Una de mis más recurrentes angustias, y que creo que es la que termina por envolver a todas las demás, es que en Venezuela corren malos tiempos para la autonomía en todas sus formas, y no estamos hablando únicamente de la autonomía universitaria, la autonomía del Banco Central, la autonomía de los poderes, sino fundamentalmente corren malos tiempos para la autonomía individual.
La lucha por la expansión de la autonomía individual es consustancial con la modernidad. El sujeto fundamental de la modernidad es el individuo racional, único, sujeto y no objeto, que no puede ser usado como un medio sino que es un fin en sí mismo. No queremos decir con esto que el proceso de afirmación del individuo moderno ha estado libre de escollos, todo lo contrario, sino que se ha venido convirtiendo en una fuerza motriz de una idea de progreso.
Hasta ahora hablamos del paradigma de la modernidad. Del paradigma moderno emergen las teorías políticas de nuestros tiempos. Desde el liberalismo hasta el mismo socialismo, las ideas fuerza de nuestros tiempos han pretendido finalmente reivindicar la libertad y la autonomía humana, no más recordar que el socialismo teorizado pretendía sacar al hombre del reino de la necesidad para que se colocará en el reino de la abundancia, dónde sería definitivamente libre. En este caso hablamos de paradigmas, no de realidades.
Reivindicar la autonomía individual es reivindicar la idea fundamental de la libertad humana, siguiendo en esa línea, desde una perspectiva global, el avance de la libertad para todos y cada uno implica avanzar de igual manera en términos de equidad. En ese estilo una de las reflexiones más fructíferas e interesantes sobre la libertad y su vinculación con el desarrollo es la realizada por Amartya Sen.
He aquí que tenemos largas tradiciones políticas que reivindican la autonomía humana, la libertad, desde la dilatada tradición liberal hasta la tradición socialista, en su vertiente socialdemócrata. He aquí que la confianza en las potencialidades del ser humano lleva a la confianza fundamental en la idea de progreso, de allí que gran parte de las tradiciones modernas y “libertarias” se asumen como progresistas y asumen la política como un ejercicio de liberación.
Pero he aquí que la autonomía humana, arrancada todos los días a las distintas privaciones que nos atan, se articula con una característica de todo el devenir histórico humano, somos homo faber, la reivindicación de nuestra libertad humana se la arrancamos en primer lugar a la naturaleza, nuestra libertad se fortalece en el control que podemos llegar a tener (o suponemos tener) sobre nuestras circunstancias, empezando por la naturaleza que nos rodea. Esta característica, sustancialmente humana, ser creadores de cultura, nos lleva por la senda de la técnica hacia la tecnología. Empezamos por usar las primeras herramientas y nos encontramos en un mundo hiperindustrializado, es la condición humana.
Se incorpora ahora la noción relacional de poder, capacidad de influir en el otro, de hacer circular nuestra voluntad en la otredad, la reivindicación de la autonomía individual ha surgido en el seno de sociedades concretas, con relaciones de poder históricamente conformadas. La expansión técnica ha contribuido a la formación de estructuras de poder, es decir, finalmente de control, cada vez más complejas. El Estado Nacional ha sido la forma de poder históricamente más contemporánea. Es en su seno donde la autonomía individual ha luchado por crecer y expandirse, hasta superar sus fronteras. Ahora se habla del fin del Estado, pero el poder está allí, de la mano de la expansión técnica.
La autonomía individual ha tenido que afirmarse también frente al poder de las estructuras, organizaciones, y ha creado mecanismos diversos para controlar el poder, o los poderes, de allí que la reflexión central de la tradición liberal es la limitación del poder en nombre del individuo. El poder de cada uno es la reivindicación de la libertad frente a los grandes “Poderes”. La reivindicación de la libertad es la lucha contra las diversas formas de dependencia y privación, la liberación es fundamentalmente frente a lo externo que nos oprime.
Pero, igualmente el poder es útil para la protección y, lo que es aún más importante, para la expansión de la libertad, las políticas sociales de empoderamiento, la educación para todos, los sistemas de salud para todos, contribuyen a la lucha contra las privaciones y contra las redes de dependencia. Por eso el hombre no puede prescindir del poder, como no puede prescindir de la técnica, ya que en el fondo están profundamente relacionadas. Pero para evitar la destrucción de la libertad todo poder ha de tener un contrapoder, propiciando un difícil e inestable equilibrio de fuerzas. El poder ha de funcionar para fortalecer la libertad en la sociedad, para propiciar el desarrollo humano de todos y cada uno, por ende, el poder ha de estar atado.
