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1958: la alborada democrática más allá del 23 de enero

Estamos celebrando cincuenta y siete años del derrocamiento de la dictadura militar encabezada por Marcos Pérez Jiménez, así como también celebramos el inicio de cuatro décadas de continuo gobierno democrático. Dos hechos distintos que parecen coincidir en un mismo momento, pero cuya comprensión nos obliga a acercarnos a ellos con una mirada atenta a la complejidad de un proceso de cambio político, a la transición de un gobierno autoritario a una democracia.

En retrospectiva la historia hoy puede parecer sencilla. Ante el levantamiento del pueblo y de las Fuerzas Armadas el dictador levanta vuelo huyendo en La Vaca Sagrada. Deja atrás a un pueblo unido que da inicio pacífico a una nueva democracia, moderna y funcional. Unas Fuerzas Armadas democráticas, unidas, expulsaron al elemento extraño que parecía haberlas manipulado durante una década, y se comprometieron a sostener al recién nacido régimen democrático. Así escrita la historia parece hermosa, pero paradójicamente los procesos históricos están lejos de ser lineales, se encuentran llenos de encrucijadas difíciles y meandros sinuosos. Este caso no fue la excepción.

El derrocamiento de Pérez Jiménez no tenía necesariamente que convertirse en el inicio de la democracia. Para que esto fuera posible la sociedad venezolana tuvo que sortear un conjunto de amenazas y tentaciones que la pusieron a prueba durante todo el año de 1958.

La capacidad para construir acuerdos, sociales, políticos, económicos a lo largo de este año en las condiciones más difíciles, fue clave para evitar la regresión autoritaria y militarista, que estuvo siempre presente como tentación y amenaza. Sin acuerdos como el Avenimiento Obrero Patronal o como el Pacto de Puntofijo es probable que no se hubiera podido consolidar el régimen democrático, y hoy nuestra memoria histórica del 23 de enero de 1958 estaría marcada más por la recurrente frustración cívica que por el amanecer de la era democrática.

El derrumbe

Cinco años de dictadura personal, una década militar
La caída de Pérez Jiménez es la última etapa de la crisis del gobierno militar instaurado en noviembre de 1948. El segundo semestre de 1957 se caracterizó por la crisis económica, vinculada con la reducción en la compra de petróleo por parte de EEUU, con la creciente deuda interna del gobierno con los constructores privados, y con el aumento del desempleo en las grandes ciudades, especialmente en Caracas. A lo largo de 1957 se fue viniendo abajo lo que quedaba de la coalición que había sostenido a la dictadura durante casi una década.

Por su parte, las fuerzas contrarias a la dictadura aumentaban y se incrementaba su unidad. La Iglesia Católica dio su aldabonazo el 1° de mayo de 1957, con la pastoral de Monseñor Arias Blanco. En junio la conformación de la Junta Patriótica representó la unificación de las iniciativas de la resistencia interna de Acción Democrática, del Partido Comunista de Venezuela, de Unión Republicana Democrática y de COPEI. Los líderes en el exilio también dieron importantes pasos hacia una acción conjunta, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, y Rafael Caldera terminaron reunidos en Nueva York, contando incluso con la presencia del viejo expresidente Eleazar López Contreras.

Los últimos meses fueron de caída libre. Por ejemplo, las movilizaciones estudiantiles del 21 de noviembre contra el fraudulento plebiscito que se realizó el 15 de diciembre, donde los demócratas tomaron la decisión de no participar, marcaron el derrumbe.

La pastoral de Monseñor Arias abrió la brecha
En la noche del 31 de diciembre para el 1° de enero de 1958 se mostraron las fisuras internas de las mismas Fuerzas Armadas, cuando aviones militares sobrevolaron Caracas y una columna de tanques, al mando de Hugo Trejo, se levantó y pretendió avanzar contra la capital. El núcleo del soporte institucional de la dictadura también se derrumbaba.

Las fuerzas vivas, grupos organizados, gremios, intelectuales, periodistas, empezaron a realizar pronunciamientos públicos contra la dictadura, aspecto que se acentuaría durante los primeros días del mes de enero de 1958.

La huelga general convocada por la Junta Patriótica se inició el 21 de enero de 1958, terminando de quebrar las últimas líneas de resistencia de la dictadura. A Marcos Pérez Jiménez se le permitió abandonar el país el 23 de enero, rumbo a Santo Domingo, donde el tirano Rafael Leonidas “Chapita” Trujillo, lo esperaba con los brazos abiertos.

