Si alguna dicotomía ha marcado la política contemporánea, prácticamente desde la Revolución Francesa, ha sido la que divide a la(s) derecha(s) de la(s) izquierda(s). Preferimos el uso del plural, hablaremos generalmente de las izquierdas y de las derechas, por razones que iremos explicando más adelante.
Esta dicotomía ha sido puesta en duda desde la segunda mitad del siglo XX, con más fuerza se ha dudado de su pertinencia luego de la caída del bloque soviético. De esta manera, hay quienes señalan que no existe algo como la izquierda y la derecha, en medio de una realidad política “globalizada”, repleta de temas que cruzan transversalmente el espectro político, el problema ambiental y ecológico, la perspectiva de género, el cambio científico y tecnológico, por ejemplo, impidiendo cualquier respuesta “de derechas” o “de izquierdas”.
Hay quienes, apelando a la lógica del marketing político, evaden el tema y se crean un “centro”, así sin más, para colocar allí a quienes no tienen posturas extremas o polarizadas, señalando que quien se encuentra en “el centro” no está “ni a la izquierda ni a la derecha”. Aquellos que consideran que la dicotomía izquierda/derecha está superada por la historia. Al final de este artículo reflexionaremos nuevamente sobre la noción de “centro”.
Creo que, a pesar de que “izquierda/derecha” no es la única dicotomía de la política contemporánea acumula tras de sí, no sólo una dilatada y diversa cantidad de tradiciones políticas, sino que además nos habla de un mapa axiológico, de valores, de ideas–fuerza, de imágenes, que nos ayuda a tomar decisiones en materia política. No es una dicotomía absoluta ni cerrada, no es la sujeción a un conjunto de dogmas, la adscripción a este universo de valores e imágenes nos permite tomar decisiones coherentes en un mundo cada día más complejo.
Hay varias maneras de entender la dicotomía derecha/izquierda, una primera, la reflexión histórica, que nos lleva a seguir el recorrido de dos bloques históricos políticos, un bloque de tradiciones, desde fines del siglo XVIII hasta nuestros días. Existe también un acercamiento conceptual, lo que nos obliga a hacer una abstracción a partir de la historia para encontrar las grandes líneas políticas, a mayor permanencia. Podríamos tener incluso un acercamiento “topográfico”, lo que nos ubicaría políticamente en un continuo, “a la izquierda de” y “a la derecha de”.
El acercamiento histórico:
La raíz histórica de la diferencia entre izquierdas y derechas nos lleva, como tantas cosas en la contemporaneidad, al escenario de la Revolución Francesa. Al instalarse los Estados Generales a la derecha del Rey se sentaban el primer y el segundo Estado, el clero y la nobleza, de raigambre feudal, el universo comprometido con el sostenimiento de las formas y tradiciones del Antiguo Régimen, a la izquierda de Luis XVI se sentaban los delegados del Tercer Estado, la burguesía, que estarán en la disposición de lanzarse hacia la Revolución para derribar las antiguas tradiciones. Será esta burguesía, este Tercer Estado, está izquierda, la gran protagonista de los más importantes episodios de la Revolución.
En la primera mitad del siglo XIX el liberalismo será la gran fuerza de transformación política, protagonista de revoluciones, con miras a la construcción de un Estado Liberal en Europa, pero también en América Latina. La lucha por el régimen constitucional, por la instauración de un Estado de Derecho, la creación de regímenes republicanos, la lucha por los derechos individuales, la creación de ciudadanía, así como la agenda de transformación económica atada a una imagen de progreso. Diversas formas de fuerzas liberales accederán al poder durante el siglo XIX, parte de las luchas históricas del liberalismo se consolidarán durante éste período. Con esto los liberales se convertirán en parte del status quo decimonónico, su vocación revolucionaria, incluso progresista y transformadora, modernizadora, se perderá, derivarán en una nueva forma de conservadores.
