Estamos celebrando cincuenta y
siete años del derrocamiento de la dictadura militar encabezada por Marcos
Pérez Jiménez, así como también celebramos el inicio de cuatro décadas de
continuo gobierno democrático. Dos hechos distintos que parecen coincidir en un
mismo momento, pero cuya comprensión nos obliga a acercarnos a ellos con una
mirada atenta a la complejidad de un proceso de cambio político, a la transición
de un gobierno autoritario a una democracia.
En retrospectiva la historia hoy puede
parecer sencilla. Ante el levantamiento del pueblo y de las Fuerzas Armadas el
dictador levanta vuelo huyendo en La Vaca
Sagrada. Deja atrás a un pueblo unido que da inicio pacífico a una nueva
democracia, moderna y funcional. Unas Fuerzas Armadas democráticas, unidas, expulsaron
al elemento extraño que parecía haberlas manipulado durante una década, y se
comprometieron a sostener al recién nacido régimen democrático. Así escrita la
historia parece hermosa, pero paradójicamente los procesos históricos están
lejos de ser lineales, se encuentran llenos de encrucijadas difíciles y
meandros sinuosos. Este caso no fue la excepción.
El derrocamiento de Pérez Jiménez
no tenía necesariamente que convertirse en el inicio de la democracia. Para que
esto fuera posible la sociedad venezolana tuvo que sortear un conjunto de
amenazas y tentaciones que la pusieron a prueba durante todo el año de 1958.
La capacidad para construir
acuerdos, sociales, políticos, económicos a lo largo de este año en las
condiciones más difíciles, fue clave para evitar la regresión autoritaria y
militarista, que estuvo siempre presente como tentación y amenaza. Sin acuerdos
como el Avenimiento Obrero Patronal o como el Pacto de Puntofijo es probable
que no se hubiera podido consolidar el régimen democrático, y hoy nuestra memoria
histórica del 23 de enero de 1958 estaría marcada más por la recurrente frustración
cívica que por el amanecer de la era democrática.
El derrumbe
Cinco años de dictadura personal, una década militar |
La caída de Pérez Jiménez es la
última etapa de la crisis del gobierno militar instaurado en noviembre de 1948.
El segundo semestre de 1957 se caracterizó por la crisis económica, vinculada
con la reducción en la compra de petróleo por parte de EEUU, con la creciente
deuda interna del gobierno con los constructores privados, y con el aumento del
desempleo en las grandes ciudades, especialmente en Caracas. A lo largo de 1957
se fue viniendo abajo lo que quedaba de la coalición que había sostenido a la
dictadura durante casi una década.
Por su parte, las fuerzas
contrarias a la dictadura aumentaban y se incrementaba su unidad. La Iglesia
Católica dio su aldabonazo el 1° de mayo de 1957, con la pastoral de Monseñor
Arias Blanco. En junio la conformación de la Junta Patriótica representó la
unificación de las iniciativas de la resistencia interna de Acción Democrática,
del Partido Comunista de Venezuela, de Unión Republicana Democrática y de
COPEI. Los líderes en el exilio también dieron importantes pasos hacia una
acción conjunta, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, y Rafael Caldera terminaron
reunidos en Nueva York, contando incluso con la presencia del viejo
expresidente Eleazar López Contreras.
Los últimos meses fueron de caída
libre. Por ejemplo, las movilizaciones estudiantiles del 21 de noviembre contra
el fraudulento plebiscito que se realizó el 15 de diciembre, donde los
demócratas tomaron la decisión de no participar, marcaron el derrumbe.
La pastoral de Monseñor Arias abrió la brecha |
En la noche del 31 de diciembre
para el 1° de enero de 1958 se mostraron las fisuras internas de las mismas
Fuerzas Armadas, cuando aviones militares sobrevolaron Caracas y una columna de
tanques, al mando de Hugo Trejo, se levantó y pretendió avanzar contra la
capital. El núcleo del soporte institucional de la dictadura también se
derrumbaba.
Las fuerzas vivas, grupos
organizados, gremios, intelectuales, periodistas, empezaron a realizar
pronunciamientos públicos contra la dictadura, aspecto que se acentuaría
durante los primeros días del mes de enero de 1958.
La huelga general convocada por
la Junta Patriótica se inició el 21 de enero de 1958, terminando de quebrar las
últimas líneas de resistencia de la dictadura. A Marcos Pérez Jiménez se le
permitió abandonar el país el 23 de enero, rumbo a Santo Domingo, donde el
tirano Rafael Leonidas “Chapita” Trujillo, lo esperaba con los brazos abiertos.