He aquí que el poder de la técnica esconde una conocida paradoja, en su relación con el poder. Los últimos años hemos visto un conjunto de reflexiones optimistas respecto al potencial liberador que la expansión tecnológica tiene durante los últimos años. La paradoja surge de la expansión de la técnica en un escenario desigual, con fuertes poderes y una sociedad débil. El poder sin límites puede controlar y emplear ilimitadamente la tecnología a su propio servicio. La democratización de la tecnología pasa por la diversificación de su control y no por su concentración.
¿Dónde está la fortaleza de la sociedad? En la fortaleza de sus componentes y en la fortaleza de sus relaciones mutuas, así como en la fortaleza de sus relaciones con el exterior, una sociedad fuerte está formada por individuos libres, por ciudadanos, no hay ciudadanos donde el poder se concentra en el Uno.
Estamos viendo una expansión y control cada vez más fuerte de los mecanismos de control del poder del gobierno sobre la sociedad, una política sistemática de destrucción de las posibilidades de autonomía de los venezolanos. El afán de control está desbocado porque el poder no tiene ningún tipo de contrapeso, ni económico, ni social, ni político. La destrucción de las empresas privadas trae consigo un retroceso en el empleo, lo que implica un retroceso en la posibilidad de expandir la libertad y la autonomía humana. La creación de nuevas y poderosas redes de dependencia, política, económica, simbólica, contribuye al empobrecimiento general de la sociedad.
El retroceso en el pluralismo implica mayor pobreza en cuanto a opciones de vida. En la expansión de las oportunidades se da la mano la tradición liberal con la tradición socialista, la preservación de las libertades liberales, con la expansión de las libertades y de la autonomía humana, fruto de la mejor tradición socialista y socialdemócrata. Si el poder destruye oportunidades en vez de crearlas, destruye libertades, destruye la posibilidad de desarrollo.
Cualquier proceso de concentración de poder empobrece a la sociedad, destruye la libertad humana. La preservación de las instituciones liberales es vital para la preservación de cualquier régimen democrático, hoy en día cualquier ataque a las instituciones liberales es un ataque de fondo contra las bases de una sociedad democrática (Bobbio dixit). El camino de una verdadera izquierda socialdemócrata pasa por la reivindicación de la libertad humana, de la autonomía humana, potenciada, fortalecida, para todos, en equidad, en la construcción de una sensibilidad común desde la diversidad y el pluralismo. De esta manera, la construcción de un compromiso progresista con el futuro posible es un compromiso de libertad, de equidad, de justicia.
Malos tiempos para la autonomía humana son malos tiempos para la modernidad, no son tiempos de revolución, estamos viviendo la más profunda reacción conservadora. El camino progresista se encuentra lejos en el horizonte… y retrocedemos cada día.
Respecto a los mitos del pensamiento único… hablaremos la semana próxima…
La lucha por la expansión de la autonomía individual es consustancial con la modernidad. El sujeto fundamental de la modernidad es el individuo racional, único, sujeto y no objeto, que no puede ser usado como un medio sino que es un fin en sí mismo. No queremos decir con esto que el proceso de afirmación del individuo moderno ha estado libre de escollos, todo lo contrario, sino que se ha venido convirtiendo en una fuerza motriz de una idea de progreso.
Hasta ahora hablamos del paradigma de la modernidad. Del paradigma moderno emergen las teorías políticas de nuestros tiempos. Desde el liberalismo hasta el mismo socialismo, las ideas fuerza de nuestros tiempos han pretendido finalmente reivindicar la libertad y la autonomía humana, no más recordar que el socialismo teorizado pretendía sacar al hombre del reino de la necesidad para que se colocará en el reino de la abundancia, dónde sería definitivamente libre. En este caso hablamos de paradigmas, no de realidades.
Reivindicar la autonomía individual es reivindicar la idea fundamental de la libertad humana, siguiendo en esa línea, desde una perspectiva global, el avance de la libertad para todos y cada uno implica avanzar de igual manera en términos de equidad. En ese estilo una de las reflexiones más fructíferas e interesantes sobre la libertad y su vinculación con el desarrollo es la realizada por Amartya Sen.
He aquí que tenemos largas tradiciones políticas que reivindican la autonomía humana, la libertad, desde la dilatada tradición liberal hasta la tradición socialista, en su vertiente socialdemócrata. He aquí que la confianza en las potencialidades del ser humano lleva a la confianza fundamental en la idea de progreso, de allí que gran parte de las tradiciones modernas y “libertarias” se asumen como progresistas y asumen la política como un ejercicio de liberación.
Pero he aquí que la autonomía humana, arrancada todos los días a las distintas privaciones que nos atan, se articula con una característica de todo el devenir histórico humano, somos homo faber, la reivindicación de nuestra libertad humana se la arrancamos en primer lugar a la naturaleza, nuestra libertad se fortalece en el control que podemos llegar a tener (o suponemos tener) sobre nuestras circunstancias, empezando por la naturaleza que nos rodea. Esta característica, sustancialmente humana, ser creadores de cultura, nos lleva por la senda de la técnica hacia la tecnología. Empezamos por usar las primeras herramientas y nos encontramos en un mundo hiperindustrializado, es la condición humana.
