La construcción de la ciudad, para los que la habitamos día a día, se convierte en una geografía emocional. Caracas fue, durante mi infancia y mi adolescencia, una ciudad luminosa, plena de experiencias, que marcaron lo que hoy soy.
He visto pasar la ciudad luminosa y hospitalaria de mi infancia, la urbe conflictiva de mi adolescencia, hasta encontrarnos en esta urbanidad degradada, violenta e intermitente de mi adultez. El oscuro escenario que vimos los caraqueños el 13 de enero, y que el resto del país vive desde hace más de un año, es signo de las dimensiones del atraso a que nos enfrentamos.
Durante el siglo XX Caracas pasó de ser la ciudad de los techos rojos a una urbe moderna y trepidante, la labor eficiente de la Electricidad de Caracas, como compañía privada, acompañó este proceso de crecimiento. La aparición de cada nueva urbanización, barrio, sector, venía acompañada de la inmensa red de servicio eléctrico, alumbrado público, servicio domestico, etc., como expresión de acceso caraqueño a la modernidad tecnológica.
La obligada interconexión de los servicios de la Electricidad de Caracas al sistema eléctrico nacional, que tenía como fuente la central hidroeléctrica del Gurí, gran obra de la democracia, marcó un punto de inflexión en la historia de la modernización de la ciudad. De una luminosa Sabana Grande en donde siempre era de día, a la inmensa red de transporte subterráneo del Metro de Caracas, la expansión de nuestra moderna ciudad se alimentaba y consolidaba alrededor de la electricidad.
La presencia de la luz eléctrica se convirtió en la normalidad del paisaje urbano, en un signo ubicuo de la modernidad, tan generalizado en Caracas que no motivaba mayores conflictos ni protestas.
En torno a todo esto reflexionaba mientras veía la oscuridad adueñarse, intermitente, de los escenarios de mi ciudad, otrora luminosa, como la expansión de “la nada” que, en una historia leída en mi adolescencia, se tragaba un mundo de sueños.
La oscuridad llega a Caracas, pero persiste su presencia en el resto del país. La indolencia, incompetencia e irresponsabilidad del gobierno nacional, se expresa en la falta de mantenimiento e inversión en generación y distribución de electricidad. Nuestro compromiso con la libertad, con la modernidad, con la democracia, se expresa en un verdadero proceso de iluminación para nuestra urbe, y para toda Venezuela. No podemos dejarnos vencer por la oscuridad, por las sombras del atraso.
[Artículo publicado originalmente en "Caracas es el reto", en el sitio de Stalin González]
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