La Revolución Industrial ha venido generando nuevos actores y nuevos procesos en la sociedad, la emergencia de la clase obrera así como la consolidación de una nueva burguesía industrial, la aparición de los primeros atisbos de la sociedad de masas, de la sociedad industrial, genera asimismo una nueva agenda política y social. A la izquierda del espectro político se encontrará ahora el movimiento obrero, la lucha por los derechos se mezclará con la lucha por la democracia, por la ampliación efectiva de la ciudadanía democrática, por los derechos sociales, con vistas a la transformación estructural de la sociedad. La agenda radical que el liberalismo abandonó será retomada, y trascendida, por el movimiento obrero. La aparición de los partidos socialdemócratas, de los partidos socialistas, de las Internacionales Socialistas, la primera y la segunda, denotan la emergencia de la izquierda dentro de la nueva tradición socialista. A fines del siglo XIX la lucha por la democracia y la lucha por el socialismo parecen mezclarse en un mismo ímpetu.
Hasta que se atraviesa 1917, la Revolución Rusa y la política seguida por Lenin, y por los bolcheviques, dividirá, de allí en adelante, al movimiento obrero en dos porciones prácticamente irreconciliables. Dos acercamientos a la izquierda se desprenden de esta ruptura, por un lado el movimiento socialdemócrata comprometido con la consolidación del Estado Liberal de Derecho, y por su conversión en un Estado Social, será un luchador por la democracia, por el Parlamento. La socialdemocracia será la punta de lanza en la lucha contra el fascismo que se desatará luego de la I Guerra Mundial y del crac.
En América Latina la Revolución Mexicana y, posteriormente, el aprismo, generarán la versión latinoamericana de la izquierda, la lucha por la democracia se articulará con las luchas por los derechos sociales y económicos, las luchas agrarias se sumarán al movimiento obrero y a las luchas democráticas de los sectores medios, movimientos estudiantiles, magisteriales. El nacionalismo económico y la democracia se mezclaran en la nueva agenda política de las izquierdas latinoamericanas. La aparición de los partidos comunistas en la década de los 30 del siglo XX hará evidente la ruptura mundial de las izquierdas, frente a la izquierda comunista, comprometida con un esquema totalitario, veremos la consolidación de una alternativa reformista de izquierda democrática.
La socialdemocracia contemporánea será también, luego de la Segunda Guerra Mundial, una protagonista central en las luchas democráticas y en la construcción del moderno Estado Social o Estado de Bienestar. Esta socialdemocracia casará su esquema de desarrollo con la creación de una nueva manera de gestionar el capitalismo de posguerra, con un Estado interventor en la economía y con una preocupación central por mejorar los niveles de bienestar y la calidad de vida de las sociedades, en un escenario de libertades públicas institucionalizadas, congeniando Estado y mercado. Este modelo socialdemócrata funcionó hasta mediados de los años setenta del siglo XX, cuando nuevas transformaciones en el capitalismo crearían nuevas presiones sobre dichos Estados.
La historia de estas tradiciones la seguiremos en las próximas semanas. Lo que es importante destacar es que hay un acercamiento histórico a una larga tradición de luchas de las izquierdas a nivel mundial, desde la Revolución Francesa hasta nuestros días.
El acercamiento conceptual y el problema de los valores: libertad e igualdad
Conceptualmente, tres valores han definido las grandes tradiciones políticas de nuestro mundo, desde la Revolución Francesa hasta nuestros días, estos son la libertad, la igualdad y la fraternidad. La manera en que cada uno de los elementos de esta trilogía es interpretado y convertido en acción y propuesta política ha definido las grandes familias ideológicas modernas.
Los extremos del espectro político han hecho énfasis en convertir la relación entre libertad e igualdad en una cerrada dicotomía, de tal manera que una mayor igualdad traería consigo una menor libertad, y viceversa. Neoliberales y comunistas, por ejemplo, sostienen la certeza de esta mutua exclusión. Es evidente que esta relación de oposición entre igualdad y libertad es falsa, la libertad se opone fundamentalmente a la opresión, y la igualdad se enfrenta directamente a las desigualdades, a las injusticias.
Norberto Bobbio, en su clásico Derecha e izquierda, coloca en el valor dado a la igualdad la línea de definición que separa a las izquierdas de las derechas. Las izquierdas consideran que la mayor parte de las desigualdades derivan del comportamiento humano, y que éstas no sólo son resolubles, sino que además es un objetivo éticamente deseable su reducción. Las derechas tienden a considerar el origen de dichas desigualdades como un fenómeno natural, y que su reducción no es un objetivo loable.