Se incorpora ahora la noción relacional de poder, capacidad de influir en el otro, de hacer circular nuestra voluntad en la otredad, la reivindicación de la autonomía individual ha surgido en el seno de sociedades concretas, con relaciones de poder históricamente conformadas. La expansión técnica ha contribuido a la formación de estructuras de poder, es decir, finalmente de control, cada vez más complejas. El Estado Nacional ha sido la forma de poder históricamente más contemporánea. Es en su seno donde la autonomía individual ha luchado por crecer y expandirse, hasta superar sus fronteras. Ahora se habla del fin del Estado, pero el poder está allí, de la mano de la expansión técnica.
La autonomía individual ha tenido que afirmarse también frente al poder de las estructuras, organizaciones, y ha creado mecanismos diversos para controlar el poder, o los poderes, de allí que la reflexión central de la tradición liberal es la limitación del poder en nombre del individuo. El poder de cada uno es la reivindicación de la libertad frente a los grandes “Poderes”. La reivindicación de la libertad es la lucha contra las diversas formas de dependencia y privación, la liberación es fundamentalmente frente a lo externo que nos oprime.
Pero, igualmente el poder es útil para la protección y, lo que es aún más importante, para la expansión de la libertad, las políticas sociales de empoderamiento, la educación para todos, los sistemas de salud para todos, contribuyen a la lucha contra las privaciones y contra las redes de dependencia. Por eso el hombre no puede prescindir del poder, como no puede prescindir de la técnica, ya que en el fondo están profundamente relacionadas. Pero para evitar la destrucción de la libertad todo poder ha de tener un contrapoder, propiciando un difícil e inestable equilibrio de fuerzas. El poder ha de funcionar para fortalecer la libertad en la sociedad, para propiciar el desarrollo humano de todos y cada uno, por ende, el poder ha de estar atado.
He aquí que el poder de la técnica esconde una conocida paradoja, en su relación con el poder. Los últimos años hemos visto un conjunto de reflexiones optimistas respecto al potencial liberador que la expansión tecnológica tiene durante los últimos años. La paradoja surge de la expansión de la técnica en un escenario desigual, con fuertes poderes y una sociedad débil. El poder sin límites puede controlar y emplear ilimitadamente la tecnología a su propio servicio. La democratización de la tecnología pasa por la diversificación de su control y no por su concentración.
¿Dónde está la fortaleza de la sociedad? En la fortaleza de sus componentes y en la fortaleza de sus relaciones mutuas, así como en la fortaleza de sus relaciones con el exterior, una sociedad fuerte está formada por individuos libres, por ciudadanos, no hay ciudadanos donde el poder se concentra en el Uno.
Estamos viendo una expansión y control cada vez más fuerte de los mecanismos de control del poder del gobierno sobre la sociedad, una política sistemática de destrucción de las posibilidades de autonomía de los venezolanos. El afán de control está desbocado porque el poder no tiene ningún tipo de contrapeso, ni económico, ni social, ni político. La destrucción de las empresas privadas trae consigo un retroceso en el empleo, lo que implica un retroceso en la posibilidad de expandir la libertad y la autonomía humana. La creación de nuevas y poderosas redes de dependencia, política, económica, simbólica, contribuye al empobrecimiento general de la sociedad.
El retroceso en el pluralismo implica mayor pobreza en cuanto a opciones de vida. En la expansión de las oportunidades se da la mano la tradición liberal con la tradición socialista, la preservación de las libertades liberales, con la expansión de las libertades y de la autonomía humana, fruto de la mejor tradición socialista y socialdemócrata. Si el poder destruye oportunidades en vez de crearlas, destruye libertades, destruye la posibilidad de desarrollo.
Cualquier proceso de concentración de poder empobrece a la sociedad, destruye la libertad humana. La preservación de las instituciones liberales es vital para la preservación de cualquier régimen democrático, hoy en día cualquier ataque a las instituciones liberales es un ataque de fondo contra las bases de una sociedad democrática (Bobbio dixit). El camino de una verdadera izquierda socialdemócrata pasa por la reivindicación de la libertad humana, de la autonomía humana, potenciada, fortalecida, para todos, en equidad, en la construcción de una sensibilidad común desde la diversidad y el pluralismo. De esta manera, la construcción de un compromiso progresista con el futuro posible es un compromiso de libertad, de equidad, de justicia.
Malos tiempos para la autonomía humana son malos tiempos para la modernidad, no son tiempos de revolución, estamos viviendo la más profunda reacción conservadora. El camino progresista se encuentra lejos en el horizonte… y retrocedemos cada día.
Respecto a los mitos del pensamiento único… hablaremos la semana próxima…
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