En el transcurso de los meses que quedan del año 2007 en Venezuela varias organizaciones políticas realizarán congresos ideológicos, el naciente PSUV, Primero Justicia y, a fines de octubre, Un Nuevo Tiempo. En los tiempos convulsos que estamos viviendo el debate ideológico se hace imperativo.
Es imperativo estar ubicado políticamente, saber cuales son los valores que hemos defender en nuestra vida diaria, saber responder con inteligencia, con conocimiento a los retos ideológicos que se plantearán en el más cercano futuro. Llenarnos de ideas, internalizar los valores, como brújulas que nos permiten innovar sin perder la dirección y la claridad de las metas futuras. Por eso debemos propiciar la formación y la discusión ideológica de manera creativa, críticamente, en una discusión abierta a la realidad, y no dogmática.
Aquellos que sostienen que, en la actualidad, deberíamos asistir a la construcción de soluciones simplemente pragmáticas, partiendo de una supuesta neutralidad o antisepsia ideológica, pretenden que la política es sencillamente una cuestión de “técnica”, algo más referido a tecnócratas que a políticos. Detrás del desprecio con que se asume lo ideológico hay mucho de discurso y prejuicios antipolíticos, ingenuos o no, pero prejuicios al fin y al cabo. Al partir de un concepto determinado de democracia, un concepto específico de ciudadano, o un tipo de economía, lo ideológico se encuentra presente. Porque, nuevamente, nos referimos a valores.
¿El problema ideológico?
Hay dos maneras de acercarse al problema de la “ideología”. Para algunos, equivale a la idea de una “falsa conciencia”, algo que encubre en lugar de descubrir. Para una parte importante de los marxistas las ideologías corresponden a la superestructura, a aquel discurso, las formas culturales, que sirve para ocultar las verdaderas relaciones de producción, de las que son simplemente un reflejo. El concepto de ideología como falsa conciencia deriva, en gran parte, del acercamiento que una parte del marxismo hace al discurso político, a las instituciones estatales liberales, por ejemplo, al entramado de relaciones sociales no económicas. De esta manera la labor de una ideología es ocultar, justificar, legitimar, para finalmente conseguir un orden social estable para que la reproducción de las relaciones de producción sea posible. El uso despectivo y peyorativo de “lo ideológico” deriva de esta concepción de la ideología como falsa conciencia, como manipulación y, finalmente, como dogma.
Para otros, la ideología es un cuerpo estructurado de ideas que le dan sentido y coherencia a un conjunto de acciones. Este cuerpo deriva de una visión del mundo, de una cosmogonía, de un conjunto de valores a través de los cuales se percibe, y se construye, una imagen de la realidad. Esta imagen de la realidad, construida intersubjetivamente, fruto de un proceso de comunicación, se convierte en un acercamiento al presente, al pasado y al futuro. Éste concepto de ideología es integrador, y puede abarcar todas las actividades culturales del ser humano. De esta manera toda producción cultural de la humanidad es una expresión ideológica, porque expresa finalmente su visión de la realidad. Acercarse a la construcción de la comunidad, a la comunicación, a la política, desde esta perspectiva intersubjetiva de ideología hace posible clarificar los valores que pretendemos desarrollar a lo largo de nuestra vida.
Es importante detenernos un momento aquí, un cuerpo “estructurado” de ideas implica también la creencia en una racionalidad común, en una idea matriz a partir de la cual se desarrollarían ideas y acciones. Aquí nos tocaría hacer una distinción, una cosmogonía no deriva necesariamente en una coherencia absoluta y racional de todas y cada una de las acciones, sino que, muy probablemente, en la expresión de una sensibilidad determinada a un conjunto de valores, a una definición de “lo bueno” y “lo malo”, “lo bello” y “lo feo”, “lo deseable” y “lo indeseable”, que influye en las acciones, individuales o sociales.
¿El fin de las ideologías?
El discurso de la “crisis de las ideologías”, o del “fin de las ideologías” se ha venido repitiendo desde que Daniel Bell lo anunció en los años sesenta del siglo XX, se reavivó luego de la caída del Muro de Berlín y del mundo soviético entre 1989 y 1991 hasta incorporarse a los lugares comunes de la política a principios del siglo XXI.
Francis Fukuyama parte, entre otras cosas, de este diagnóstico para escribir “El fin de la historia y el último hombre”, una apología optimista del capitalismo liberal de la post Guerra Fría. El mismo Samuel Huntington reflexiona desde “el fin de las ideologías” para definir el choque de civilizaciones como su perspectiva del futuro de la humanidad.
Los teóricos de la posmodernidad hacen de “la muerte de la razón”, sea la moderna o la clásica, y de la “desaparición del sujeto”, su explicación para entender lo que perciben como un escenario caótico o anárquico. El fin de las “metateorías” o de los “metadiscursos” es una forma de comprender el fin de las ideologías, entendido como el fin de las grandes respuestas totalizadores u omnicomprensivas a las preguntas de la humanidad.
Finalmente, muchos teóricos impresionados por la velocidad de los cambios económicos, políticos y sociales a fines del siglo XX han apelado al fin de las ideologías para construir un nuevo concepto de “Globalización”, vinculado fundamentalmente con las transformaciones de la subjetividad que derivan de cambios tecnocomunicacionales.
