Las colas son síntoma de la crisis, no su causa |
Mientras centenares de miles de
ciudadanos hacen cola a la puerta de supermercados y farmacias, esperando
encontrar algún bien básico otrora accesible y ahora escaso, una pequeña nomenklatura
gubernamental, atrincherada en instituciones públicas, fortalece los múltiples controles
políticos sobre producción, distribución y consumo, creyendo que la dependencia
garantizará sumisión y control sobre una población que se empobrece rápidamente.
Al mismo tiempo se certifica
que el derrumbe económico ha impactado negativamente en lo social. La CEPAL señaló en su último informe que la pobreza en Venezuela había aumentado en 2013
hasta alcanzar a 32% de la población. Pero eso fue antes de que la caída del
ingreso petrolero en 2014 desnudará la pérdida de seguridad alimentaria
venezolana, traducida en desabastecimiento primero y luego en escasez. Para
finales de 2014, siguiendo una investigación realizada por equipos de la
UCV-UCAB-USB, las fronteras de la pobreza superaban al 48,4% de la población.
El discurso oficial de reducción de la pobreza se ha venido abajo, junto con la
esperanza de futuro de millones de familias de las zonas populares de Venezuela.
A lo que hemos de agregar el
impacto disolvente de la violencia cotidiana, impulsada por los altos niveles
de impunidad, que no solo se tradujo en 2014 en más de 25 mil víctimas mortales
de la delincuencia, sino que ha contribuido a desagarrar las redes cotidianas
de la vida en comunidad en Venezuela, donde la desconfianza, el miedo, la
incertidumbre han crecido día a día.
Más de 25 mil víctimas del hampa en 2014 |
En cuanto a la correlación y al
funcionamiento del poder también se refleja una terrible mudanza. La
nomenklatura que controla al Estado decidió en 2014 atrincherarse en el poder,
impedir cualquier tipo de apertura política en las instituciones, temiendo que
todo el tinglado se viniera abajo. En diciembre se perdió una oportunidad de
facilitar un ajuste en la correlación institucional del poder que le permitiera
al gobierno ampliar su legitimidad para enfrentar la crisis. Prefirieron
aislarse y esperar a que el temporal pasara. Esa abismal diferencia entre el
poder institucional y la sociedad empobrecida se expresa en una crisis política
profunda.
La trilogía crítica
La población empobrecida: drama social y económico |
De esta manera podemos concluir
que en Venezuela no se está viviendo simplemente una crisis, sino que
interactúan al unísono tres procesos críticos que avanzan a velocidades
distintas, y que nos acercan día tras día a un escenario posible de difíciles
transiciones:
- Una crisis económica que afecta nuestra capacidad de producir, transformar, distribuir, comercializar y consumir lo que la sociedad necesita, que se expresa en escasez, desabastecimiento, inflación y destrucción del valor de la moneda.
- Una crisis social que afecta la manera en que nos organizamos, convivimos, construimos un entramado común, una comunidad, crisis que se expresa en la desarticulación de las redes humanas que mantienen la cohesión social, en el empobrecimiento vinculado a una mayor dependencia, en fin, a una menor autonomía vital, a menor libertad. La proletarización de la clase media profesional es particularmente grave en este sentido. Hemos de agregar a esto la crisis de servicios públicos vitales como la salud, el servicio eléctrico y el agua.
- Y, por último, una crisis política, que se expresa en esa distancia entre la correlación institucional del poder y la realidad sociopolítica, con el consiguiente atrincheramiento de la nomenklatura, que afecta tanto representatividad como legitimidad del sistema. A lo que debemos sumar un funcionamiento interno del poder que lo incapacita para reconocer la legitimidad del otro.
Estos tres procesos avanzan a
velocidades distintas, interactúan entre sí agravándose, en la medida en que la
actuación gubernamental está marcada por una agenda que ha colocado en el
centro de sus objetivos la preservación de un poder centralizado,
desinstitucionalizado y permanente en manos de la nomenklatura militar-civil
que creció alrededor de la figura de Chávez y de los múltiples negocios que su
gestión de la economía venezolana propició.
