Como es típico de cada inicio de semestre, me encontraba ordenando mis libros de historia económica. Al recorrer la biblioteca decidí llevarme a la calle, para leer en mis recorridos diarios, un texto clásico que me parece muy útil para ambientarme. Tomé entre mis manos una vieja edición de Ariel de 1976, de una obra originalmente escrita en 1954, un libro breve, didáctico e inteligente, “El crac de 1929” de John Kenneth Galbraith. Puede ser un texto bastante interesante y adecuado para tratar de adentrarnos en algunos de los aspectos del nuevo derrumbe de la bolsa de valores de Nueva York del 29 de septiembre de 2008, siete décadas después de que una caída similar iniciara la gran depresión.
Existe hoy un consenso generalizado de que estamos viviendo una crisis, no es la primera dentro del capitalismo, ni será la última, pero posiblemente será una de las más profundas y globales. Existen precedentes en la historia económica mundial de procesos similares, ya que este tipo de crisis se presentan cíclicamente dentro del capitalismo. Los denominados ciclos largos o movimientos de larga duración de Kondratieff, junto con los ciclos mayores de Juglar o los ciclos cortos o menores de Kitchin, ya avivaron muchas polémicas entre historiadores de la economía y economistas.
Pero volviendo al presente, y si nos atenemos a la referencia periodística de las últimas semanas la crisis actual se vincularía con el derrumbe de todo un sector del mercado inmobiliario estadounidense y la negativa del Congreso de los Estados Unidos de aprobar una ayuda gigantesca a las grandes corporaciones responsables del derrumbe.
Pero la presente crisis puede ser analizada desde niveles distintos, siendo el derrumbe del 29 de septiembre la punta de un iceberg que se hunde en las profundidades de un cambio estructural en el capitalismo, pero que, al mismo tiempo, se ha convertido en crisis fruto, en gran parte, de una masiva irresponsabilidad corporativa mezclada con una laxa, o inexistente, estructura de supervisión pública.
La crisis va mucho más allá del problema del mercado hipotecario, incluso del mercado financiero, de los Estados Unidos. Estamos presenciando la convergencia de cuatro procesos críticos que pueden ser analíticamente separados como distintos, pero que tienen múltiples vinculaciones entre ellos, todos estos procesos son globales, tanto en su naturaleza y origen, como en sus consecuencias.
El sistema mundial tiene hoy una importante ventaja para afrontar el problema, que deriva justamente del aprendizaje, la experiencia de la resolución de la crisis generada a partir del crac de 1929 contribuyó a la creación de herramientas macroeconómicas y de instituciones nacionales e internacionales, con conocimiento y capacidad, para actuar coordinadamente, en respuesta al resquebrajamiento de la economía. Pero eso no evitará el aumento del oleaje, solo lo podrá hacer un poco menos brutal.
Si elevamos la mirada podríamos percibir, en el largo plazo, el gran reto civilizatorio al cual nos enfrentamos, y que envuelve toda la transformación económica planetaria, que no es más que el cambio climático que afecta todos los aspectos y patrones de la producción, distribución y consumo.
En medio de este gran cambio ambiental la civilización industrial y el capitalismo se enfrenta a tres grandes retos: la crisis energética, la crisis de los alimentos y, finalmente, la crisis financiera. Esta múltiple convergencia se convierte en un reto planetario que ha de ser asumido como un compromiso compartido.
Marco general: el cambio climático como reto civilizatorio
Respecto al cambio climático ya no solo es la evidencia científica la que nos esta mostrando que la temperatura media mundial se ha venido incrementando las últimas décadas, sino que se ha hecho evidente en la vida cotidiana, inundaciones, huracanes, sequías generalizadas.
La discusión científica y política ha derivado en la responsabilidad de dicho aumento de la temperatura mundial. Cuanto de los ciclos geológicos naturales y cuanto de la responsabilidad de la acción humana ha influido en el evidente calentamiento. Las últimas investigaciones señalan que el gran incremento en las emisiones del CO2 luego de la Revolución Industrial, se encuentra profundamente vinculado con el aumento de la temperatura mundial. Esto determina un reparto desigual de responsabilidades, el costo del desarrollo de los países del Atlántico Norte es ahora pagado por el mundo entero.
