"Porque estamos convencidos de encontrarnos luchando, cívica y democráticamente, por valores modernos que nos unen a todos, valores vivos en la cotidianidad del pueblo venezolano y en su propia historia: la libertad plena para todos y cada uno, la equidad y la igualdad de oportunidades, la solidaridad, la paz y el progreso..."
Se están marcando claramente los caminos que hemos de transitar. Por un lado tenemos el resurgir del caudillismo decimonónico, el militarismo tradicional, el personalismo político, la reacción disfrazada de “revolución”, el eterno afán conservador de convertir a la sociedad en una masa informe de siouiyes y aduladores, la sociedad al servicio de la estructuración de un proyecto faccioso de poder personal.
Esto no es nada nuevo, más allá de que la retórica del poder trate de ocultarse tras los restos de naufragios ideológicos y se alimente de ancestrales miedos, la realidad cada vez es más evidente: un hombre quiere eternizarse en el poder, destruyendo la autonomía y las libertades de los venezolanos. Llámenlo Monagas, Gómez, son otros nombres, otras épocas, pero similar afán. La imagen del caudillo, la negación de todo lo que la sociedad ha podido construirse a lo largo de nuestro siglo XX, la ciudadanía y la democracia, la alternabilidad de los gobiernos civiles. He aquí un camino, que no deja de tener el encanto de las vías fáciles, la promesa final de la solución sencilla a problemas complejos. He aquí entonces una Reforma Constitucional ranciamente conservadora y reaccionaria, la guinda de la torta de un movimiento que pretende aniquilar cualquier rastro de autonomía en la vida de los venezolanos.
Frente a esto encontramos otra búsqueda, diversa, plural, compleja. Al tratar de comprender aquello que ha movido a tantos (somos cientos, millares, millones) a marchar una y otra vez, a votar y a seguir en la lucha, a pesar del abuso, a pesar de enfrentarse al poder, más allá de la arbitrariedad que parece dominar siempre, más allá del despotismo redivivo, no podemos menos que señalar que hay algo profundamente arraigado en la sociedad venezolana.
La lucha que ha unido a tantos no es otra cosa que una lucha pacífica, ciudadana, cívica, por los valores comunes en los que creemos, por los que estamos dispuestos a vivir siempre. Estos valores los hemos construido los venezolanos a lo largo de nuestra historia, representan nuestra aprehensión, comprensión y aporte a la modernidad democrática latinoamericana. Estos luchadores que se encuentran en medio de una manifestación, en la cola de un centro de votación, en medio de una asamblea de ciudadanos, en un consejo comunal, en su red popular, en lugares tan distintos como Cabimas, Catia, el 23 de enero, Los Guayos, Guarenas, bajo el sol de Maracaibo o en las alturas merideñas forman parte de esta modernidad democrática venezolana. ¿Cuáles son los valores qué han movido a tantos? No son más que los valores de la democracia social que se encuentran regados en la sociedad, entre el pueblo, en la cotidianidad.
Primero, la lucha por la libertad plena, de todos y de cada uno, nos impulsa a ser libres de la opresión, de la enfermedad, de la ignorancia, del miedo. La señora María, saliendo de su humilde casa en la Cota 905, trabaja todos los días para ser cada vez más libre, para ver desarrollarse a sus hijos en libertad, con opciones de vida, con alternativas reales para progresar, sin dependencia, sin ataduras.
Asimismo, aquello que nos impulsa a rechazar el cuerpo de privilegios que el poder está acumulando y a desear que dichas libertades sean para todos es nuestra creencia en la equidad y en la igualdad de oportunidades. Libertad plena e igualdad de oportunidades son elementos indisolublemente ligados, la lucha por una Venezuela más justa y equitativa es también la senda del progreso que la Democracia Social marca cada día.
La Democracia Social en la que los venezolanos creemos es también solidaridad, fraternidad, somos un país solidario que defiende la posibilidad cierta de constituirnos diariamente en comunidad. Nuestra capacidad para aceptar la diversidad, para administrar los conflictos sin destruirnos, de construir soluciones para problemas que concebimos comunes es la evidencia más clara de que la solidaridad es un valor que practicamos.
El pueblo venezolano tiene más de un siglo sin sangrientas guerras, la paz es un valor consustancial con los venezolanos del siglo XXI. Al rechazar el militarismo, el caudillismo, la retórica agresiva rechazamos aquello que nos recuerda nuestras atávicas guerras civiles. La Democracia Social reivindica la paz.
Finalmente, avanzamos con irremediable optimismo, el progreso social para todos se convierte de esta manera en fe en nuestras propias capacidades para construir un futuro mejor.
Un Nuevo Tiempo nace con la convicción de luchar por un camino progresista y democrático junto con el pueblo venezolano: la Democracia Social. Un Nuevo Tiempo es evidencia de esa búsqueda, desde diversas fuentes, por diversos caminos, convergemos en la Democracia Social, la vía progresista venezolana de luchar por la libertad plena de todos los venezolanos, con equidad e igualdad de oportunidades, para construir un país en paz.
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