La agenda de la “reforma constitucional” es del poder, no le pertenece al pueblo. El gobierno pretende imponerla por encima de las necesidades reales de un pueblo que no sale de su empobrecimiento, ahora convertido en mayor dependencia frente al poder, un pueblo que se encuentra sometido al miedo cotidiano a la delincuencia y que exige de las autoridades respuestas concretas a problemas reales, respuestas que ninguna autoridad está en capacidad efectiva de dar porque una sola voluntad priva, la de un Jefe Supremo obsesionado con su propia perpetuación. Asume el gobierno como excusa el “perfeccionamiento” de un marco legal presentado, hasta hace poco, como la cúspide del constitucionalismo, pretendiendo pasar de contrabando la reelección indefinida. Ese intento de institucionalizar la reelección permanente va contra la tradición republicana latinoamericana. El continuismo ha sido prólogo de conflictos a lo largo de nuestra historia, recordemos que la misma Revolución Mexicana estalló ba
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