¿Qué pasó el domingo 2 de diciembre de 2007? ¿Qué pasó ese fin de semana? A los venezolanos nos tocó protagonizar la construcción de un importante momento histórico para la democracia. La mayoría del pueblo venezolano que se expresó elevó un mensaje claro, abriendo la oportunidad de construir un espacio para la convivencia democrática, para la coexistencia civilizada, para la modernidad política, para la moderación, para que se construya la deliberación racional partiendo del reconocimiento de la diversidad, desde la pluralidad, por encima de la imposición autoritaria y arbitraria de una única subjetividad, del ego magnificado. Nos hemos reconocido prójimos.
Ha sido una victoria de todos los venezolanos porque ha sido la reivindicación de una política progresista, que asume la pluralidad, la diversidad, como riqueza fundamental. Ha sido un triunfo de las libertades por encima de la opresión, de la dependencia. Esta victoria de la libertad contra el despotismo nos habla de cómo una visión de futuro ha derrotado a nuestro atávico caudillismo, a la tradicional arbitrariedad, al secular despotismo decimonónico, por eso ha sido fundamentalmente un difícil triunfo del futuro democrático sobre el pasado personalista. La política se impuso por encima del chantaje, del autoritarismo, de la crispación. Es imperativo decir que ha sido una victoria de los moderados, de uno u otro lado, porque este resultado lleva a colocar la agenda radical en la periferia de la política.
Se abre una oportunidad para la política moderna ya que la agenda radical ha sido derrotada. ¿Cuál agenda radical ha sido derrotada? Por un lado, la agenda radical que, arbitraria y autoritariamente, trató de imponer el gobierno por medio de una “Reforma” para “constitucionalizar” una hegemonía personalista, el despotismo de una única voluntad sin límites. Por otro lado, también ha sido desplazada por los hechos la agenda radical de quienes hacían de la abstención el lema central de su propuesta política. Con el triunfo del NO hemos caminado firmes hacia un futuro posible, hemos protagonizado la recuperación de los valores de la democracia a través de la recuperación del valor del sufragio para cambiar la historia de la política venezolana.
Es momento de reflexionar sobre las dificultades que la sociedad democrática venezolana enfrentó para lograr dar este paso adelante. Nos enfrentamos a poderes hegemónicos, al uso indiscriminado de todo el presupuesto público colocado al servicio de la iniciativa autoritaria, nos enfrentamos al ventajismo y al abuso de poder, al intento de chantajear a los venezolanos, de colocarlos en medio de una lógica maniquea que desdibujaba la amenaza tras una retórica patriotera, tras un discurso de odio que se colocó, aprovechando las vulnerabilidades, en la sociedad. La crispación derivada de este mensaje de odio fue derrotada en este referéndum.
Varios factores fueron claves en este avance de la sociedad democrática y del pluralismo. Fue determinante el peso de un movimiento estudiantil del cual nos sentimos orgullosos. De igual manera hemos de reivindicar a los partidos políticos que asumieron el reto organizativo de construir una estructura para hacer posible ganar. La reivindicación de los partidos políticos es un imperativo en la construcción de una convivencia democrática. Igualmente, este triunfo no hubiera sido posible sin la disidencia crítica de sectores dirigentes del “chavismo” democrático.
Ahora insisto en que debemos caminar juntos sobre el terreno fértil de la convivencia posible. Me toca recordar lo que escribimos justo antes del referéndum del 2 de diciembre. Hoy se nos abre un espacio de oportunidad para la construcción de una convivencia democrática, para reconstruir la convivencia civilizada, constructiva, creando un espacio en que la disidencia pueda encontrarse en el marco de la deliberación, excluyendo la violencia de la política. Se abre el camino para trabajar y sembrar sobre el terreno común, colocar en tierra buena la semilla democrática, reconocernos, construir sobre lo que es capaz de unirnos, aquello que nos es común, una vocación por la paz, una percepción de la importancia de la autonomía humana, que el ejercicio de la ciudadanía solo es real desde la libertad, y que libertad es autonomía, que la solidaridad parte de reconocernos distintos pero prójimos, y que esta solidaridad solo es real cuando se construye desde la libertad. Ahondar en el trabajo sobre el terreno fértil es emprender la construcción de lo común para poder ser igualmente distintos, para disentir dentro de un pacto social. Insisto que el terreno sólo es fértil si nos podemos encontrar en él.
Construir institucionalidad para la democracia
El Presidente ya tiene escrita en titanio su fecha de caducidad: 2 de febrero de 2013. Por primera vez se nos abre una ruta clara para la construcción de una convivencia democrática en Venezuela. El reto de la alternativa democrática es seguir esa ruta, evitando desvíos, siguiendo un claro cronograma político y electoral. Los tiempos de la democracia contribuyen en este momento a normalizar la política, colocando plazos claros y término a los mandatos.
La abstención, a pesar de ese 45%, ha sido derrotada como “opción política”, por lo que la veremos reducir en la medida en que el discurso abstencionista se queda sin argumentos. Esto reposicionará los cuadros políticos, cambiando mayorías y minorías en las instituciones y en la sociedad. Con la emergencia de un nuevo proyecto democrático, con el trabajo organizativo de años, aparecerá una nueva mayoría.