La activación de los vasos
comunicantes entre los tres procesos críticos estará marcada por la capacidad
de movilización, por la organización de los actores sociopolíticos, y por la
capacidad de aprovechar las coyunturas de 2015. Efectivamente la llave para
revertir la degradación es fundamentalmente política, ya que las tres crisis
descansan en un funcionamiento y una correlación del poder que no solo divergen
terriblemente de la mayor parte de la sociedad sino que además le impiden a las
fuerzas productivas desarrollarse plenamente.
La respuesta a las expresiones
económicas de la crisis ha de ser fundamentalmente política, ya que en este
modelo político la gestión de la economía se encuentra incrustada en el centro
tanto del funcionamiento como de la correlación social e institucional de
poder.
Las transiciones que hemos vivido
El ortodoxo Jorge Giordani y su planificación centralizada |
Se ha hablado mucho de
transición a lo largo de esta década en Venezuela, pero bajo dos acepciones
completamente distintas, una que planteaba el tránsito del “capitalismo” al
“socialismo” y otra que hace énfasis en el cambio del autoritarismo a la
democracia. Hemos de repasar ahora el primer acercamiento, el que se generó a
partir del discurso y la práctica gubernamental.
A partir del momento en que
Chávez acuño el término del “Socialismo de siglo XXI” y pretendió cambiar las
relaciones de producción en la economía venezolana sectores oficialistas
empezaron a hablar de la “vía venezolana al socialismo” o de la transición del
“capitalismo al socialismo” en Venezuela.
En esta primera acepción el
tema central es cambiar las relaciones sociales de producción, tomando
progresivamente control de los medios de producción por parte del Estado, ahora
transformado estructuralmente, para crear una lógica productiva nueva, que no se guiara por el lucro.
En la práctica la estructura
económica de Venezuela efectivamente estaba cambiando, pero en un sentido
distinto al proclamado. La persecución contra productores nacionales, la
expropiación de tierras, silos, empresas, industrias, así como las invasiones
de terrenos rurales y urbanos se convirtieron en acción cotidiana.
Elías Jaua siendo ministro radicalizó expropiación de tierras |
Pero la toma burocrática de las
unidades de producción abandonó prontamente su carácter productivo, se
convirtieron los invasores o “tomistas” en funcionarios de quince y último, en
depositarios de una renta regular asignada por el gobierno para mantenerse
“ocupando” sus puestos, cuando no simplemente en saqueadores de dichas
empresas, en rematadores de los recursos de fincas y haciendas. No se
preocuparon por mantener o incrementar el ritmo de la producción ya que los
inmensos recursos provenientes de la venta de petróleo en el mercado mundial
permitían subsanar con importaciones la destrucción productiva generada con el
cambio.
No se puede negar que la
economía venezolana ha sufrido cambios estructurales de importancia. La
desaparición de sectores industriales enteros, incapaces de adaptarse a un
entorno hostil, de muchas redes de comercialización privada, sometidas a
controles burocráticos absurdos, la fuga de capitales o su volatización fruto
de la devaluación continua de la moneda, la práctica desaparición de la
inversión extranjera directa, la perpetuación del control de cambio, así como
la toma de control por parte del Estado de sectores enteros de la economía,
crearon una economía que acumula grandes distorsiones.
No se ha construido una
economía socialista, pero se ha desestructurado la economía capitalista que
existía antes en Venezuela. El populismo consumista pagado con la factura
petrolera ocultó la realidad de la demolición de los sectores productivos,
mientras mafias de importadores surtieron un mercado interno en expansión de
consumo pero sin desarrollo. Es tan claro el fracaso productivo del modelo
implantado en Venezuela que bastó la caída de los precios del petróleo para que
la pobreza ascendiera nuevamente, evidenciado que, más allá del consumo, no se
había trabajado en el desarrollo de nuestras capacidades.
La clase media profesional se proletariza y se autoxilia |
La proletarización de la clase
media profesional en el mismo momento en que una nueva boliburguesía ascendía a
altos niveles de consumo refleja ese fracaso. Por una parte, sectores
capacitados vieron desaparecer sus ahorros volatilizados por la devaluación, así
como sus expectativas de futuro, emprendiendo muchos de ellos el camino del
exilio económico. Mientras que, por la otra, los grandes negocios vinculados a
la circulación de los petrodólares generaron nuevos ricos sin producción,
importadores, negociantes, que aprovecharon los resquicios del poder para
acumular riqueza fácil.
