resistencia estructural al cambio puede ser menor
porque la sociedad ha venido aprendiendo que el guión conservador no funciona, pero
la gobernanza de las reformas será más complicada de construir porque la sociedad
se ha desinstitucionalizado y el Estado ha retrocedido en su capacidad operativa
real. Todo esto hay que tomarlo en cuenta.
¿Podemos superar la crisis sin retomar el viejo debate? |
Hoy, treinta y tres años después del Viernes Negro, veintitrés años después
de la caída de Pérez y de la elección de Caldera, dieciocho años después de la
victoria de Chávez, ¿podemos superar la presente crisis sin dar los debates postergados?
¿La coalición conservadora cuyos conceptos han definido los mapas de nuestra
política desde 1993 sigue vigente? ¿De dónde vendrán las resistencias a un
nuevo programa de reformas modernizadoras? ¿Cómo hacer gobernables las reformas
que necesita Venezuela para salir de la crisis estructural que vivimos?
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