Las consecuencias de este incremento de la temperatura se convierten en un impacto generalizado. Las regiones más vulnerables, a corto plazo, son aquellas sometidas al proceso de desertificación, las zonas costeras y los territorios insulares, todos ellos en peligro de desaparición si las últimas consecuencias esperadas de dicho calentamiento global alcanzan nuestro mundo.
Más allá de los territorios altamente vulnerables, el cambio climático y la degradación ambiental tienen terribles vinculaciones globales, el aumento de la desertificación y la ruptura en la regularidad de los ciclos naturales impacta negativamente en la producción agrícola y en la calidad de vida de la humanidad.
Aunque la responsabilidad en las causas del cambio climático se encuentra desigualmente repartida el compromiso con su enfrentamiento ha de ser global. En las reuniones de Río de Janeiro en 1992 y en Kyoto en 1997 se suscribieron un conjunto de compromisos que señalaban un rumbo diferenciado entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo. La generación de un nuevo modelo de desarrollo mundial, que sea ambientalmente sustentable, se convierte en el eje fundamental de los esfuerzos globales.
El combustible del motor: la crisis energética
La preocupación frente al cambio climático coincide asimismo con una profunda crisis energética de repercusiones igualmente globales. Dicha crisis mezcla en su seno factores estructurales, tales como el crecimiento del consumo energético en China y la India, la caída de las reservas de hidrocarburos en países desarrollados, y el estancamiento en la capacidad mundial de refinación, con factores meramente especulativos, tales como la cotización del petróleo en los mercados a futuro.
Pero, más allá de que el precio del petróleo tienda a descender conforme la crisis derive en una recesión dilatada en el tiempo, impactando en un descenso del consumo, los factores estructurales seguirán configurando un nuevo escenario en el mercado energético mundial.
En general, los altos precios del petróleo no son un fenómeno coyuntural sino que forman parte de una profunda transformación. Por las características de la presente crisis energética el mundo parece encontrarse en el agotamiento estructural de un modelo de desarrollo basado en la ilusión de una abundancia energética permanente.
Ante esta crisis la solución podría ser una profunda reconversión tecnológica a nuevas fuentes de energía que garanticen un desarrollo ecológicamente sustentable a largo plazo. Pero, hasta el momento, el cambio tecnológico no ha sido capaz de generar una fuente alternativa de energía que sustituya eficientemente a los hidrocarburos. La inversión en los biocombustibles no es una solución real que pueda subsanar los niveles de consumo energético a futuro, aparte que puede llegar a tener un impacto negativo en la producción destinada a la alimentación, lo que podría convertir dichos biocombustibles en un factor que contribuiría a la crisis de los alimentos.
La crisis alimentaria
El tercer gran frente la crisis actual es la crisis en los precios mundiales de los alimentos. Según datos de la FAO, el precio de los productos agrícolas han venido aumentando sustancialmente entre 2006 y 2007, hasta alcanzar, durante el primer trimestre de este año, un aumento de 53% respecto al mismo período del año pasado.
El mundo ha sido testigo de un recurrente déficit en la producción de oleaginosas y cereales durante el último lustro, a eso debemos agregar una reducción en los niveles globales de reservas de alimento. Igualmente, tanto el aumento del precio de los combustibles como el aumento en el consumo de países como la India y China han contribuido no solo con el aumento de los precios de los alimentos sino también con su escasez relativa. Por último, el estímulo a la producción de biocombustibles parece impactar negativamente tanto en la producción de alimentos destinado al consumo humano como en el uso del terreno para dichos cultivos, lo que vincula este proceso con la crisis energética.