Al incorporarse la libertad en la ecuación la dicotomía derecha/izquierda se torna más compleja. La izquierda moderada, la socialdemocracia moderna, el reformismo democrático, concibe a la libertad, a la liberación del individuo, como un objetivo central, convirtiendo a la igualdad en la clave necesaria para que este proceso de liberación sea real. Un mundo más equitativo sería, de esta manera, un mundo con más libertades, un mundo con más oportunidades. El igualitarismo radical, postulado por sectores más extremos del espectro, es abandonado y emergen, políticamente, las nociones de igualdad de oportunidades y equidad.
¿Cómo llegamos acá? Este debate nos lleva a colocar el eje en el sujeto fundamental de la política moderna, y a reflexionar a partir de allí, el individuo moderno, el ciudadano. ¿Cómo podemos entender la libertad y la igualdad a partir de este ciudadano moderno? La única libertad real es la libertad que se expresa desde este individuo.
Una libertad que se puede mover en dos sentidos. Por un lado, una libertad frente al otro, frente y contra el poder, la reivindicación de la autonomía frente al ejercicio del poder externo. Por otro lado, la libertad puede entenderse como desarrollo, como capacidad efectiva para crecer y desarrollar un proyecto de vida autónomo. La libertad como desarrollo encuentra su oposición en las privaciones, en aquello que evita tu libre desenvolvimiento, de esta manera la libertad se enfrenta contra todas las formas de opresión, desde la política hasta la que implica el hambre, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia. La libertad plena, entendida como desarrollo, se encuentra en el centro de la política socialdemócrata actual, partiendo de este acercamiento a la libertad individual es que entendemos la búsqueda de la igualdad de oportunidades y de la equidad social.
El pensamiento socialdemócrata moderno, la centroizquierda, hace de la búsqueda de la igualdad de oportunidades, de la equidad social, un objetivo central para lograr desarrollar plenamente la libertad de todos y de cada uno de los ciudadanos. De esta manera se compagina una mayor profundización de las libertades reales, entendidas como oportunidades para el desarrollo pleno y autónomo de la personalidad y del proyecto de vida de cada individuo, con una comunidad más equitativa, con mayor igualdad de oportunidades para todos. Así, la búsqueda de la equidad se convierte en un instrumento de liberación del individuo, de la liberación frente a las privaciones, frente al hambre y la pobreza, frente a la enfermedad y el miedo. Superada la antinomia la libertad plena se compagina y fortalece en la equidad y en la igualdad de oportunidades.
El problema de la “topografía política”
Entendiendo que la política, al igual que la vida misma, es un continuo de matices y de diversidad puede entenderse la relación entre izquierdas y derechas como un gran continuo, de esta manera encontraríamos que las familias políticas no sólo se encuentran ubicadas “en la izquierda” y “en la derecha” sino que también se encuentran “a la derecha de” y “a la izquierda de” en su relación con las otras familias políticas.
Así, la socialdemocracia se encontraría a la izquierda de los socialcristianos, los comunistas a la izquierda de los socialdemócratas, el fascismo a la extrema derecha del espectro. El mundo actual, en general, se definiría a la izquierda de los totalitarismos fascistas de la primera mitad del siglo XX, la extrema derecha derrotada en 1945, pero se situaría, en su mayoría, a la derecha del totalitarismo comunista que se derrumbó entre 1989 y 1991.
Sólo de esta manera se puede entender la definición de un centro político, como aquel espacio en que coinciden la centroizquierda y la centroderecha, en una mutua defensa de la institucionalidad política liberal, de la autonomía individual y de la democracia. El “centro”, definido como espacio común para la centroizquierda, generalmente socialdemócrata, socialista o laborista, y para la centroderecha, socialcristianos, democristianos, liberales, populares, etc., tiene valores de convivencia política que defender, el espacio del pluralismo y de las libertades.
El centro político no es un espacio homogéneo y abúlico, sino es el espacio natural para que los conflictos, reconocidos como reales y presentes permanentemente, se administren, se gestionen. Es el espacio de la diversidad conflictiva, de la pluralidad deliberante, de la comunicación y la convivencia dialogante. Este reconocimiento de la diferencia conflictiva en el centro político implica aceptar que no existen certezas definitivas ni soluciones totales, que el futuro es abierto, por lo que la alternabilidad es parte de un compromiso difícil de mutua convivencia, regularmente renovado.