Esta transición económica que
hemos vivido en Venezuela es un dato que no puede ser evadido. No estamos en la
Venezuela de 1999, ni en la de 2002. El Estado tiene un control inédito en todo
el proceso económico, desde la producción hasta el consumo final, desplazando
al sector privado a la periferia, pero alimentando inmensas redes de
corrupción. Ese es el desastroso resultado de la implantación de un modelo que
nunca se planteó generar algún tipo de incentivo para producir porque la
confianza en el recurso petrolero obnubiló a los decisores.
Por otro lado también hemos
presenciado una transición en la estructura política venezolana. No sólo estoy
hablando de la nueva Constitución de 1999 y de la construcción de todo un nuevo
entramado institucional. Hemos pasado de una democracia social-liberal en
crisis a un régimen autoritario competitivo, y a partir de éste nos hemos
estado deslizando desde 2010 en un tobogán de cambios que nos conduce cada día
más hacia un autoritarismo hegemónico.
La militarización autoritaria del poder en Venezuela es clara |
La retórica contra la
“democracia representativa”, postulando la “participativa y protagónica” como
alternativa, condujo a la disolución institucional de la democracia liberal,
vulnerando el Estado de Derecho hasta destruirlo. La campaña para construir el
“Estado Comunal” dominado por un “Poder Popular” que no fuera representativo ha
sido la última etapa que conduce a la disolución de los restos del Estado
Liberal para que sea sustituido por esquemas autoritarios.
Entonces hace tiempo dejamos de
ser una democracia pero, efectivamente, aún no estamos viviendo en una
dictadura, nos encontramos en medio de la deriva de un régimen autoritario
híbrido que, aunque conserva rituales provenientes de la democracia los vacía
de poder real, reduce el impacto de transformación de los rituales democráticos
en el cambio del poder.
La trilogía crítica, esa coexistencia
de crisis económica, social y política que estamos viviendo hoy, golpeó al
régimen en pleno proceso de destrucción de los patrones democráticos y de la
economía capitalista moderna, sin lograr aún asentar una economía “socialista”
ni un Estado “total” como parecía ser la intención de la nomenklatura
gobernante. Partiendo de este diagnóstico económico y político es que podemos
afrontar la buscada transición a la democracia en el contexto venezolano de
hoy.
Las transiciones que han de venir: ¿hay modelos?
Acá nos acercamos a la segunda
acepción de la transición: la sustitución del autoritarismo por la democracia.
La última ola de democratización en América Latina empezó en Ecuador y Perú
entre 1978 y 1979 y se extendió hasta Chile en 1990. Tras la caída del Muro de
Berlín se iniciaron otros procesos de cambio democrático en Europa central y
del Este que tuvieron destinos muy diversos.
Suárez y Juan Carlos I, España transita a la democracia |
Muchos han tendido a usar
modelos de transición para acercarnos a la comprensión de lo que se necesita en
Venezuela. Se ha hablado del modelo español, una transición a la democracia
construida desde el antiguo régimen, desde arriba, realizada a partir de
modificaciones de las instituciones autoritarias, con una apertura política y
social que permitió llegar a un sistema democrático como fruto de un ejercicio
de ruptura con continuidad. Los Pactos de La Moncloa partieron del
reconocimiento de la legitimidad de los actores, gobierno y oposición, para
hacer frente a la crisis económica y al cambio político de la época.
Hay otros que han hecho énfasis
en el modelo chileno, la creación de la Concertación Democrática, fruto de la
unidad de una parte importante de la oposición democrática, aunque no de su
totalidad, que permitió plantearle a la sociedad chilena una alternativa
superadora, ganar un referéndum y ganar las elecciones presidenciales. En el
caso chileno también pervivieron importante resabios de las instituciones
autoritarias bajo el régimen democrático.
Apelar a estos dos ejemplos,
más allá de sus méritos, tiene dos limitaciones importantes, si entendemos la
transición a la democracia a partir de las circunstancias actuales del sistema,
régimen y gobierno autoritario venezolano.