Como ocurre con la crisis energética y el cambio climático encontramos también en la crisis de los precios de los alimentos sectores altamente vulnerables, economía con una población empobrecida, países sin capacidad de propiciar una sustentabilidad alimentaria que le garantice un suministro regular y sostenido de nutrientes. Los casos de muchos países de África, como Eritrea, Liberia, Sierra Leona, Etiopía, de Asia, como Camboya, o del dramático caso de Haití, en el continente americano, obligan a la comunidad internacional a prestar especial atención.
El último episodio: la crisis financiera
He aquí que llegamos al más reciente capítulo de la obra, a la crisis de los precios de los combustibles y de la energía en general, con sus impactos económicos colaterales, al aumento del precio de los alimentos, se agrega ahora la guinda de la torta, el derrumbe de los mercados financieros. Dicho derrumbe es la evidencia más pertinente de la falta de transparencia e irresponsabilidad que ha caracterizado la administración de muchas finanzas corporativas durante los últimos años. Una opacidad que se articulaba con la inexistencia de adecuadas medidas de supervisión pública.
La cronología de este último proceso nos ayudará a comprenderlo. La crisis se fue haciendo evidente desde principios de 2007, aunque pocos fueron capaces de medir el alcance de la misma. El 14 marzo de 2007 la Asociación de Bancos Hipotecarios reveló que la morosidad hipotecaria en Estados Unidos se encontraba en los niveles más altos del último septenio. A fines de mes empezaron a caer los precios de las viviendas. Citigroup reconoció el 18 de abril pérdidas por más de 5.000 millones de dólares en el primer trimestre.
Al comprobar que cerca de 70 firmas hipotecarias se encontraban quebradas diversos bancos estadounidenses endurecieron los requisitos para conceder préstamos el 1º de agosto. Un par de días después, el décimo banco hipotecario de los Estados Unidos, American Home Mortgage, declaró suspensión de pagos.
La crisis migró con rapidez en un escenario globalmente interconectado, el 9 agosto el Banco central Europeo (BCE) inyectó en el mercado 94.841 millones de euros y la Reserva Federal de EEUU 24.000 millones de dólares. Al día siguiente, la Comisión de Valores de EEUU investigó las cuentas de las firmas de Wall Street (Goldman Sachs, Merrill Lynch y Bear Stearns), mientras que Homebanc declara la bancarrota. El pánico llegó a Inglaterra, los clientes del banco Northern Rock acudieron a retirar su dinero masivamente, la institución fue nacionalizada, mientras que el gobierno y el Banco de Inglaterra garantizaban los depósitos.
En octubre de 2007 se anunció la caída de los beneficios de Citigroup, un mes después su presidente, Charles Prince, renunció. Diversas entidades financieras anunciaron pérdidas y amortizaciones millonarias masivas. En diciembre avanzaron intentos de coordinación para afrontar la expansión del desplome, el 6, el Presidente Bush anunció un plan para aliviar la crisis hipotecaria al que podrán acogerse 1,2 millones de personas. Una semana después la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central Europeo y los bancos centrales de Inglaterra, Suiza y Canadá acordaron un plan para afrontar la liquidez. Así cerró el 2007.
El 21 de enero de 2008 ocurrió una primera caída en las bolsas de valores mundiales, la confianza en la economía global se resquebrajó, y el temor a una recesión en Estados Unidos se fue extendiendo, a pesar de la reducción de las tasas de interés que anunció la Reserva Federal.
En febrero el Congreso estadounidense aprobó un paquete de estímulo económico de 150.000 millones de dólares, un mes después la Reserva Federal inyectó otros 100.000 millones de dólares en el mercado. En marzo Bear Stearns, encontrándose al borde de la quiebra, fue vendida a J.P. Morgan Chase, bajo presión de la Reserva Federal.
Pero la crisis es global, en febrero el Gobierno británico nacionalizó el Northern Rock, en abril el Deutsche Bank anunció pérdidas por 141 millones de euros para el primer trimestre del año, siendo su primer saldo rojo en un lustro. El 1º de abril el mayor banco de Suiza, UBS, anunció pérdidas de 7.740 millones de euros. El FMI calculó el 8 de abril que las pérdidas derivadas de la crisis ascienden hasta ese momento a 600.000 millones de euros. En una operación conjunta en abril, el BCE adjudicó 15.000 millones de dólares y la Reserva Federal otros 50.000 millones.
