Eleazar López Conteras, una pesada herencia |
Tras casi tres décadas en el poder el tirano había muerto en
su cama el diecisiete de diciembre del año anterior. Su Ministro de Guerra y
Marina, Eleazar López Contreras, cabeza de la Fuerza Armada Nacional, controlaba
los resortes institucionales del poder. La pretensión del clan familiar de
heredar el país como patrimonio parecía haberse cerrado con la sorpresiva y
dramática desaparición física de Eustoquio Gómez.
Caracas, 1936, a días de la muerte de Gómez |
Los días posteriores fueron tensos y tumultuosos. Mientras
los exiliados retornaban a la patria y los presos políticos volvían a sentir la
calidez del aire de la libertad, multitudes saqueaban tanto las casas de
connotados gomecistas como los periódicos que hasta ayer gritaban loas al
dictador. Entre los últimos días de diciembre de 1935 y los primeros días de
enero de 1936 la prensa reseñó el aumento de los saqueos en varias partes del
país, incluso algunos gomecistas habían sido linchados por las pobladas
iracundas.
La calle estaba empezando a liberarse del miedo que había
sido impuesto por Gómez en 27 años de dictadura. Diez días después de la muerte
del tirano los trabajadores de los Telares San José, de los Autobuses del Este
y de la Fábrica de Tacones y Peines de Caracas se declararon en huelga
exigiendo aumento de salarios y mejora en las condiciones de trabajo. El 28 anunciaron
paro general los trabajadores de los telares de Valencia y Caracas, mientras un
millar de empleados estaba creando la Asociación Nacional de Empleados y
Dependientes de Comercio.
La sede de la Universidad Central en 1936 |
El dos de enero de 1936 los obreros del puerto de La Guaira anunciaron
su huelga. Al día siguiente una manifestación fue disuelta en Caracas al llegar
a la Plaza de La Pastora. El cuatro la Federación de Estudiantes de Venezuela protestó
contra la disolución de dicha protesta pidiendo respeto por los derechos
democráticos. Al mismo tiempo los trabajadores del Ferrocarril Inglés de La
Guaira se fueron a huelga solicitando aumento de salario.
El rector Rísquez |
El gobierno decidió recoger y empezar a imponer nuevamente el
orden. El cuatro el Ministerio de Relaciones Interiores informó que estaban
prohibidas las manifestaciones que no tuvieran autorización previa. En la Plaza
Bolívar de Caracas se realizó ese mismo día una manifestación exigiendo la
destitución de funcionarios y ministros gomecistas. Al día siguiente, 5 de
enero de 1936, Eleazar López Contreras suspende las garantías constitucionales y
el Gobernador Galavís impone la censura de prensa. El 28 de enero se creó una
Oficina de Censura.
Se promulgó un decreto restrictivo el 12 de febrero de 1936.
La Junta de Censura nombrada renunció al siguiente día en la mañana. Al mismo
tiempo periodistas y directores de la prensa caraqueña presentaron sus
protestas al gobierno, redactando un documento que empezó a circular. Recibieron
el respaldo de la FEV, de la Asociación de Escritores de Venezuela (AEC), de la
Asociación Nacional de Empleados, etc.
El poder de la gente: el parto democrático
La multitud agolpada |
Al otro día, 14 de febrero, en la mañana, se inició la
concentración en la Plaza Bolívar, una multitud con carteles que decían
“Queremos prensa libre”, “Queremos garantías”, “No somos comunistas”. A las
nueve de la mañana decidieron conformar una Junta Patriótica. En ese momento suenan
disparos desde la Gobernación de Caracas, la multitud es tiroteada, el saldo es
luctuoso, seis muertos y ciento cincuenta heridos. Pero la concentración
popular no se disuelve sino que se llena aún más. Se responsabiliza al prefecto
de Caracas, al Gobernador Félix Galavís, mientras algunos pintan en las
paredes, con sangre, la terrible frase: “Abajo los asesinos del pueblo”. El
prefecto fue destituido el mismo día.