Los extremos del espectro político tienden a concebirse como los únicos depositarios de los conceptos “esenciales” de “izquierda” o “derecha”. Así, los comunistas tienden a señalar que ellos son la única izquierda real, colocando el énfasis de su definición en su anticapitalismo, y lanzando al resto del espectro político al ámbito de “las derechas” o “la derecha”, en singular.
Esto genera una nueva dicotomía, la que enfrenta a los extremos del espectro político, la ultraderecha y la ultraizquierda, contra “el centro”, moderados contra radicales. En los extremos hay un común rechazo a la institucionalidad liberal, al pluralismo y a la democracia política, hay una vocación de “no convivencia” y de intransigencia frente al otro, la política como fundamentalismo dogmático encuentra en los extremos su ámbito de crecimiento, plenos de “certezas y verdades reveladas”, de catecismos e inquisiciones, por eso los extremos son el reino del “pensamiento único”.
Para leer un poco más:
Hay mucha bibliografía sobre la dicotomía izquierda/derecha, por lo que sólo referiré unos pocos acercamientos que me parecen interesantes. Ahora estoy leyendo El mito de la Izquierda de Gustavo Bueno, pero no lo incorporé a la lista porque no lo he terminado de revisar. Reconozco que los que refiero a continuación parten la reflexión desde de la izquierda (bueno, mi perspectiva general es socialdemócrata):
BOBBIO, Norberto, Derecha e Izquierda, Editorial Taurus, Madrid, 1995, 187pp.
BOBBIO, Norberto, Giancarlo Bossetti y Gianni Vattimo, La izquierda en la época del karaoke, Fondo de Cultura Económica, Colección Popular N°535, 1°reimpresión, Buenos Aires, 1994.
FLORES D’ARCAIS, Paolo, Modernidad y Política (Izquierda, individuo y democracia), Caracas, Editorial Nueva Sociedad, Colección Nubes y Tierra, 1995, 237 p.
GUERRA, Alfonso, Diccionario de la izquierda, Barcelona, España, Editorial Planeta, 1998, 222pp.
PARAMIO, Ludolfo, Mercedes Cabrera, Ramón Cotarelo y otros, Evolución y crisis de la ideología de izquierdas, Caracas, Editorial Nueva Sociedad, Colección Nubes y Tierra, 1993, 197 p.
PETKOFF, Teodoro, Dos izquierdas, Caracas, Alfadil Ediciones, 2005, 128pp.
SEVILLA, Jordi, De nuevo socialismo, Barcelona, España, Editorial Crítica, 2002, 222pp.
Varios autores, Las claves del debate (Derecha e izquierda de Norberto Bobbio), Madrid, Editorial Taurus / Istituto Italiano di Cultura, 1995.
Esta dicotomía ha sido puesta en duda desde la segunda mitad del siglo XX, con más fuerza se ha dudado de su pertinencia luego de la caída del bloque soviético. De esta manera, hay quienes señalan que no existe algo como la izquierda y la derecha, en medio de una realidad política “globalizada”, repleta de temas que cruzan transversalmente el espectro político, el problema ambiental y ecológico, la perspectiva de género, el cambio científico y tecnológico, por ejemplo, impidiendo cualquier respuesta “de derechas” o “de izquierdas”.
Hay quienes, apelando a la lógica del marketing político, evaden el tema y se crean un “centro”, así sin más, para colocar allí a quienes no tienen posturas extremas o polarizadas, señalando que quien se encuentra en “el centro” no está “ni a la izquierda ni a la derecha”. Aquellos que consideran que la dicotomía izquierda/derecha está superada por la historia. Al final de este artículo reflexionaremos nuevamente sobre la noción de “centro”.
Creo que, a pesar de que “izquierda/derecha” no es la única dicotomía de la política contemporánea acumula tras de sí, no sólo una dilatada y diversa cantidad de tradiciones políticas, sino que además nos habla de un mapa axiológico, de valores, de ideas–fuerza, de imágenes, que nos ayuda a tomar decisiones en materia política. No es una dicotomía absoluta ni cerrada, no es la sujeción a un conjunto de dogmas, la adscripción a este universo de valores e imágenes nos permite tomar decisiones coherentes en un mundo cada día más complejo.