El inicio de la transición: desbrozando el camino a la democracia
Cae Pérez Jiménez, pero los militares siguen en el poder |
En enero de 1958 nada estaba
asegurado. El derrocamiento de una dictadura militar no implica necesariamente
la instauración inmediata de un régimen democrático, de hecho la posibilidad la
sucesión controlada por los militares podía degenerar en un nuevo gobierno
controlado por el mismo sector castrense.
La experiencia histórica
venezolana no parecía llamar al optimismo en 1958. Apenas nueve meses había
durado la Presidencia de Rómulo Gallegos, el único electo por voto universal,
directo y secreto. A lo largo de más de un siglo de vida republicana distintas
formas de autoritarismo, caudillismo y personalismo habían marcado el devenir
político venezolano. La década militar había sido la última expresión de una larga
sucesión de gobiernos autoritarios.
Las condiciones económicas
tampoco eran las mejores. La crisis que se inició en 1957 parecía agudizarse en
1958. EEUU había reducido la compra de petróleo venezolano y eso no parecía
cambiar a corto plazo. La inestabilidad política aumentaba la incertidumbre y
el riesgo económico. La fuga de capitales se hizo presente porque no eran
claras las perspectivas venezolanas. Desempleados llenaban las calles de la
ciudad capital, construcciones paradas a la expectativa del resultado del
cambio. El Plan de Emergencia fue la respuesta política de la Junta de Gobierno
a la tensión social vinculada con el desempleo. Esto desestabilizó aún más las
finanzas del Estado durante ese año.
La primera Junta Militar sustituye a MPJ |
El primer momento de la sucesión
se resolvió dentro de la misma institución militar. El gobierno personal de
Marcos Pérez Jiménez fue sustituido por una nueva Junta Militar presidida por
Wolfgang Larrazábal. La presencia en ella de los coroneles Roberto Casanova y Abel
Romero Villate, motivó la protesta de Hugo Trejo, militar que había liderado el
alzamiento del 1° de enero. Esta presión derivó en la expulsión de estos dos
oficiales, de la Junta y del país, y su sustitución por dos civiles, Eugenio
Mendoza y Blas Lamberti.
Este solo fue el primer episodio
de una serie de situaciones críticas que tuvo que sortear el proyecto
democrático para abrirse paso durante 1958, lo que eso derivaba del reposicionamiento
de varios actores e instituciones en una situación de alta incertidumbre, donde
no estaba claro que tipo de régimen se instauraría en Venezuela.
En primer lugar debemos mencionar
la intranquilidad de los sectores militares, quienes habían manejado el poder
durante la década previa. El intervencionismo militar en la política impedía la
institucionalización democrática. El caso de Hugo Trejo es sumamente
interesante, en los primeros meses de 1958 pretendió ser un factor de poder
entre los militares y la ciudadanía, presionando políticamente en un sentido o
en el otro a partir de su “liderazgo militar”. Esto creaba resistencias y
tensiones entre los militares. En abril de 1958 se le hizo escoger entre una
embajada en Costa Rica o la cárcel. Trejo salió para San José.
El segundo factor a tomar en
cuenta es el retorno de los exiliados y la emergencia de los partidos políticos,
de los sindicatos y el movimiento obrero, a la vida pública legal. El retorno
al debate político plural, la reaparición de las organizaciones, otrora
demonizadas por el gobierno militar, a la vida pública, el regreso de líderes
que habían sido perseguidos generaría resistencia entre los sectores militares
más conservadores.
De igual manera la
reinstitucionalización de los partidos políticos derivaría en otra tensión,
esta vez con la Junta Patriótica, que será progresivamente ampliada, para luego
ser lanzada a la periferia de las decisiones políticas conforme las direcciones
nacionales de los partidos políticos se consolidaban como centros de dirección
política en Venezuela.
Encrucijadas críticas
Graves momentos de tensión se
vivieron entre enero y diciembre de 1958, que estuvieron cerca de llevar a
Venezuela a la regresión autoritaria de una nueva dictadura militar. En este
recorrido veremos algunas de las amenazas que hubo que enfrentar, los incentivos
que hicieron posible los grandes acuerdos políticos y sociales que desbrozaron
la ruta de la democracia, en un terreno en el que no había nada garantizado.
El recibimiento de Nixon en Caracas fue agresivo |
Primero, las relaciones entre
obreros y patronos. La crisis económica tuvo un importante impacto en el
desempleo. Esto creaba las condiciones para un aumento de la conflictividad laboral.
Ante esto el gobierno respondió con el Plan de Emergencia. El movimiento
obrero, en proceso de reconstrucción luego de la dictadura, intentó evitar que legítimas
movilizaciones reivindicativas fueran excusa para una regresión autoritaria. El
Comité Sindical Unificado inició negociaciones con la Federación de Cámaras y
Asociaciones de Comercio y Producción (Fedecámaras) hasta firmar, el 24 de abril,
el Avenimiento obrero-patronal que pretendía garantizar paz laboral sin
despidos injustificados.
