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Asamblea Nacional: escenario posible de construcción de la convivencia nacional


El 26 de septiembre de 2010 nosotros, el pueblo venezolano, en pleno uso de nuestra soberanía, nos dimos una nueva Asamblea Nacional. El universo de los convocados, ejerciendo nuestra ciudadanía, constituimos la expresión política plural de una nación diversa. La vigencia de este Parlamento se extenderá entre el 5 de enero de 2011 y el 5 de enero de 2016, y el cambio cualitativo que puede representar en la historia futura de Venezuela debería ser trascendental.

La nueva Asamblea Nacional es un reflejo político, aún tímido, de un cambio social profundo que se ha venido dando en Venezuela. Y hablo de su carácter tímido por la manera en que la reglamentación electoral alteró los mecanismos de representación política. Desde la misma Constitución de 1999 que consagró una sobre-representación de los estados demográficamente pequeños, pasando por la Ley Orgánica de Procesos Electorales (LOPE) que violentó el principio de proporcionalidad, hasta finalizar en la configuración ad hoc de las circunscripciones electorales, construidas artificiosamente para sobre-representar a un grupo por encima de cualquier otro, a lo que se debe agregar un conjunto ingente de prácticas ventajistas y abuso de poder que caracterizan todo proceso electoral en la Venezuela de ésta última década, se configuró un escenario electoral marcado por la inequidad y las desigualdades. De allí la brutal diferencia entre la proporción del resultado de los votos ciudadanos y el número de escaños.

A pesar de que las condiciones eran absolutamente desiguales, el chavismo no alcanzó a obtener la mayoría de los votos ciudadanos. Por segunda vez consecutiva, la primera fue en el referéndum de la Enmienda Constitucional, la oposición superó de manera firme los 5 millones de votos. Las fuerzas distintas al chavismo, encabezadas por la Mesa de Unidad Democrática, obtuvieron más votos efectivos que la coalición gubernamental.

Triunfo de la política y de los partidos políticos

Este resultado ha sido un triunfo para la política y para los partidos políticos por encima de los aventureros o francotiradores personalistas de la política. Ha sido el triunfo de la organización por encima del discurso mesiánico y radical, el triunfo de la labor política contra la impaciencia y la intolerancia.

En estas elecciones parlamentarias se ha cosechado un gigantesco trabajo que hemos venido construyendo desde 2006. Periodizar estos últimos años no es tan sencillo como parece. Entre el 2 de febrero de 1999 y diciembre de 2001 los tiempos estuvieron marcados por la demolición de las instituciones democráticas venezolanas. Entre las instituciones demolidas se encontraban los partidos políticos, quienes, a pesar de tener una representación política importante en el Congreso Nacional, habían perdido gran parte de su capacidad de liderar y ser interlocutores de la sociedad.

De allí que, entre finales de 2001 y 2004, años de movilización, radicalización y confrontación política, los partidos políticos se encontraban en un escenario adverso, muchas veces a la zaga de los procesos sociales de resistencia al intento gubernamental de construir una hegemonía. Los eventos de abril de 2002, la movilización, el Golpe de Estado, la restitución y posterior paro petrolero fueron expresión de esta debilidad de los líderes de los partidos políticos frente a poderes fácticos y la presión de factores de la opinión pública nacional. La Coordinadora Democrática fue un escenario de tensión entre elementos de la denominada “sociedad civil” y el liderazgo de los partidos políticos.

Luego de la derrota en el referéndum revocatorio de 2004 las acusaciones de fraude fueron empujando al electorado opositor hacia una abstención militante, eso marcó el retroceso en las elecciones regionales de ese año. La tensión entre políticos y “sociedad civil” hizo implosionar a la Coordinadora Democrática. Las parlamentarias del 2005 marcó el punto más bajo, con un liderazgo político que se sumó a la abstención tras sucumbir a las más terribles presiones.

Sólo entendiendo la película completa se comprende la titánica labor que el liderazgo político opositor ha hecho entre 2006 y 2010. Frente a las elecciones presidenciales de 2006 fueron Teodoro Petkoff, en primer lugar, junto con Manuel Rosales y Julio Borges, los que irán llevando a la oposición hacia el camino electoral, a retomar la política y la organización, a salir de la indefensión aprendida y la frustración a la que nos conducía la retórica del fraude y la abstención. La derrota de los abstencionistas en las presidenciales en 2006 fue un triunfo que hizo posible las victorias posteriores. Este es uno de los más destacados méritos de Manuel Rosales, quien durante su campaña presidencial se desplegó, en reivindicación democrática, en labor de organización y movilización, sacando a la gente del sopor apático de la abstención inútil, moviendo a cuadros diversos, a dirigentes, militantes y simples ciudadanos, alrededor de su opción presidencial. Sobre esa movilización se convirtió Un Nuevo Tiempo en un partido político nacional.