En diciembre de 2008 llegaremos a las elecciones regionales, un nuevo mapa plural será el resultado previsible de dichas elecciones. Construir proyectos alternativos a nivel de Estados y municipios, así como el establecimiento de una política efectiva de alianzas, son los pasos a cubrir para alcanzar los espacios que la sociedad democrática merece en los poderes locales y regionales. Luego de las elecciones regionales tendremos un conjunto más pleno y plural de alcaldes y gobernadores provenientes de las filas democráticas, será el momento de la emergencia política de nuevos liderazgos.
Los avances en gobernaciones y alcaldías, en concejos municipales y legislaturas regionales, se proyectarán en las elecciones para diputados de la Asamblea Nacional en diciembre de 2010. Un Parlamento plural, que sea la representación de una sociedad igualmente plural, ha de ser el resultado final de esos comicios. Tras esto podremos llegar renovados a las elecciones presidenciales de diciembre de 2012. Unas elecciones sin que Hugo Chávez sea candidato.
Este cronograma nos llama a la normalización de la política venezolana. Dicha normalización pasa por el fortalecimiento de la institucionalidad política, de los partidos políticos democráticos modernos, de la construcción de una alternativa democrática estructuralmente organizada. Estamos protagonizando la nueva configuración de las familias políticas en Venezuela, la familia socialdemócrata, de centro izquierda, la familia socialcristiana o de centro derecha, y la familia socialista.
Esta normalización de la política pasa por la defensa de la institucionalidad liberal, esto unifica a quienes nos encontramos en la izquierda democrática, fundamentalmente socialdemócrata o socialista, y a quienes se encuentran en la centroderecha, liberal, socialcristiana o democristiana. ¿Qué nos toca defender? Las instituciones republicanas, el sistema democrático, las libertades individuales, la igualdad de oportunidades, el progreso social, el pluralismo.
El proyecto democrático alternativo que está surgiendo ha de tener un carácter eminentemente progresista, modernizador e incluyente. Debemos hacer de la deliberación racional el punto esencial de la convivencia democrática que nos toca construir juntos, el nuevo “consenso” se basa en el reconocimiento de la diferencia, de la pluralidad como riqueza fundamental de Venezuela. Eso es construir sobre el terreno común que la sociedad venezolana ha abierto.
No será fácil. Esta ruta estará llena de dificultades, la vocación totalitaria del régimen, del gobierno, del Presidente, está viva, y seguirá pugnando por imponerse. Serán cinco años difíciles, cinco años de lucha, de organización, probablemente viviremos más momentos de crispación y de tensión. El control institucional sigue siendo férreo. Pero el proyecto autoritario está tocado, no es invencible, y la dirección del viento ha cambiado. El lustro próximo será, si no nos enloquecemos, el ocaso de este proyecto de poder. En nuestras manos está la construcción de una verdadera alternativa democrática progresista.
El debate que evaden…
El “chavismo”, si quiere sobrevivir como alternativa de poder, debe superar a Chávez, institucionalizar un movimiento político, desprendido del personalismo, del mesianismo y del militarismo. Le tocará a ese inmenso movimiento que ha crecido durante estos años configurarse como organización permanente, liberándose de la omnipresencia de un único liderazgo. La autocrítica es el imperativo político, la reflexión seguida de acción transformadora. Les tocará resolver sus dilemas, sus contradicciones, sus paradojas, en los próximos años. Son una fuerza política importante en Venezuela y quedan cinco años de gobierno por delante, les toca gobernar.
Esto nos lleva a reflexionar sobre lo que le toca al Presidente durante el próximo lustro. Si alguna normalización política ha de ser clave esta es la del gobierno, que ha de dedicarse a gobernar, a responder a las necesidades cambiantes de la sociedad. Terminó la fase hiperbólica del proceso, no hay combustible para más megalomanía, ahora queda dedicarse a dejar una gestión. El “líder universal de la Revolución mundial” ha descendido al mundo de los mortales, de los finitos, de los que tienen un término, un fin, una fecha de caducidad, un “no va más”. Será hora de pensar en una gestión “normal” de 5 años, en la discusión que se dará dentro del movimiento por la “sucesión presidencial” y… finalmente, llegará el momento de hacer las maletas.
Hasta este momento el Presidente parece haber escogido otro camino, que lo llevará a la soledad, y puede perjudicar a toda la sociedad. Sobre el caso de Chávez me toca hablar desde la tristeza. La amargura es el signo del discurso posterior del Presidente: el insulto, las descalificaciones, el desprecio enfocado contra “el pueblo”, ese es el signo del ocaso de su liderazgo, por ese camino lo que queda es el derrumbe. Cuando señala que “el pueblo no está maduro para el socialismo” o que los ciudadanos de Miranda y de Caracas “me la deben”, es que no ha entendido nada, no ha entendido que el pueblo es más maduro que su Presidente, y que nadie está en deuda con él. En medio de su frustración y su desesperación emerge el “elitismo revolucionario”, la noción de vanguardia, esa amargura que no es más que el más profundo conservadurismo. Que duro le es aceptar que es finito… irremediablemente finito… 2 de febrero de 2013… y las maletas.
Comentarios
http://sicsemanal.wordpress.com/2007/12/10/hacia-la-institucionalizacion/
Un abrazo,
Guillermo Tell-