El inicio de la transición: desbrozando el camino a la democracia

Cae Pérez Jiménez, pero los militares siguen en el poder
En enero de 1958 nada estaba asegurado. El derrocamiento de una dictadura militar no implica necesariamente la instauración inmediata de un régimen democrático, de hecho la posibilidad la sucesión controlada por los militares podía degenerar en un nuevo gobierno controlado por el mismo sector castrense.

La experiencia histórica venezolana no parecía llamar al optimismo en 1958. Apenas nueve meses había durado la Presidencia de Rómulo Gallegos, el único electo por voto universal, directo y secreto. A lo largo de más de un siglo de vida republicana distintas formas de autoritarismo, caudillismo y personalismo habían marcado el devenir político venezolano. La década militar había sido la última expresión de una larga sucesión de gobiernos autoritarios.

Las condiciones económicas tampoco eran las mejores. La crisis que se inició en 1957 parecía agudizarse en 1958. EEUU había reducido la compra de petróleo venezolano y eso no parecía cambiar a corto plazo. La inestabilidad política aumentaba la incertidumbre y el riesgo económico. La fuga de capitales se hizo presente porque no eran claras las perspectivas venezolanas. Desempleados llenaban las calles de la ciudad capital, construcciones paradas a la expectativa del resultado del cambio. El Plan de Emergencia fue la respuesta política de la Junta de Gobierno a la tensión social vinculada con el desempleo. Esto desestabilizó aún más las finanzas del Estado durante ese año.

La primera Junta Militar sustituye a MPJ
El primer momento de la sucesión se resolvió dentro de la misma institución militar. El gobierno personal de Marcos Pérez Jiménez fue sustituido por una nueva Junta Militar presidida por Wolfgang Larrazábal. La presencia en ella de los coroneles Roberto Casanova y Abel Romero Villate, motivó la protesta de Hugo Trejo, militar que había liderado el alzamiento del 1° de enero. Esta presión derivó en la expulsión de estos dos oficiales, de la Junta y del país, y su sustitución por dos civiles, Eugenio Mendoza y Blas Lamberti.

Este solo fue el primer episodio de una serie de situaciones críticas que tuvo que sortear el proyecto democrático para abrirse paso durante 1958, lo que eso derivaba del reposicionamiento de varios actores e instituciones en una situación de alta incertidumbre, donde no estaba claro que tipo de régimen se instauraría en Venezuela.

En primer lugar debemos mencionar la intranquilidad de los sectores militares, quienes habían manejado el poder durante la década previa. El intervencionismo militar en la política impedía la institucionalización democrática. El caso de Hugo Trejo es sumamente interesante, en los primeros meses de 1958 pretendió ser un factor de poder entre los militares y la ciudadanía, presionando políticamente en un sentido o en el otro a partir de su “liderazgo militar”. Esto creaba resistencias y tensiones entre los militares. En abril de 1958 se le hizo escoger entre una embajada en Costa Rica o la cárcel. Trejo salió para San José.

El segundo factor a tomar en cuenta es el retorno de los exiliados y la emergencia de los partidos políticos, de los sindicatos y el movimiento obrero, a la vida pública legal. El retorno al debate político plural, la reaparición de las organizaciones, otrora demonizadas por el gobierno militar, a la vida pública, el regreso de líderes que habían sido perseguidos generaría resistencia entre los sectores militares más conservadores.

De igual manera la reinstitucionalización de los partidos políticos derivaría en otra tensión, esta vez con la Junta Patriótica, que será progresivamente ampliada, para luego ser lanzada a la periferia de las decisiones políticas conforme las direcciones nacionales de los partidos políticos se consolidaban como centros de dirección política en Venezuela.

Encrucijadas críticas

Graves momentos de tensión se vivieron entre enero y diciembre de 1958, que estuvieron cerca de llevar a Venezuela a la regresión autoritaria de una nueva dictadura militar. En este recorrido veremos algunas de las amenazas que hubo que enfrentar, los incentivos que hicieron posible los grandes acuerdos políticos y sociales que desbrozaron la ruta de la democracia, en un terreno en el que no había nada garantizado.

El recibimiento de Nixon en Caracas fue agresivo
Primero, las relaciones entre obreros y patronos. La crisis económica tuvo un importante impacto en el desempleo. Esto creaba las condiciones para un aumento de la conflictividad laboral. Ante esto el gobierno respondió con el Plan de Emergencia. El movimiento obrero, en proceso de reconstrucción luego de la dictadura, intentó evitar que legítimas movilizaciones reivindicativas fueran excusa para una regresión autoritaria. El Comité Sindical Unificado inició negociaciones con la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción (Fedecámaras) hasta firmar, el 24 de abril, el Avenimiento obrero-patronal que pretendía garantizar paz laboral sin despidos injustificados.