Emerge la calle y la democracia |
Se convoca una manifestación cívica para esa misma tarde,
que será encabezada por el rector de la Universidad Central de Venezuela, Francisco
Rísquez y por Jóvito Villalba, presidente de la Federación de Estudiantes de Venezuela.
La multitud se dirige desde la UCV hasta el Palacio de Miraflores. Los
ciudadanos rodean por completo el Palacio Presidencial, López Contreras abre
las puertas, dejando entrar a Rísquez y a Villalba. Se le exige al Presidente
la restitución de las garantías y la eliminación de la censura de prensa, así
como la vigencia de todos los derechos ciudadanos. López accede plenamente. La
manifestación se dirige entonces al Panteón Nacional para cerrar la jornada,
allí varios discursos de nuevos dirigentes políticos, como Rómulo Betancourt, se
desatan sobre la multitud. Luego de culminada la manifestación, la gente vuelve
a sus casas, en paz, a organizar partidos, sindicatos, asociaciones gremiales,
ateneos, etc. Venezuela empieza a ser otra.
Las masas y la política |
Una semana después, el 21 de febrero de 1936, el Presidente
Eleazar López Contreras se dirige a la Nación, usando la radio, para anunciar
un Programa de gobierno a desarrollar, el famoso Programa de Febrero. Aún hoy
se discute si Alberto Adriani lo tenía preparado desde hace algún tiempo, como
es muy probable, o si se realizó para responder a la manifestación del 14, lo
que muchos creyeron entonces. La convicción de que se podía, con
manifestaciones de calle, mover al gobierno, cambiar una política, impulsar una
transformación en el funcionamiento del poder, es una de las convicciones que
le otorgan poder a la democracia y a sus movilizaciones, y es uno de lo primero
aprendizajes que podemos extraer del 14 de febrero.
Aprendizajes: la misma lucha
La superación de los miedos |
Manuel Caballero señala características relevantes del 14 de
febrero de 1936, entre ellas la emergencia de jóvenes que vienen con un nuevo
vocabulario, de la importancia de la noción del Partido que se irá
desarrollando desde entonces, de la reivindicación de los espacios sociales para
el ejercicio y profundización de la democracia: la Universidad y la prensa.
Pero va mucho más allá al analizar los eventos, cuando
señala la fecha como el nacimiento de la democracia en Venezuela a partir de la
liberación de dos grandes miedos que sostenían hasta entonces a la dictadura, el
miedo a la tiranía y el miedo a la guerra civil. Emerge entonces la democracia
venezolana en varias de sus acepciones claves, la expresión de una voluntad
popular en la calle, la existencia de una prensa libre, junto con el ejercicio
de la libertad de asociación y manifestación, de partidos políticos y del respeto
a los derechos humanos.
El proyecto nacional democrático venezolano había dado sus
primeros pasos durante las jornadas de 1928, pero fueron los eventos de 1936 los
que lo lanzaron literalmente a la calle, dándole vida a la democracia en el
seno y desarrollo de la misma sociedad.
Betancourt arengando en 1936 |
De allí se desprenden varios elementos que podemos reivindicar
hoy, setenta y nueve años después, de las jornadas del 14 de febrero de 1936: primero,
el poder de la emergencia de la democracia en las calles, presionando a las
instituciones, reivindicando derechos y libertades públicas; en segundo lugar, la
lucha por la existencia de organizaciones políticas, de partidos, gremios,
sindicatos, de una prensa libre y de una sociedad civil activa en la defensa de
lo público, de lo que nos es común, de un proyecto de construcción colectiva;
tercero, el carácter desarmado, pacífico de las movilizaciones; y cuarto, la
inexistencia de la “búsqueda” de un líder, el carácter anti caudillista y anti
personalista de la construcción democrática.
En 1936 el pueblo venezolano salió a la calle a construir
democracia, casi ochenta años después no hemos vuelto, porque la democracia se
construye desde lo público, volcados hacia la calle, no ensimismados ni
desesperanzados, sino construyendo vínculos con los demás, organizando
emprendimientos colectivos. Esa misma lucha sigue hoy, y somos sus
protagonistas.
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