Este tercer trimestre ha sido el más brutal en esta crisis. En julio colapsó el segundo banco hipotecario, el IndyMac de California. Tras recibir una inmensa presión la administración de las corporaciones inmobiliarias Fannie Mae y Freddie Mac pasó a manos del gobierno de Estados Unidos en septiembre. Merrill Lynch anunció pérdidas de 6.603 millones de dólares en el primer semestre, y uno de los mayores prestamistas de EEUU, Washington Mutual, las anunció de 4.466 millones de dólares en el primer trimestre, derrumbándose sus acciones en la bolsa. Cerrando julio el Congreso de EEUU aprobó más ayudas al sector hipotecario por un monto de 3.900 millones de dólares.
Los golpes siguieron cruzando el Atlántico, en julio el grupo francés Société Générale anunció una caída del 63% en el primer semestre y rebajó el valor de su cartera de activos.
El 14 septiembre, diez bancos internacionales anunciaron un programa de préstamos de 70.000 millones de dólares para hacer frente a la crisis. Pero el 15 de septiembre de 2008 llegó el “lunes negro”, Lehman Brothers se declaró en quiebra, mientras que el Bank of America adquiere Merrill Lynch, y la aseguradora AIG suplicó a la Reserva Federal un gigantesco y multimillonario crédito puente.
A los dos días la Reserva Federal de Estados Unidos anunció un nuevo paquete de rescate para salvar de la bancarrota al gigante de los seguros American International Group (AIG), por el cual la aseguradora recibió US$85.000 millones en préstamo, asumiendo el gobierno cerca del 80% del control de la empresa.
Las medidas coordinadas continuaron intentando responder a la crisis, lo que significaba una búsqueda de generación de confianza en los inversionistas que huían, y huyen, despavoridos. A mediados de septiembre la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco Central Europeo, el Banco de Japón, el Banco de Canadá, el Banco de Inglaterra y el Banco Nacional Suizo anunciaron al mundo el aporte de un capital por un valor de 180.000 millones de dólares.
El 19 de septiembre se abrió un nuevo capítulo dramático. La Reserva Federal, junto con el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos solicitaron al Congreso la aprobación de un conjunto de medidas legislativas de respuesta, que incluían la más grande inyección de dinero público para recuperar las pérdidas que muchos especuladores habían perdido en Wall Street. El paquete ascendía a 700.000 millones de dólares.
Los “mercados” respondieron con alivio, pero el Congreso retrasó la aprobación. El 29 la Cámara de Representantes rechazó el plan de rescate, y las bolsas volvieron a derrumbarse, Dow Jones pierde 7% en un solo día. La presión consiguió finalmente hacer pasar el paquete el 1º de octubre.
Durante el resto del mes de octubre la crisis financiera se ha convertido en una epidemia sísmica con dos epicentros fundamentales, los Estados Unidos y Europa, pero con un impacto global. Diversos tipos de intervención pública circulan desde el Banco Central Europeo, los gobiernos de Alemania, Francia y del Reino Unido van asumiendo el rescate de los restos de bancos, instituciones hipotecarias, que se arriesgaron y perdieron su dinero, y el ajeno.
Factores comunes
Hay un conjunto de factores comunes para analizar la presente crisis, por un lado, la evidente opacidad de las estructuras corporativas globales, no olvidemos el caso de Enron, ahora minimizado con los últimos acontecimientos, sumado a una masiva especulación y a la irresponsabilidad de las estructuras corporativas globales. Todo esto ha sido posible por la escasa o nula supervisión de las instituciones públicas, nacionales, regionales y multilaterales.
Todos sabían que la especulación que alimentaba la burbuja financiera tendría un duro final, toda burbuja explota, pero, más allá de las advertencias retóricas de algunos economistas o responsables de instituciones financieras públicas nadie actuó para detener la fiesta.
