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El refrescante poder de los estudiantes


En el día del estudiante, 21 de noviembre, en conmemoración de la lucha que dieron contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, es refrescante ver la lucha que nuestros estudiantes están dando hoy, en todos los escenarios, por los valores democráticos en los que creemos los venezolanos. Lo interesante es que, en su novedad representan antiguas y recurrentes luchas. A lo largo del siglo XX, especialmente en el caso latinoamericano, hemos visto que la presencia de los movimientos estudiantiles ha sido un factor destacado para catalizar, evidenciar, y muchas veces potenciar, profundos cambios culturales, políticos, económicos y sociales en general. La democracia emerge joven y poderosa con el movimiento estudiantil que hoy se opone al autoritarismo.

Los estudiantes hacen historia

La frescura de las luchas estudiantiles tiene ya una dilatada historia, en el mundo, en Latinoamérica, en Venezuela. En su novedad se vincula también con antiguas convicciones, con antiguas luchas y luchadores. Solo para mencionar algunos ejemplos, las movilizaciones de los estudiantes durante las reformas en la Universidad de Córdoba, Argentina, en 1918 representan, de alguna manera, un punto de ruptura en la historia latinoamericana, la emergencia de una nueva generación cultural y política. El discurso de los estudiantes se levantó en contra de las estructuras autoritarias tradicionales.

Las reformas de Córdoba tuvieron un impacto generacional en todo el continente. Durante las décadas de los veinte y los treinta movimientos estudiantiles emergieron con propuestas políticas de avanzada en países tan diversos como Perú, Cuba, Venezuela, Guatemala, etc. La aparición del APRA en el Perú, con el liderazgo de Haya de la Torre, fue el anunció de que emergía una nueva concepción de la política en América Latina.

La Revolución de 1933 en Cuba tuvo también en el movimiento estudiantil uno de sus actores fundamentales. Durante el gran período de transformación del Estado cubano, desde la Revolución de 1933, la redacción de la Constitución de 1940, las vicisitudes de la conflictiva democracia hasta que el golpe de marzo de 1952 la sumergió en la oscuridad dictatorial que aún padece, el liderazgo que provenía de los movimientos estudiantiles fue muy importante.

En el caso venezolano es obligado mencionar el determinante peso histórico de la Generación del 28, que se levantó contra la dictadura gomecista y contra todo el entramado que la sostenía. Esta generación sería protagonista en la liquidación definitiva del gomecismo y en el nacimiento de la democracia venezolana, en la creación de los partidos políticos modernos, del movimiento sindical, de la sociedad organizada. Durante los grandes momentos de cambio histórico venezolano el movimiento estudiantil ha estado presente, al emerger el proyecto democrático en 1936, en 1945, con el nacimiento de la democracia en 1958.

Al ampliar el compás vemos que el gran cambio cultural de finales de los sesenta tuvo en los jóvenes y en los estudiantes a protagonistas esenciales. 1968 fue el año clave, el mayo francés, las protestas contra de la guerra de Vietnam, la Primavera de Praga, las protestas en México que desembocaron en la terrible matanza de Tlatelolco. Nuevamente jóvenes estudiantes llenaron las calles con sus voces.

La nueva generación estudiantil: el rostro del futuro

En 2007, vemos la presencia del movimiento estudiantil democrático en la Venezuela de principios del siglo XXI como el anuncio esperanzador de un futuro promisorio. El optimismo surge, en medio del autoritarismo que nos pretende aplastar como sociedad, al ver el vigor y la frescura de estas luchas democráticas. Estudiantes universitarios, provenientes de universidades privadas y públicas, de todas las regiones del país, de todas las clases sociales, inundando ciudades como Caracas, Maracaibo, Mérida, Barquisimeto, San Cristóbal, etc., es un fenómeno que nos habla de una convicción democrática común y de una organización creciente.

Asimismo, el discurso estudiantil nos está hablando de reconciliación, de la necesidad ineludible de construir una convivencia democrática para todos los venezolanos, nos habla de progreso, de futuro. Emerge nuevamente la lucha secular por nuestras libertades, larga lucha por valores comunes. La lucha por las libertades, contra la opresión y las privaciones, la lucha por la equidad, contra los privilegios y las injusticias, tiene en el movimiento estudiantil un dilatado aliento.

El movimiento estudiantil de hoy nos habla del largo futuro que tiene la democracia venezolana en el seno de nuestro pueblo. Este es uno de los aspectos que incomoda al autoritarismo actual, por eso reacciona con violencia, con rabia, con incomprensión, porque en el fondo esta reaccionando desde la ignorancia y la desesperación, desde su miedo a la pluralidad, a la diversidad, a la disidencia.

El gobierno actual, en medio de sus pretensiones totalitarias y de su represión, de su idea de eternizarse en el poder y de aplastar la autonomía de los venezolanos, observa el rostro del futuro en estos jóvenes demócratas. Este rostro los llena de inseguridad porque hace evidente su finitud. Mientras, para estos muchachos y muchachas, éste régimen autoritario yace envejecido en la historia, antiguo, vetusto, tradicional, irremediablemente moribundo.

El camino democrático es largo y difícil, nadie dijo que fuera fácil, ni breve. La prudencia y madurez demostrada por estos jóvenes nos muestra una conciencia democrática que se desarrolla con mucha rapidez. Son hijos y nietos de las únicas generaciones que han vivido democracia en Venezuela, y se oponen hoy a una larga tradición personalista, arbitraria, autoritaria, que ha dejado amarga huella en nuestra historia. Una de las cosas más trascendentes de lo que estamos presenciando es que el movimiento estudiantil está haciendo camino democrático al andar, está construyendo democracia en medio de su lucha, construye libertad al ejercerla contra el poder, amplía los espacios para la disidencia al disentir en las calles venezolanas. Por eso no puedo dejar de ser irremediablemente optimista.

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