La Concertación Democrática en Chile abrió la democracia |
Primero, desde el punto de
vista político, no estamos viviendo una dictadura tradicional militarista, como
el caso de Pinochet, ni un régimen autoritario conservador, como en el caso del
franquismo, sino un régimen autoritario competitivo (cada vez menos
competitivo, cada vez más autoritario), mixto, híbrido, y eso tiene
implicaciones estratégicas al momento de enfrentarlo.
Segundo, y esto es vital para
afrontar la transición que hemos de construir en Venezuela, las transiciones a
la democracia, en España, en Chile, en casi toda América Latina, fueron
fundamentalmente transiciones políticas, así fueron concebidas y realizadas. Se
pasaba de una dictadura a una democracia, de un régimen político a otro. Pero en
Venezuela el trastorno económico, la acumulación de distorsiones económicas es
consustancial con la implantación de un modelo político, por ende, así como
decíamos hace unas semanas que la crisis económica es política, debemos decir ahora
que la transición ha de ser no solo política, sino también económica.
Tránsitos desde el Segundo Mundo: Europa central y oriental
“Polonia, diez años; Hungría, diez meses; Alemania del Este, diez semanas; Checoslovaquia, diez días; Rumania, diez horas…”
La caída del Muro de Berlín, el derrumbe simbólico del comunismo |
Para llegar nuevamente a
Occidente debemos mirar y aprender de la experiencia del Este. Es allí donde
tenemos un ejemplo contemporáneo de la coexistencia temporal entre cambio
político, cambio económico y cambio sociocultural, desde un régimen político
autoritario a uno democrático, desde una economía socialista a una economía capitalista
de mercado, desde una sociedad cerrada a una abierta.
Sin Gorbachov hubiera sido más difícil |
La experiencia de estas
transiciones, las “Revoluciones Gloriosas”, está aún sujeta a profundas
polémicas. No voy abundar en los detalles, sino que intentaré ejecutar un
acercamiento analítico. Lo primero que es necesario decir es que, salvo los casos
de Rumania y Yugoslavia, fueron pacíficas, y la sociedad civil organizada y en
proceso de organización fue clave por su presión democrática para hacer posible
el cambio. Señalar lo pacífico del proceso no debe confundirnos, hubo rupturas
y traumas, altos costos sociales, resurgimiento de antiguos temas como los
nacionalismos étnicos, la cultura autoritaria no desapareció por completo y
antiguas estructuras de poder sobrevivieron en la nueva economía.
Los cambios realizados durante
la década de los noventa en Europa del Este pueden ser entendidos como una
especie de secuencias en contrapunto entre democratización política,
liberalización económica y cambio sociocultural, cuyo desarrollo y desenlace
fue, en muchos casos, distinto de lo que los decisores hubieran deseado o
planificado. El punto de llegada no siempre terminó siendo una democracia
liberal plena con una economía de mercado moderna.
Para empezar, el legado económico
comunista era un pesado fardo para las sociedades de Europa del Este. Economías
cerradas, sin libertad económica ni productividad, con una planificación
centralizada que había fracasado estrepitosamente, con empresas
no-competitivas, con escasez de productos de primera necesidad, con alto nivel
de endeudamiento, alta inflación, mercados internacionales colapsados, e inmensos
déficit presupuestarios, en resumen, un escenario inicial que presentaba
grandes dificultades y una inmensa cantidad de distorsiones acumuladas.
Las colas en la URSS |
Se desarrollaron cuatro grandes
procesos de cambio como parte de la transición económica, primero la imprescindible
estabilización macroeconómica, en segundo lugar la liberalización, en tercer
lugar las transformaciones en la propiedad de los medios de producción, es
decir, los programas de privatización y, por último, el aspecto fundamental de la
creación de las nuevas instituciones económicas.
El debate entre gradualismo y
terapia de shock, el problema de las secuencias en las reformas, las
derivaciones monopólicas de programas de privatización mal llevados, el
traslado de las viejas estructuras de poder político a nuevas redes de poder
económico derivado del acceso privilegiado a información, el descuido respecto
al impacto social negativo que el retroceso del Estado generaría en una parte
importante de la sociedad, que se había acostumbrado a la dependencia estatal y
cuyas capacidades no estaban plenamente desarrolladas; todo esto nos lleva a aprender
de las grandes discusiones críticas de los programas de ajuste de los noventa.