Esta crisis se está convirtiendo en un inmenso factor de presión sobre las instituciones públicas de decisión, tanto nacionales, como la Reserva Federal, regionales, como el Banco Central Europeo, y multilaterales, como el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio.
Movimiento de traslación
Más allá de la coyuntura, más allá de los titulares, están ocurriendo un progresivo cambio económico a nivel profundo, el capitalismo global se sigue moviendo en crisis recurrentes, lo que quiere decir que nos encontramos en medio de una crisis del modelo económico, pero de ninguna manera nos encontramos en “la” crisis del capitalismo.
Desde mediados de los años setenta del siglo XX el capitalismo está viviendo una transición, con varias aristas de análisis, primero, el agotamiento de las instituciones de Bretton Woods es un tema recurrente, pero pretendió ser asumida por algunos como una decadencia de la intervención pública en unos mercados mundializados.
Esto está muy lejos de ser así, a la luz de las últimas evidencias, existe una necesidad imperiosa de coordinar los esfuerzos de las instituciones existentes. Pero también debe repensar el papel de los Estados, de las instituciones públicas globales, en su relación con las corporaciones privadas globales. Una política exclusivamente nacional de supervisión a los flujos financieros y al manejo de las grandes corporaciones es inadecuada e infructuosa, hay una imperiosa necesidad de globalizar las regulaciones para garantizar la transparencia corporativa.
Pero otro gran cambio está ocurriendo, el movimiento del Atlántico al Pacífico de la economía mundial. Dicho movimiento de traslación del eje fundamental de la economía global tiene unas dimensiones civilizatorias que deben ser tomadas en cuenta, China, India, las economías de la costa del Pacífico, se convertirán en el polo de desarrollo futuro. Esta es una traslación lenta, dilatada pero, muy probablemente, inexorable. Londres fue el núcleo urbano del capitalismo global en el siglo XIX. Durante el siglo XX dicha capitalidad pasó de la City a la Gran Manzana de Nueva York.
El eje se mueve ahora hacia el Océano Pacífico, con lo que es importante hacer notar que el aumento de la demanda de combustible y de alimentos de China y la India son parte de los factores estructurales del problema energético y de los altos precios de los alimentos, asimismo, el destino de las inversiones a futuro parecen dirigirse a esos mercados. Claro, la crisis financiera golpeará también al Asia, el principal inversionista en China es Estados Unidos, y el principal comprador de los bonos de la deuda estadounidense es China, por lo que sus destinos económico están profundamente vinculados. Igualmente, todo el sector de servicios de la India se vincula con el consumo de Estados Unidos. No podemos olvidar que la economía de los Estados Unidos representa la cuarta parte de toda la economía global.
Vulnerables: a corto, mediano y largo plazo
Para acercarnos al impacto de la crisis podríamos establecer dos premisas fundamentales, primero, conforme exista una mayor vinculación con el sistema global mayor debería ser el impacto; y, segundo, a una mayor fortaleza de las instituciones menor debería ser la vulnerabilidad, porque mayor sería la capacidad de respuesta.
Asimismo, no se debe perder de vista que conforme las políticas económicas regionales y nacionales funcionen de manera más articulada con los mecanismos de coordinación global, mayores serán las posibilidades de que se superen los efectos más graves de la crisis. Aquellos sistemas institucionalmente más transparentes, con economías más diversificadas, sanas, menos dependientes y con recursos humanos más capacitados y flexibles tendrán más posibilidades de salir de los efectos negativos del terremoto crítico, y de atraer mayores inversiones a mediano plazo.
Este terremoto económico tiene dos grandes epicentros críticos, los Estados Unidos y la Unión Europea. Nadie gana con la crisis, pero el movimiento de traslación mundial, que mencionamos previamente, nos lleva a prestarle atención al devenir económico de China y de la India, quienes sufrirán el impacto de la crisis, pero tienen grandes posibilidades de salir relativamente fortalecidas de la misma. Las líneas de impacto de la crisis circularán a través de los vínculos económicos del comercio exterior, de los flujos financieros, y de los múltiples enlaces que unen la economía global a los Estados Unidos y a Europa.