Este discurso del “fin de las ideologías” también puede ser entendido como un nuevo discurso ideológico, derivado, en parte (excepto en los posmodernos), de una concepción tecnocrática, de purismo y antisepsia metodológica, de la política y de la sociedad. Esto es lo que enlaza esta retórica con la antipolítico.
Considero que la defensa de un conjunto determinado de valores aún está a la orden del día en nuestra civilización hiperindustrial, más allá de las grandes apuestas ideológicas, convertidas en dogmas y en procesos de “sectarización ideológica”, que derivaron durante el siglo XX en regímenes totalitarios, la necesidad de comprender nuestra realidad, para lograr construirla intersubjetivamente, en un proceso comunicacional permanente es un imperativo civilizatorio. No hay respuestas “únicas”, “totalizadoras”, “omnicomprensivas”, porque hay necesidad, si reivindicamos la modernidad como método de construcción, como forma de percepción, de seguir luchando en contra de las perspectivas dogmáticas, doctrinarias, cerradas, propiciando una búsqueda abierta, pero racional, de un futuro común. Si reivindicamos hoy la libertad humana, el pluralismo, la convivencia pacífica, debemos acercarnos al debate ideológico desde una perspectiva abierta, crítica (y autocrítica) para poder responder efectivamente al discurso dogmático, que ha venido ganando terreno durante los últimos años.
En Venezuela: antiguas suspicacias
En el caso venezolano el problema ideológico es un debate largamente despreciado, o temido. La instauración del consenso obligatorio como política permanente se convirtió durante demasiado tiempo en una posposición del debate ideológico, porque éste desnudaba las diferencias, porque hacía evidente los terrenos en los cuales explotaba una diversidad conflictiva, no armónica.
Este desprecio, este temor, esta larga ausencia del debate ideológico, contribuyó a impregnar a la sociedad de un cinismo escéptico frente a la política y los políticos, hizo vulnerable a nuestra cultura política democrática frente al discurso dogmático, frente al “eterno retorno” de nuestros caudillos, nuestra cultura personalista volvió por sus fueros conforme veinte años de crisis económica, de empobrecimiento, cayó en un territorio yermo de la necesaria densidad ideológica.
La sociedad no había acumulado suficientes anticuerpos democráticos para identificar el discurso reaccionario del autoritarismo decimonónico, discurso que se articulaba con una retórica dogmática, con un viejo catecismo repetido una y mil veces, con la fe religiosa de un doloroso naufragio, náufragos que decidieron negarse a ver la realidad para no perder la fe.
El debate necesario
Es a la política como dogma a lo que tenemos que saber responder desde los valores que defendemos, por eso es tan necesario incorporarse al debate ideológico, es un debate que es necesario para lograr darle forma a los proyectos de país que se están enfrentando para definir las líneas generales de la Venezuela del siglo XXI. Norberto Bobbio señaló en su momento que la labor del hombre de cultura es, hoy más que nunca, sembrar dudas, no recoger certezas. Esta actitud crítica es clave para asumir constructivamente el debate, no es doctrina lo que hemos de construir, no es un nuevo dogma, ya de estos tenemos demasiados.
El aporte que pienso dar es absolutamente parcial, es subjetivo, es evidentemente político, construido desde una perspectiva socialdemócrata, comprometido con la libertad de todos y cada uno, con la equidad para todos, con la paz y con el progreso, finalmente, con aquellos valores en los que me reconozco como moderno. Un aporte que nos ayude a definirnos como parte de la Modernidad, ser modernos a la latinoamericana, a la venezolana.
Plan de artículos a futuro sobre este tema:
Trabajaremos las próximas semanas a través de un conjunto de bloques temáticos. El plan es abierto, sufrirá modificaciones, espero que podamos enriquecerlo con el mismo debate. Espero sus comentarios y aportes.
- Primero, nos incorporaremos a la discusión en torno a los criterios de definición de las izquierdas y las derechas. Reivindicar esta distinción política central pasa por saber donde se ha de colocar la raya amarilla, y como se articula esta dicotomía con las demás distinciones políticas.
- Segundo, reflexionaremos sobre los valores que defendemos como socialdemócratas, la renovada interpretación que se le da a la libertad, la igualdad y la fraternidad heredadas desde la Revolución Francesa, y el aporte que esto significa para la discusión en torno a la nueva democracia social en Venezuela.
- Finalmente, recorreremos las distintas tradiciones políticas, en el pensamiento y en la práctica política mundial, y en la latinoamericana, la tradición socialista y la tradición socialdemócrata, su relación con la tradición liberal y con las distintas maneras en que se ha venido concibiendo la democracia. Las vinculaciones de dichas tradiciones con otras familias políticas.
Para leer un poco más:
En cada artículo incorporaremos algunos textos que pueden ayudar a profundizar los temas discutidos.
NIETO, Ramón, “Ideología” en Diccionario de Términos Políticos, Madrid, Acento Editorial, 1999, p. 61.
STOPPINO, Mario, “Ideología” en Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino, Diccionario de política, México, Siglo XXI Editores, 2005, pp. 755–770.
VAN DICK, Teun A., Ideología, una aproximación multidisciplinaria, Barcelona, España, Editorial Gedisa, 1999, 474pp.
ZIZEK, Slavoj (Comp.), Ideología, un mapa de la cuestión, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003, 382pp.
Comentarios
Y bueno, tengo mucho que leer acá.