Quiero hacer énfasis en el tema
institucional, el más político de todos, porque me parece clave para otorgar
viabilidad y sostenibilidad en el tiempo a las reformas. Este cambio
institucional implicó reformas legislativas, judiciales y administrativas, es
decir en el funcionamiento del poder, y está profundamente vinculado al cambio
democrático.
Vaclav Havel y la Revolución de Terciopelo, Praga |
En el aspecto legislativo las
nuevas instituciones debieron propiciar la creación de nuevas empresas, pero
también permitir su disolución, facilitar la liquidación de empresas estatales
deficitarias e improductivas, promover el ingreso de la inversión extranjera
directa. Implicaba esto la realización de una reforma bancaria para terminar
con los monopolios, al mismo tiempo que se adecuaba la regulación a las nuevas
características de un mercado que debía hacerse más competitivo. Debieron
redactarse nuevos códigos de comercio y códigos civiles, crear mercado de
valores, así como leyes que obligaran a las empresas a ser transparentes, etc.
Sin Estado de Derecho no había
posibilidad de que la economía volviera a florecer. Todo el aparato judicial tuvo
que reformarse para resolver disputas comerciales y contractuales, así como
ofrecer garantías efectivas de protección a los empresarios frente a abusos del
Estado y de las nacientes mafias. Administrativamente fue necesario crear un
sistema tributario que no fuera confiscatorio y un sistema de compensación para
los desempleados, así como fue necesario modificar sustancialmente la
administración bancaria.
Bucarest, es derrumbada la estatua de Lenin |
Así, la reforma de la economía,
para permitirle a estas sociedades volver a producir en libertad, implicaba también
grandes cambios políticos, desde la instauración del Estado de Derecho, de
tribunales independientes, de un Poder Judicial autónomo hasta la instauración
de la soberanía popular democrática, dejando atrás al comunismo.
La democratización política,
por su parte, pasaba por permitir el pluralismo, pasar del pensamiento único
impuesto por Pravda a la proliferación
de medios privados de comunicación, del dominio del partido único, como el
PCUS, a la explosión de una diversidad de movimientos y partidos políticos
nuevos. Era necesario crear nuevas reglas para que la soberanía popular se
expresara efectivamente, con elecciones libres y plurales. No fue un proceso
sencillo y la cultura autoritaria, con sus prácticas, siguió perviviendo.
La reforma política pasaba por
permitir a la sociedad controlar la acción del Estado. El sistema autoritario
hacía uso arbitrario y discrecional de la fuerza pública, de las policías
secretas y la transición solo sería posible si se ponía coto a estas prácticas.
Dividir los servicios secretos, afianzar el control parlamentario, garantizar
el debido proceso para proteger al ciudadano fue necesario para avanzar hacia
la democracia.
Lech Walesa y los obreros polacos |
El rol de las Fuerzas Armadas
también debió transformarse radicalmente, la despolitización, la creación de
una nueva doctrina y misión, la afirmación de la supremacía del poder civil, la
separación de la administración y del mando, propiciar una mayor integración
con la sociedad, e inculcar valores democráticos en los militares fueron
elementos fundamentales de este proceso.
Fueron emergiendo claramente patrones
de transformación sociocultural, nuevas reglas, nuevas pautas de comportamiento
en todos los ámbitos de la vida, desde el comunitario hasta el laboral, nuevas
libertades que implicaron aprendizajes acelerados para una población que había
estado sometida a esquemas autoritarios durante varias generaciones.
El puerto de llegada resultó
distinto a lo planteado cuando se inició el viaje, los resultados fueron muy
diversos. El caso más trágico fue el yugoslavo, Slobodan Milosevic pretendió
usar el discurso nacionalista serbio para evadir su responsabilidad en el
desastre económico. Se desató el monstruo de los nacionalismos étnicos,
religiosos, lo que derivó en una terrible guerra civil y en la desaparición de
Yugoslavia.