A partir de 2006 se retoma el camino correcto, político, institucional, electoral. Ruta que nos condujo a la victoria en el referéndum contra la Reforma Constitucional en 2007, donde el protagonismo de un renovado movimiento estudiantil universitario fue factor movilizador que tuvo articulación política. Igualmente, los esfuerzos unitarios en las regionales de 2008, truncados en algunos estados y en muchos municipios, fue un aprendizaje clave. Incluso la derrota en el referéndum sobre la enmienda constitucional trajo consigo la superación del techo de los 5 millones de votos por parte de la alternativa democrática.


En este sentido, la conformación de la Mesa de Unidad Democrática representa un cambio cualitativo en la dirección política de la alternativa democrática. Contra viento y marea, por encima de las múltiples presiones, la dirección política de la MUD fue mucho más sólida y firme que en cualquier momento previo, lo que condujo a la postulación de 330 candidatos unitarios a la Asamblea Nacional y a la conformación de una lista unitaria al Parlamento Latinoamericano. Ramón Guillermo Aveledo ha sido meritorio arquitecto y coordinador de este triunfo.

Es en medio de este proceso que se comprende el peso de la victoria de 2010 para la alternativa democrática. Convertido el chavismo en minoría electoral, se ha consolidado la alternativa democrática como factor con posibilidad cierta de convertirse en gobierno legítimo en 2012. Los méritos de la Mesa de Unidad Democrática son la claridad de objetivos, y la dirección política sólida, con partidos políticos mucho más fortalecidos que en eventos previos. Los grandes derrotados en la oposición: la antipolítica, el personalismo, el mesianismo, la abstención, la retórica radical y la impaciencia.

El fin de la “Revolución”: la incapacidad de establecer una hegemonía
No es únicamente el hecho electoral en sí lo que constituyó un retroceso importante en el chavismo, sino también su expresión parlamentaria, el PSUV no obtuvo los tres quintos, ni los dos tercios, con los 98 diputados no podrá aprobar con su sola bancada aspectos tan importantes como las Leyes orgánicas, las habilitantes, los tratados internacionales, los viajes presidenciales, el presupuesto, la selección de los miembros de los otros poderes, etc. Eso cambia el escenario político respecto a la pretensión totalitaria de instalar una hegemonía única en el poder que se desarrolló entre 2005 y 2010.

Este resultado constituye un revés profundo en la política de confrontación que el gobierno había desarrollado desde 2005, la retórica radical pierde lustre y deriva de épica en comedia. Por eso el huir hacia delante de los últimos días luce tan descolocado, tan sinsentido, cada vez más sectario y faccioso. Con 67 diputados en contra el chavismo tendría que construir puentes, dialogar, deliberar desde la pluralidad, poner voluntad política en la reconstrucción de una comunidad nacional.

Hasta ahora el tono ha sido otro. Negar la existencia de 5 millones de venezolanos, asumiendo el discurso intolerante y totalitario acusando a la oposición de “apátrida”, “quintacolumna”, “pitiyanqui”, etc., ha sido la manera en que el chavismo se relaciona con la otredad. El discurso de la guerra revolucionaria ha dominado la retórica chavista, concibiendo a la mitad de la sociedad como enemiga, promoviendo una guerra civil para “tomar el cielo por asalto” mientras la nomenklatura se recubre de privilegios.

Continuar ese juego de negación y confrontación insensata será cuesta arriba luego del resultado electoral del 26 de septiembre, cuando la expresión conjunta de los ciudadanos, la voluntad popular, configuró un escenario político plural. La pretensión de radicalizar el “socialismo del siglo XXI”, las expropiaciones, los atropellos, contribuirá a aumentar el aislamiento del gobierno respecto a la sociedad, porque negarse a escuchar no hace a la gente callar. Pero la vocación de control total, que pretende convertir a la sociedad en una masa sumisa, puede llevar al gobierno a asumir ese tobogán de sometimiento, asilamiento y destrucción.

Escenarios regionales

Respecto a 2008 la alternativa democrática creció a lo largo de todo el país, en Caracas sumamos 86 mil nuevos votos, en toda la región central, excluyendo a Caracas, el crecimiento de la oposición se cifró en casi 320 mil votos, en Oriente fue de cerca de 170 mil, a lo que debemos agregar 200 mil votos en la región centro occidental y 200 mil votos en los llanos, 100 mil votos en la zona andina, alrededor de 130 mil en Guayana, y casi 60 mil votos en el Zulia. La construcción de la unidad democrática rindió sus frutos en los votos ciudadanos, la dispersión y división de 2008 no se repitió en 2010, eso permitió consolidar la victoria política y electoral.

La antigua oposición campo–ciudad se repite claramente en esta elección. El voto chavista se ha ruralizado a pasos agigantados. Los grandes centros urbanos le han dado la espalda, empezando por Caracas, Maracaibo, Valencia, Barquisimeto, Maracay, hasta llegar a ciudades medianas. La Venezuela urbana, con mayor autonomía efectiva, con más fuentes de trabajo autónomo, más vinculada a la modernidad, ha roto con la retórica conservadora y retardataria de un chavismo ruralizante y caudillista.