Hay varias maneras de entender la dicotomía derecha/izquierda, una primera, la reflexión histórica, que nos lleva a seguir el recorrido de dos bloques históricos políticos, un bloque de tradiciones, desde fines del siglo XVIII hasta nuestros días. Existe también un acercamiento conceptual, lo que nos obliga a hacer una abstracción a partir de la historia para encontrar las grandes líneas políticas, a mayor permanencia. Podríamos tener incluso un acercamiento “topográfico”, lo que nos ubicaría políticamente en un continuo, “a la izquierda de” y “a la derecha de”.
El acercamiento histórico:
La raíz histórica de la diferencia entre izquierdas y derechas nos lleva, como tantas cosas en la contemporaneidad, al escenario de la Revolución Francesa. Al instalarse los Estados Generales a la derecha del Rey se sentaban el primer y el segundo Estado, el clero y la nobleza, de raigambre feudal, el universo comprometido con el sostenimiento de las formas y tradiciones del Antiguo Régimen, a la izquierda de Luis XVI se sentaban los delegados del Tercer Estado, la burguesía, que estarán en la disposición de lanzarse hacia la Revolución para derribar las antiguas tradiciones. Será esta burguesía, este Tercer Estado, está izquierda, la gran protagonista de los más importantes episodios de la Revolución.
En la primera mitad del siglo XIX el liberalismo será la gran fuerza de transformación política, protagonista de revoluciones, con miras a la construcción de un Estado Liberal en Europa, pero también en América Latina. La lucha por el régimen constitucional, por la instauración de un Estado de Derecho, la creación de regímenes republicanos, la lucha por los derechos individuales, la creación de ciudadanía, así como la agenda de transformación económica atada a una imagen de progreso. Diversas formas de fuerzas liberales accederán al poder durante el siglo XIX, parte de las luchas históricas del liberalismo se consolidarán durante éste período. Con esto los liberales se convertirán en parte del status quo decimonónico, su vocación revolucionaria, incluso progresista y transformadora, modernizadora, se perderá, derivarán en una nueva forma de conservadores.
La Revolución Industrial ha venido generando nuevos actores y nuevos procesos en la sociedad, la emergencia de la clase obrera así como la consolidación de una nueva burguesía industrial, la aparición de los primeros atisbos de la sociedad de masas, de la sociedad industrial, genera asimismo una nueva agenda política y social. A la izquierda del espectro político se encontrará ahora el movimiento obrero, la lucha por los derechos se mezclará con la lucha por la democracia, por la ampliación efectiva de la ciudadanía democrática, por los derechos sociales, con vistas a la transformación estructural de la sociedad. La agenda radical que el liberalismo abandonó será retomada, y trascendida, por el movimiento obrero. La aparición de los partidos socialdemócratas, de los partidos socialistas, de las Internacionales Socialistas, la primera y la segunda, denotan la emergencia de la izquierda dentro de la nueva tradición socialista. A fines del siglo XIX la lucha por la democracia y la lucha por el socialismo parecen mezclarse en un mismo ímpetu.
Hasta que se atraviesa 1917, la Revolución Rusa y la política seguida por Lenin, y por los bolcheviques, dividirá, de allí en adelante, al movimiento obrero en dos porciones prácticamente irreconciliables. Dos acercamientos a la izquierda se desprenden de esta ruptura, por un lado el movimiento socialdemócrata comprometido con la consolidación del Estado Liberal de Derecho, y por su conversión en un Estado Social, será un luchador por la democracia, por el Parlamento. La socialdemocracia será la punta de lanza en la lucha contra el fascismo que se desatará luego de la I Guerra Mundial y del crac.
En América Latina la Revolución Mexicana y, posteriormente, el aprismo, generarán la versión latinoamericana de la izquierda, la lucha por la democracia se articulará con las luchas por los derechos sociales y económicos, las luchas agrarias se sumarán al movimiento obrero y a las luchas democráticas de los sectores medios, movimientos estudiantiles, magisteriales. El nacionalismo económico y la democracia se mezclaran en la nueva agenda política de las izquierdas latinoamericanas. La aparición de los partidos comunistas en la década de los 30 del siglo XX hará evidente la ruptura mundial de las izquierdas, frente a la izquierda comunista, comprometida con un esquema totalitario, veremos la consolidación de una alternativa reformista de izquierda democrática.