Rusia pasó por un importante período
de recesión económica y retroceso, dejando de ser la hiperpotencia de otrora.
Checoslovaquia se dividió, pero la economía checa logró recuperarse. Polonia y
Hungría también salieron adelante con sus reformas, aupando la aparición de regímenes
democráticos. La aparición de regímenes híbridos, crecientemente autoritarios pero
con rituales democráticos, terminó siendo el resultado final en Rusia, Georgia,
Bioelorrusia, Ucrania entre otros.
En ocasiones la mala gestión de
las reformas derivó, tras un período de empobrecimiento, en la creación de una
economía atrasada y penetrada por nuevas mafias. Pero muchos casos terminaron
en un éxito para las sociedades y para las fuerzas democráticas: se instauró la
democracia y se crearon las bases para una economía capitalista moderna. Por
ejemplo, la República Checa, Estonia, Polonia, Hungría, Eslovenia son
generalmente considerados casos exitosos entre quienes iniciaron las
transiciones post-comunistas luego de la caída del Muro de Berlín.
Acercamiento a unas conclusiones
¿Qué se puede aprender de las transiciones? |
¿Qué podemos aprender de las
transiciones en Europa central y oriental? Mucho, pero debemos prestar atención
también a las grandes diferencias de base. Para empezar en Venezuela es legal
el pluralismo político, las elecciones son regulares y competitivas, a pesar de
que cada día son menos libres, menos limpias y menos abiertas. Sobreviven aún
medios de comunicación social privados, aunque sometidos a grandes presiones que
llevan a algunos a la autocensura, mientras otros son adquiridos por la
nomenklatura gobernante a través de personas interpuestas.
La economía venezolana aún no
ha pasado por un proceso completo de control de los medios de producción por
parte del Estado, aunque parece claro que el objetivo gubernamental es reducir
el sector privado autónomo a su mínima expresión. La planificación
centralizada, al estilo soviético, no se ha instaurado por completo en
Venezuela, a pesar de los esfuerzos gubernamentales. Nos encontramos en ese
sentido también en un escenario híbrido, donde el sector financiero y bancario privado,
así como una inmensa red de importadores, ligados a la nomenklatura gobernante,
han resultado beneficiados.
Venezuela tiene una cultura
democrática que era casi inexistente en Europa central y oriental, ese es uno
de los factores que ha impedido que se imponga por completo el proyecto
totalitario, y es una base importante para reconstruir un régimen democrático.
La presencia de partidos políticos democráticos y de una sociedad civil activa
es clave en el éxito de estos procesos de transformación.
De igual manera, es importante
destacar que en la estructura económica venezolana hay una resiliencia organizacional
importante en el sector privado empresarial, en productores, industriales y
comerciantes acostumbrados a trabajar en un entorno hostil. La supervivencia de
estos emprendedores es un aspecto vital para darle viabilidad a las reformas
económicas.
Otro contraste salta a la
vista, esta vez negativo, en materia de orden público el Estado venezolano ha
venido retrocediendo de manera preocupante, no sólo hablamos de la delincuencia
desbordada, sino también de la entrega de territorios, urbanos y rurales, a
grupos armados organizados que amedrentan a la población, o de la presencia de cobradores
de vacunas en poblaciones del interior del país. La fragilidad, el debilitamiento
y la desinstitucionalización del Estado son un dato grueso que no debemos
olvidar al momento de construir una transición a la democracia, porque ha de
ser el Estado el que ejecuta y desarrolla el proceso de transformación
institucional.
Este es un pequeño abreboca, desde
Venezuela es necesario estudiar con cuidado los casos de Europa del Este porque
allí encontraremos elementos de coincidencia en procesos de transición a la
democracia desde un gobierno autoritario con el tránsito de una economía
controlada por el Estado, sin iniciativa privada, hacia una economía
capitalista moderna.
Comprender la coexistencia
entre estos procesos y los vasos comunicantes entre sí es una necesidad de
todos los demócratas venezolanos. Esto ha de estar claro para que se entienda
que pretender que haya en Venezuela una transición política a la democracia sin
dar respuesta al desmantelamiento económico sería un grave error a corto plazo.
La transición en Venezuela será política y será económica o seguiremos
hundiéndonos.
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