Segundo, la visita del
vicepresidente de los Estados Unidos de América, Richard Nixon, en mayo. El
gobierno republicano de Eisenhower había apoyado diversas dictaduras en América
Latina. La gira que su Vicepresidente realizó por la región fue inoportuna y
contó con el rechazo activo de muchos ciudadanos. Su estadía en Caracas generó
fuertes protestas, llegando a poner en riesgo incluso la integridad física de
Nixon. A pesar de que todos los partidos políticos rechazaron estos ataques por
considerarlos irresponsables y temerarios, el impacto político fue alto,
incrementando las tensiones en el proceso de democratización.
Líderes contra el golpe de Estado de Castro León |
Tercero, los intentos de golpe de
Estado de altos oficiales del ejército. En julio, Jesús María Castro León, Ministro
de Defensa de la Junta de Gobierno, se alza en armas, pretendiendo evitar la
realización de las elecciones, ilegalizar a partidos como Acción Democrática y
el PCV, expulsar a varios dirigentes y restablecer el régimen militar autoritario.
Es derrotado con la gente en la calle. Dos meses después, en septiembre, Juan
de Dios Moncada Vidal también se alza, aunque también es derrotado se hace
evidente que la regresión autoritaria es una amenaza real.
Cuarto, las dificultades para
construir una candidatura única de las fuerzas democráticas en medio de la
crisis. Desde que se convocaron las elecciones hubo intentos de que se
presentara una candidatura presidencial única para las elecciones de diciembre.
Muchas conversaciones entre dirigentes políticos y sociales se realizaron en
medio de este esfuerzo infructuoso. En octubre se inscribieron las candidaturas
presidenciales. El cuatro de octubre Wolfgang Larrazabal aceptó la candidatura
de Unión Republicana Democrática. Rafael Caldera se convierte en candidato de
COPEI el siete. El trece Rómulo Betancourt es proclamado como candidato de
Acción Democrática.
El Pacto de Puntofijo: la viabilidad de la democracia
Sin Pacto de Puntofijo la democracia no se consolida |
Es más fácil proclamar la unidad
que construirla, no es un problema de voluntarismo sino de capacidad y
habilidad para construir un terreno común sobre el cual generar acuerdos
viables. La unidad soñada, ideal, proclamada bajo el nombre del Espíritu del 23
de enero, era en gran parte un cúmulo de buenos deseos, un clima de opinión
pública con dificultades para hacerse operativo en la práctica. El paso de la
unidad soñada a la unidad viable es el camino que se recorre del 23 de enero al
31 de octubre de 1958, que finaliza con dos documentos fundamentales en la
historia contemporánea de Venezuela, el Pacto de Puntofijo y el Programa Mínimo
Común.
El Pacto de Puntofijo, suscrito el
31 de octubre por Acción Democrática, COPEI y URD hizo posible la
institucionalización de la democracia, mostrando la unidad de las fuerzas
civiles frente a la amenaza cierta de una regresión autoritaria militar. En
resumen se acuerda el respeto al resultado electoral, la instauración de un
gobierno de Unidad Nacional y la redacción de un programa común. A pesar de que
el Partido Comunista de Venezuela fue excluido del Pacto de Puntofijo la
dirección nacional de este partido apoyo lo establecido en el mismo, excepto en
lo que se refería a la existencia de varias candidaturas a la Presidencia.
Un día antes de las elecciones
presidenciales, el seis de diciembre de 1958, los tres candidatos
presidenciales, Betancourt, Larrazabal y Caldera, firman el Programa Mínimo
Común, que establece los grandes consensos del proyecto nacional democrático que
se desarrollarían los siguientes veinte años. Aspectos que habían sido parte de
agrias polémicas en las décadas anteriores, como la educación, la Reforma Agraria,
la política petrolera, así como el rol del Estado y del sector privado en la
economía, están ahora incorporados dentro de un gran consenso político.
Rómulo Betancourt es electo
Presidente de la República el siete de diciembre de 1958, iniciándose cuarenta
años de régimen democrático, de gobiernos civiles. Durante el gobierno de
Betancourt se consolidan nuevos acuerdos, como el Concordato con la Santa Sede
que racionaliza las relaciones del Estado con la Iglesia Católica, se redacta
una nueva Constitución por consenso plural, pero las bases del sistema
democrático habían sido montadas durante el difícil año de 1958, no el 23 de
enero, sino a lo largo de más de trescientos días de tensiones, incertidumbre y
conflictos que impulsaron la construcción de los grandes consensos.
Comentarios