La socialdemocracia contemporánea será también, luego de la Segunda Guerra Mundial, una protagonista central en las luchas democráticas y en la construcción del moderno Estado Social o Estado de Bienestar. Esta socialdemocracia casará su esquema de desarrollo con la creación de una nueva manera de gestionar el capitalismo de posguerra, con un Estado interventor en la economía y con una preocupación central por mejorar los niveles de bienestar y la calidad de vida de las sociedades, en un escenario de libertades públicas institucionalizadas, congeniando Estado y mercado. Este modelo socialdemócrata funcionó hasta mediados de los años setenta del siglo XX, cuando nuevas transformaciones en el capitalismo crearían nuevas presiones sobre dichos Estados.
La historia de estas tradiciones la seguiremos en las próximas semanas. Lo que es importante destacar es que hay un acercamiento histórico a una larga tradición de luchas de las izquierdas a nivel mundial, desde la Revolución Francesa hasta nuestros días.
El acercamiento conceptual y el problema de los valores: libertad e igualdad
Conceptualmente, tres valores han definido las grandes tradiciones políticas de nuestro mundo, desde la Revolución Francesa hasta nuestros días, estos son la libertad, la igualdad y la fraternidad. La manera en que cada uno de los elementos de esta trilogía es interpretado y convertido en acción y propuesta política ha definido las grandes familias ideológicas modernas.
Los extremos del espectro político han hecho énfasis en convertir la relación entre libertad e igualdad en una cerrada dicotomía, de tal manera que una mayor igualdad traería consigo una menor libertad, y viceversa. Neoliberales y comunistas, por ejemplo, sostienen la certeza de esta mutua exclusión. Es evidente que esta relación de oposición entre igualdad y libertad es falsa, la libertad se opone fundamentalmente a la opresión, y la igualdad se enfrenta directamente a las desigualdades, a las injusticias.
Norberto Bobbio, en su clásico Derecha e izquierda, coloca en el valor dado a la igualdad la línea de definición que separa a las izquierdas de las derechas. Las izquierdas consideran que la mayor parte de las desigualdades derivan del comportamiento humano, y que éstas no sólo son resolubles, sino que además es un objetivo éticamente deseable su reducción. Las derechas tienden a considerar el origen de dichas desigualdades como un fenómeno natural, y que su reducción no es un objetivo loable.
Al incorporarse la libertad en la ecuación la dicotomía derecha/izquierda se torna más compleja. La izquierda moderada, la socialdemocracia moderna, el reformismo democrático, concibe a la libertad, a la liberación del individuo, como un objetivo central, convirtiendo a la igualdad en la clave necesaria para que este proceso de liberación sea real. Un mundo más equitativo sería, de esta manera, un mundo con más libertades, un mundo con más oportunidades. El igualitarismo radical, postulado por sectores más extremos del espectro, es abandonado y emergen, políticamente, las nociones de igualdad de oportunidades y equidad.
¿Cómo llegamos acá? Este debate nos lleva a colocar el eje en el sujeto fundamental de la política moderna, y a reflexionar a partir de allí, el individuo moderno, el ciudadano. ¿Cómo podemos entender la libertad y la igualdad a partir de este ciudadano moderno? La única libertad real es la libertad que se expresa desde este individuo.
Una libertad que se puede mover en dos sentidos. Por un lado, una libertad frente al otro, frente y contra el poder, la reivindicación de la autonomía frente al ejercicio del poder externo. Por otro lado, la libertad puede entenderse como desarrollo, como capacidad efectiva para crecer y desarrollar un proyecto de vida autónomo. La libertad como desarrollo encuentra su oposición en las privaciones, en aquello que evita tu libre desenvolvimiento, de esta manera la libertad se enfrenta contra todas las formas de opresión, desde la política hasta la que implica el hambre, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia. La libertad plena, entendida como desarrollo, se encuentra en el centro de la política socialdemócrata actual, partiendo de este acercamiento a la libertad individual es que entendemos la búsqueda de la igualdad de oportunidades y de la equidad social.