No hay que perder de vista la profundidad de la tragedia del África subsahariana, ya que acumula todas las vulnerabilidades y recibirá el fuerte impacto de la crisis de los precios de los alimentos y de la energía. Lo que nos lleva a aquellos sectores vulnerables en todo el sistema, los pobres serán tristemente los que recibirán el impacto con más fuerza, ya que no cuentan con herramientas para responder a la crisis.
El caso de América Latina:
Es cierto que América Latina se encuentra más preparada que nunca para responder proactivamente a la crisis global, ha venido creciendo de manera sostenida los últimos años, con escaso endeudamiento y con una inflación pequeña, incluso ha venido reduciendo la pobreza y fortaleciendo sus instituciones democráticas, incluyendo la institucionalidad económica.
El largo período de crecimiento de América Latina ha sido aprovechado por muchos países de la región para reducir su vulnerabilidad: más ahorros, más inversión, reducción de la pobreza, economías más diversificadas, instituciones más estables. Pero la crisis mundial tendrá un evidente impacto regional, a corto plazo, la velocidad del crecimiento se reducirá significativamente, en la medida en que la crisis mundial se profundice.
El escenario de fortaleza regional se torna más diverso una vez que colocamos la lupa en las particularidades, no toda América Latina goza de la misma fortaleza. Los países pequeños que dependen fuertemente del envío de remesas sufrirán con más profundidad y más rápidamente el impacto de la crisis. Podríamos considerar el caso de Haití como el más grave, ya que acumula prácticamente todas las vulnerabilidades frente al aumento del precio de los alimentos, el aumento del costo de la energía y las repercusiones a mediano plazo de la crisis financiera. Pero países como Ecuador, El Salvador, Nicaragua, son también particularmente vulnerables a partir del impacto que el flujo de remesas tiene para su economía, especialmente para las mayorías empobrecidas de sus ciudadanos.
Tomando en cuenta que los patrones de dependencia traen consigo una mayor vulnerabilidad, es interesante hacer un contraste sobre el impacto que la crisis económica podría tener en las dos economías más grandes de la región, México y Brasil. El impacto sobre México podría ser muy profundo, dada la inmensa dependencia que la economía mexicana tiene frente a los Estados Unidos, por vía de su balanza comercial y por vía de los flujos de capital y de las inversiones. El contraste con Brasil es evidente, el gigante del Sur tiene una economía mucho mas diversificada en sus destinos de exportación, no dependiendo exclusivamente de Estados Unidos.
La diversificación de las exportaciones también ayudará a Chile, así como la fortaleza de sus instituciones, su transparencia y su alta eficiencia económica, teniendo que responder a una importante vulnerabilidad estructural, su déficit energético, que puede convertirse en un ancla para su desarrollo.
La vulnerabilidad argentina viene dada por la opacidad de sus estructuras económicas, por la inestabilidad recurrente, que no tienen capacidad para generar confianza a corto o mediano plazo. La desarticulación con la economía global, en este caso, no representa una ventaja, ya que puede recibir un impacto directo por vía de la circulación de sus bonos de la deuda, pero tiene una limitada posibilidad de salir de los efectos de la crisis a mediano plazo.
El Caso Venezuela: opacidad, desconfianza y petróleo
A pesar de la retórica oficial la economía venezolana es muy vulnerable y recibirá un duro golpe a muy corto plazo. El escaso margen de maniobra que puede existir, de la mano de un alto nivel de reservas internacionales podría esfumarse rápidamente, dada la voracidad fiscal del gobierno en medio de una total falta de transparencia en el manejo de la administración pública, lo que genera una gran desconfianza.