Segundo, la visita del vicepresidente de los Estados Unidos de América, Richard Nixon, en mayo. El gobierno republicano de Eisenhower había apoyado diversas dictaduras en América Latina. La gira que su Vicepresidente realizó por la región fue inoportuna y contó con el rechazo activo de muchos ciudadanos. Su estadía en Caracas generó fuertes protestas, llegando a poner en riesgo incluso la integridad física de Nixon. A pesar de que todos los partidos políticos rechazaron estos ataques por considerarlos irresponsables y temerarios, el impacto político fue alto, incrementando las tensiones en el proceso de democratización.            

Líderes contra el golpe de Estado de Castro León
Tercero, los intentos de golpe de Estado de altos oficiales del ejército. En julio, Jesús María Castro León, Ministro de Defensa de la Junta de Gobierno, se alza en armas, pretendiendo evitar la realización de las elecciones, ilegalizar a partidos como Acción Democrática y el PCV, expulsar a varios dirigentes y restablecer el régimen militar autoritario. Es derrotado con la gente en la calle. Dos meses después, en septiembre, Juan de Dios Moncada Vidal también se alza, aunque también es derrotado se hace evidente que la regresión autoritaria es una amenaza real.

Cuarto, las dificultades para construir una candidatura única de las fuerzas democráticas en medio de la crisis. Desde que se convocaron las elecciones hubo intentos de que se presentara una candidatura presidencial única para las elecciones de diciembre. Muchas conversaciones entre dirigentes políticos y sociales se realizaron en medio de este esfuerzo infructuoso. En octubre se inscribieron las candidaturas presidenciales. El cuatro de octubre Wolfgang Larrazabal aceptó la candidatura de Unión Republicana Democrática. Rafael Caldera se convierte en candidato de COPEI el siete. El trece Rómulo Betancourt es proclamado como candidato de Acción Democrática.

El Pacto de Puntofijo: la viabilidad de la democracia

Sin Pacto de Puntofijo la democracia no se consolida
Es más fácil proclamar la unidad que construirla, no es un problema de voluntarismo sino de capacidad y habilidad para construir un terreno común sobre el cual generar acuerdos viables. La unidad soñada, ideal, proclamada bajo el nombre del Espíritu del 23 de enero, era en gran parte un cúmulo de buenos deseos, un clima de opinión pública con dificultades para hacerse operativo en la práctica. El paso de la unidad soñada a la unidad viable es el camino que se recorre del 23 de enero al 31 de octubre de 1958, que finaliza con dos documentos fundamentales en la historia contemporánea de Venezuela, el Pacto de Puntofijo y el Programa Mínimo Común.

El Pacto de Puntofijo, suscrito el 31 de octubre por Acción Democrática, COPEI y URD hizo posible la institucionalización de la democracia, mostrando la unidad de las fuerzas civiles frente a la amenaza cierta de una regresión autoritaria militar. En resumen se acuerda el respeto al resultado electoral, la instauración de un gobierno de Unidad Nacional y la redacción de un programa común. A pesar de que el Partido Comunista de Venezuela fue excluido del Pacto de Puntofijo la dirección nacional de este partido apoyo lo establecido en el mismo, excepto en lo que se refería a la existencia de varias candidaturas a la Presidencia.

Un día antes de las elecciones presidenciales, el seis de diciembre de 1958, los tres candidatos presidenciales, Betancourt, Larrazabal y Caldera, firman el Programa Mínimo Común, que establece los grandes consensos del proyecto nacional democrático que se desarrollarían los siguientes veinte años. Aspectos que habían sido parte de agrias polémicas en las décadas anteriores, como la educación, la Reforma Agraria, la política petrolera, así como el rol del Estado y del sector privado en la economía, están ahora incorporados dentro de un gran consenso político.

Rómulo Betancourt es electo Presidente de la República el siete de diciembre de 1958, iniciándose cuarenta años de régimen democrático, de gobiernos civiles. Durante el gobierno de Betancourt se consolidan nuevos acuerdos, como el Concordato con la Santa Sede que racionaliza las relaciones del Estado con la Iglesia Católica, se redacta una nueva Constitución por consenso plural, pero las bases del sistema democrático habían sido montadas durante el difícil año de 1958, no el 23 de enero, sino a lo largo de más de trescientos días de tensiones, incertidumbre y conflictos que impulsaron la construcción de los grandes consensos.

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