También la diferencia entre la ciudad y el campo deriva de las estructuras de control y sometimiento que ha establecido el gobierno en las zonas más atrasadas del país. En la medida en que la región sea más rural la infraestructura de servicios es más débil o simplemente no existe, no hay fuentes de empleo privado formal, y el gran empleador es el Estado, a través de la Alcaldía, la Gobernación, y de las Misiones. En las zonas rurales el gasto público discrecional y no institucionalizado, y las estructuras estatales crean dependencia y sumisión política y social casi total, es allí donde se presentan de manera más clara los ejercicios de ventajismo y abuso electoral por parte de las fuerzas oficialistas.

Este contraste entre el campo y la ciudad se puede observar hasta en los niveles más concretos de lo local, en la generalidad de los cascos urbanos la ventaja de la oposición generalmente es amplia, especialmente en las capitales de los Estados. Al salir progresivamente del casco urbano y lanzarse a la periferia de las ciudad los centros electorales reflejan un cambio vinculado con la vulnerabilidad social y las estructuras de dependencia construidas. Entre 2006 y 2009 la mayor parte de los casos de abuso electoral y ventajismo ocurría justamente en los centros electorales rurales. La presencia masiva de testigos minimizó este tipo de eventos. De este modo en este proceso no sólo se consolidó la ventaja electoral urbana sino que se fue ampliando progresivamente a las zonas menos integradas.

Al repasar cada región es evidente que el chavismo se ha convertido en minoría en gran parte del país. Sólo en los llanos conservan una mayoría sólida en votos, pero su ventaja es endeble en Guayana y son minoría en las demás regiones. La alternativa democrática es mayoría absoluta en votos en la región zuliana y en la región central, siendo mayoría absoluta en los estados Nueva Esparta, Anzoátegui, Mérida, Táchira, Miranda, Carabobo y Zulia. Aparte de estos estados el chavismo se encuentra por debajo de la mitad de los votos efectivos en Amazonas y Lara.

Hay detalles que son particularmente importantes. La victoria democrática en Caracas; el crecimiento y la consolidación del voto democrático en prácticamente todo el Zulia, ganando en aquellos municipios donde perdimos en 2008; la victoria abrumadora de las fuerzas democrática en el Táchira, una respuesta popular a la persecución del gobierno nacional sobre esa región, ganando casi todos los circuitos; el triunfo en todos los circuitos de Anzoátegui, vinculado con la crisis eléctrica; el crecimiento de los votos por la alternativa democrática en Miranda; y el empate, en cuanto a número de diputados, en el estado Sucre, que voltea el mapa político electoral del oriente venezolano.

El reto de la Asamblea Nacional: convertirlo el Parlamento de la nación

Dos hechos son claves para entender el mensaje de la voluntad popular, a partir de esta constatación la dirección política que tomen los acontecimientos derivará de su interpretación, y de la capacidad para ajustar las acciones al nuevo escenario sociopolítico.

Primero, el hecho de que la mayor parte de los ciudadanos hayan votado por candidatos distintos a los del Gobierno, lo que, frente a una política sectaria del chavismo, significa votar contra el proyecto hegemónico.

Segundo, la configuración misma de la Asamblea Nacional que se instalará en 2011 impide que una sola fracción apruebe leyes orgánicas, habilitantes y seleccione nuevos miembros en los otros poderes públicos. Ambos hechos constituyen un llamado a la restitución del diálogo político, a la construcción de espacios comunes de convivencia política, de efectiva deliberación, de reconocimiento de la otredad y de respeto a la diversidad. Todo lo que el gobierno ha pretendido negar con su proyecto hegemónico.

Ese será el reto de la sociedad entre 2011 y 2012, a través de nuestros representantes electos en la Asamblea Nacional, con el respaldo del pueblo organizado, convertirla en foro para la deliberación sobre los problemas nacionales, en el espacio para la reconstrucción de la convivencia política y social. En el ágora desde la cual pensarnos diversos, y caminar juntos hacia una perspectiva de progreso común.

Esta construcción común pasa a través de una renuncia, que el chavismo abandone el proyecto totalitario, que decida abrir la posibilidad de construir consensos que reflejen la pluralidad política y social de la nación, representada tímidamente en esta Asamblea Nacional. Aceptar las reglas de juego de la deliberación democrática pasa por reconocer esa diversidad y aceptar que tanto mayorías como minorías pueden incidir en la toma de decisiones. Hasta el momento no hay señales de que el gobierno emprenda esta renuncia necesaria. Mientras más insista el chavismo en la radicalización más profundizará su aislamiento, y más sordo se mostrará ante la voluntad de la nación. En ese momento la sociedad seguirá adelante, construyendo democráticamente su futuro, y este gobierno será parte luctuosa de nuestro pasado.

Comentarios

Ángel Arellano ha dicho que…
Excelente post hermano.
alfredomeyer2009 ha dicho que…
Excelente análisis del resultado electoral. Por otra parte pienso que para bien o para mal del país, el oficialismo seguirá la línea que le imponga su caudillo y éste no tiene la capacidad de rectificar, su megalomanía o lo que sea le impedirá hacer cambios importantes en sus políticas, asi que esperar diálogos o consensos o acuerdos gobierno-oposición es soñar.

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