El impacto de la crisis financiera hará evidente que nuestra dependencia del petróleo ha aumentado durante la última década, así como la dependencia a nuestro principal mercado de exportación, los Estados Unidos. Una política gubernamental sostenida, de destrucción de la producción privada venezolana, especialmente de la destinada a la exportación a mercados distintos al estadounidense, ha contribuido a convertirnos en una economía que vive de la importación. La mayor parte de nuestros alimentos son importados, y es la factura petrolera la que paga dichas compras.
Será el comercio exterior la arteria a través de la cual la crisis nos cubrirá. A mediano plazo, una recesión mundial se convertirá en una reducción sustancial de la demanda energética, lo que impactará negativamente en los precios del petróleo. Una reducción de los precios del petróleo, incluso a niveles históricamente altos, creará un problema grave al Estado venezolano, que tiene dos presupuestos, uno a la vista, calculado a precios “bajos” del petróleo, y otro oculto, en el FONDEN o en cualquiera de los otros fondos ocultos que “administra” discrecionalmente un gobierno arbitrario y personalista, de la mano de los decrecientes ingresos de PDVSA. El presupuesto público paralelo alimenta las ambiciones regionales y globales de un gobierno opaco, que no está sometido a ningún tipo de control.
La recuperación de la crisis también sería especialmente difícil para Venezuela. La opacidad de las instituciones públicas venezolanas, así como la total inseguridad jurídica es un indicador muy negativo para atraer cualquier tipo de inversión productiva a Venezuela, por lo que será muy difícil la creación futura de empleo, elemento clave para salir de la crisis y reducir la pobreza. La población venezolana es particularmente vulnerable a la reducción del gasto público y a una caída económica, el salario promedio del trabajador venezolano es idéntico al sueldo mínimo, teniendo una parte inmensa de la población dependiente, directa o indirectamente del gasto del Estado.
Respuestas y compromisos
Existe la certeza del carácter global de la crisis, lo que es una ventaja para la construcción de mecanismos de coordinación para responder a la misma, esta es una de las más importantes ventajas del escenario actual.
La respuesta tiene que surgir de la mano de una transformación interna del capitalismo y de sus instituciones fundamentales. Existe una creciente necesidad de fortalecer las respuestas públicas coordinadas de las instituciones multilaterales ya que no hay respuestas nacionales que funciones por sí mismas. Hay que evitar una escalada de proteccionismo nacional o regional, eso no haría sino profundizar la crisis, tal como ocurrió entre 1930 y1932.
Hay que construir un nuevo consenso, similar al que se produjo en Bretton Woods en 1944 y que le aseguró una era de oro al capitalismo, que responda a las características de una economía–mundo mucho más compleja e interconectada, respuestas e instituciones globales que se ajusten a la existencia de grandes conglomerados corporativos y a mercados planetarios.
Se requiere repensar el desarrollo, profundizar en la práctica del Desarrollo Humano Sustentable, así como repensar las instituciones para reducir los espacios de vulnerabilidad y nivelar el campo de juego de la economía global: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial de Comercio, Bancos Regionales de Desarrollo, incluso la Organización de las Naciones Unidas. Fortalecer la capacidad pública de intervención para propiciar el buen funcionamiento de los mercados, propiciar una mayor transparencia en el sistema global y construir un esquema que permita un comercio justo.
Es importante que este debate haya llegado a las Naciones Unidas como foro global, donde se podría generar este nuevo modelo de desarrollo, como el espacio más equitativo para la construcción de una respuesta global coordinada, a pesar de las características del Consejo de Seguridad. El énfasis en el cumplimiento de los Objetivos del Milenio sería un paso adelante, así como fortalecer el trabajo del PNUD en la profundización de la idea y de las acciones ligadas al Desarrollo Humano.
Comentarios
Bicos desde Galicia.
Llegué hasta aquí por la web de Un Nuevo Tiempo, y realmente que bueno fue encontrarte... por supuesto que tu dirección va directo a mi blogroll y vendré con frecuencia a terminar de leer el montón de artículos interesantes que por aquí tienes.
De este artículo, en particular, me ha encantado ver como enlazas las 3 crisis que están afectando al mundo, de una manera, especialmente didactica.
Saludos desde Maracay