El pensamiento socialdemócrata moderno, la centroizquierda, hace de la búsqueda de la igualdad de oportunidades, de la equidad social, un objetivo central para lograr desarrollar plenamente la libertad de todos y de cada uno de los ciudadanos. De esta manera se compagina una mayor profundización de las libertades reales, entendidas como oportunidades para el desarrollo pleno y autónomo de la personalidad y del proyecto de vida de cada individuo, con una comunidad más equitativa, con mayor igualdad de oportunidades para todos. Así, la búsqueda de la equidad se convierte en un instrumento de liberación del individuo, de la liberación frente a las privaciones, frente al hambre y la pobreza, frente a la enfermedad y el miedo. Superada la antinomia la libertad plena se compagina y fortalece en la equidad y en la igualdad de oportunidades.
El problema de la “topografía política”
Entendiendo que la política, al igual que la vida misma, es un continuo de matices y de diversidad puede entenderse la relación entre izquierdas y derechas como un gran continuo, de esta manera encontraríamos que las familias políticas no sólo se encuentran ubicadas “en la izquierda” y “en la derecha” sino que también se encuentran “a la derecha de” y “a la izquierda de” en su relación con las otras familias políticas.
Así, la socialdemocracia se encontraría a la izquierda de los socialcristianos, los comunistas a la izquierda de los socialdemócratas, el fascismo a la extrema derecha del espectro. El mundo actual, en general, se definiría a la izquierda de los totalitarismos fascistas de la primera mitad del siglo XX, la extrema derecha derrotada en 1945, pero se situaría, en su mayoría, a la derecha del totalitarismo comunista que se derrumbó entre 1989 y 1991.
Sólo de esta manera se puede entender la definición de un centro político, como aquel espacio en que coinciden la centroizquierda y la centroderecha, en una mutua defensa de la institucionalidad política liberal, de la autonomía individual y de la democracia. El “centro”, definido como espacio común para la centroizquierda, generalmente socialdemócrata, socialista o laborista, y para la centroderecha, socialcristianos, democristianos, liberales, populares, etc., tiene valores de convivencia política que defender, el espacio del pluralismo y de las libertades.
El centro político no es un espacio homogéneo y abúlico, sino es el espacio natural para que los conflictos, reconocidos como reales y presentes permanentemente, se administren, se gestionen. Es el espacio de la diversidad conflictiva, de la pluralidad deliberante, de la comunicación y la convivencia dialogante. Este reconocimiento de la diferencia conflictiva en el centro político implica aceptar que no existen certezas definitivas ni soluciones totales, que el futuro es abierto, por lo que la alternabilidad es parte de un compromiso difícil de mutua convivencia, regularmente renovado.
Los extremos del espectro político tienden a concebirse como los únicos depositarios de los conceptos “esenciales” de “izquierda” o “derecha”. Así, los comunistas tienden a señalar que ellos son la única izquierda real, colocando el énfasis de su definición en su anticapitalismo, y lanzando al resto del espectro político al ámbito de “las derechas” o “la derecha”, en singular.
Esto genera una nueva dicotomía, la que enfrenta a los extremos del espectro político, la ultraderecha y la ultraizquierda, contra “el centro”, moderados contra radicales. En los extremos hay un común rechazo a la institucionalidad liberal, al pluralismo y a la democracia política, hay una vocación de “no convivencia” y de intransigencia frente al otro, la política como fundamentalismo dogmático encuentra en los extremos su ámbito de crecimiento, plenos de “certezas y verdades reveladas”, de catecismos e inquisiciones, por eso los extremos son el reino del “pensamiento único”.
Para leer un poco más:
Hay mucha bibliografía sobre la dicotomía izquierda/derecha, por lo que sólo referiré unos pocos acercamientos que me parecen interesantes. Ahora estoy leyendo El mito de la Izquierda de Gustavo Bueno, pero no lo incorporé a la lista porque no lo he terminado de revisar. Reconozco que los que refiero a continuación parten la reflexión desde de la izquierda (bueno, mi perspectiva general es socialdemócrata):
BOBBIO, Norberto, Derecha e Izquierda, Editorial Taurus, Madrid, 1995, 187pp.
BOBBIO, Norberto, Giancarlo Bossetti y Gianni Vattimo, La izquierda en la época del karaoke, Fondo de Cultura Económica, Colección Popular N°535, 1°reimpresión, Buenos Aires, 1994.
FLORES D’ARCAIS, Paolo, Modernidad y Política (Izquierda, individuo y democracia), Caracas, Editorial Nueva Sociedad, Colección Nubes y Tierra, 1995, 237 p.
GUERRA, Alfonso, Diccionario de la izquierda, Barcelona, España, Editorial Planeta, 1998, 222pp.
PARAMIO, Ludolfo, Mercedes Cabrera, Ramón Cotarelo y otros, Evolución y crisis de la ideología de izquierdas, Caracas, Editorial Nueva Sociedad, Colección Nubes y Tierra, 1993, 197 p.
PETKOFF, Teodoro, Dos izquierdas, Caracas, Alfadil Ediciones, 2005, 128pp.
SEVILLA, Jordi, De nuevo socialismo, Barcelona, España, Editorial Crítica, 2002, 222pp.
Varios autores, Las claves del debate (Derecha e izquierda de Norberto Bobbio), Madrid, Editorial Taurus / Istituto Italiano di Cultura, 1995.
Comentarios
Quizás no recuerdes mi nombre pero igual quiero presentarte mis respeto por el rol que ahora desempeñas en tu nueva trinchera política y en especial en este interesante Blog. Realmente debo confesarte que me agrado la prosa de este ensayo, pese a que discrepo conceptualmente de algunos señalamientos que haces.
Considero que las categorías políticas no pueden ser interpretadas como conceptos absolutos o estancos aislados, ya que la historia bien ha demostrado que la práctica política da un amplio margen de acción a sus actores. Solo de esta manera es posible comprender como Partidos e individualidades que en determinado momento invocaron un discurso de marcado centroizquierdismo terminaron en la práctica aplicando políticas de acento conservadoras y también como actores venidos de sectores tradicionalmente conservadores y apegados al "estado de cosas" existentes (como la Iglesia o el Ejército)terminaron alzando banderas de la izquierda. Ejm típico en America Latina: Camilo Torres, Ernesto Cardenal, Torrijos, Peron, Etc...
Es un error equiparar Socialistas con Comunistas y como Historiador los sabes mejor que yo. Los Socialistas en su generalidad abrazaron la idea de la trasformación o de la Revolución como el camino del cambio del Estado Liberal por un nuevo Estado, el Estado Socialista, el cual fue someramente descritó por Marx, como ese estadio previo a la sociedad comunista en el cual convergirían no solo la clase obrera sino diversos actores sociales como la pequeña burguesía y las capas medias profesionales de la sociedad.
Este concepto de la construcción de un nuevo Estado partiendo de las ruinas del desgastado Estado Liberal, fue mejor tratado por Antonio Gramsci y su teoría del Bloque Hegemónico.
Tomando lo anterior, es necesario apuntar que el gran debate entre la Socialdemocracia y el Socialismo a mi modo de ver, es que este último ha tratado de reinventarse permanentemente y no ha renunciado a derribar el esquema de relaciones de poder mediante todas las formas de lucha, incluyendo la vía electoral y a la vez renunció al dogmatismo impuesto a raja tabla por el mal llamado "Socialismo Real".
El Socialismo como concepto no esta reñido con la democracia como sistema, ya que la igualdad en el interactuar político solo es posible mediante la participación de todos los miembros de la sociedad, el dilema aquí, es hasta donde la democracia es practicada por lo actores políticos.
Por su parte la socialdemocracia tal como se le conoce desde principios del Siglo XX, renunció (como bien tu señalas) a la trasformación del Estado Liberal Burgués luego de la Revolución Rusa y se dedicó a avanzar en todas las formas posibles del Reformismo como mejor paliativo de las debilides y vacios del Estado Liberal Burgués y del sistema de producción capitalista.
La idea de izquierda debe tratarse al calor del cambio, de la radicalidad y de la revolución de lo existente y del cómo quienes navegan en esas aguas plantean ese cambio y que hacer una vez alcanzado el mismo, como se institucionaliza o se extingue. La izquierda debe a mi juicio, llegar a cuestionarse así misma permanentemente sino lo hace pierde su esencial y se ancla en el fundamento del otro polo político, que propugna la conservación y el cultivo de lo existente o establecido.
Espero tengamos la oportunidad de continuar debatiendo, y darle forma y vida a una nueva cultura política en Venezuela, que nazca tanto de quienes creemos en la construcción de una Venezuela Socialista como de quienes adversan esta idea. Mis más cordiales saludos.
Robinson Zapata.